Seguimos los solitarios pasos de un hombre, una ex-estrella china de la gran pantalla, caído en desgracia y repudiado por su familia, que se muda a vivir a un tétrico edificio para suicidarse y acabar con una vida que parece haber terminado hace tiempo para él.
Con esta premisa comienza Rigor Mortis, una película que hace homenaje a las películas de terror chino sobre vampiros que proliferaron durante los ochenta. Debuta en la dirección el polifacético artista asiático Juno Mak (cantante, guionista, productor y ahora director).
Con una fotografía muy atractiva y una estética imponente, la película comienza a desarrollarse cuando el protagonista llega al edificio. Tras un primer intento de suicidio, las fuerzas del mal hacen acto de presencia. Es entonces cuando uno de los vecinos (que posteriormente confiesa descender de una estirpe de cazavampiros) le salva de ser poseído por los espíritus del edificio cuando está a punto de morir.
Tras esta escena la cinta empieza a decaer. Comienzan a presentarnos a todos los personajes del edificio, que de una u otra manera están relacionados, y el desarrollo se vuelve lento y espeso. Se observan entonces ciertas lagunas en el guión, que carece de interés en algunos puntos, o de soporte en otros. Uno no deja de preguntarse por los motivos de la mayoría de los personajes, que nunca quedan del todo definidos. No obstante, sí quedan claras las pasiones e intenciones que mueven a los protagonistas. Las escenas de acción se muestran muy pulidas y bien dosificadas, pese a que se echan en falta más.
La trama, mediada la película, se torna más oscura cuando una vecina trata de resucitar a su marido (muerto por accidente) recurriendo a un sacerdote exorcista. Entran en juego entonces la cultura taoísta y las referencias hacia la magia oscura que decían manejar estos monjes, mediante pergaminos con sellos y órdenes escritas en sangre, colocados en la frente de cadáveres para reanimarlos como esclavos no-muertos.
De esta manera se crea una criatura mitológica, el vampiro de la cultura china, que dista mucho de los elegantes y embelesadores fríos del imaginario occidental. Se trata de una criatura irracional, bestial y primitiva. Sin capacidad de habla y con habilidad sobrehumana que no se alimenta de sangre sino que despedaza y engulle a sus víctimas. Tras esto, como es de esperar, se forma una unión entre el protagonista y el carismático cazavampiros (quizá el personaje más interesante de la película junto al monje) para acabar con la criatura. Sin embargo se añade un elemento más, y es que dentro de todo este batiburrillo de clásicos dentro del género de terror, los espíritus también entran en juego, poseyendo al vampiro para apuntalar un final digno de una película de terror y ciencia-ficción china. Final que por cierto, le da un soplo de aire fresco al guión, para después tropezar con una mala elección por parte del director.
En una frase: Una película de tarde de domingo.
Alejandro Famos
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