Hasta aquí todo sería bastante normal si no fuera porque la casa donde residen es Berghof, la residencia en los Alpes de Adolf Hitler, y a través de los ojos de Pierrot (Ahora Pieter, para no enfadar al führer con un nombre tan poco alemán), al que veremos perder cualquier inocencia con tal de agradar al líder alemán, convirtiéndose en un férreo defensor de la ideología nazi y en una persona cruel con los que fueron amables con él.
Es difícil empatizar con Pieter, que no con Pierrot, que encarna la parte más desvalida e infantil del personaje ; también es cierto que el autor, cuando es Pieter, le confiere unos rasgos de adulto poco creíbles en según qué situaciones, y pasar de tenerle un miedo atroz al führer a actuar exactamente como él tampoco ayuda a empatizar con el personaje.
Hay personajes secundarios muy interesantes en la novela y en los que apenas se profundiza, como el chófer, Ernst, la cocinera Emma o Beatrix, la tía de Pierrot, que asisten horrorizados al cambio que Adolf Hitler y sus ideas han provocado en el dulce niño que llegó al Berghof. El propio Hitler hace más acto de presencia en la historia, pues no deja de ser el mentor de Pieter en en el nazismo, pero nombres como Eva Braun, Goebbles o Himmler apenas pasan de puntillas, para luego dedicar un capítulo entero a la reunión que mantuvo con el Duque de Windsor o utilizar a Pieter para tomar notas en la reunión en la que se trató el tema de los campos de concentración, pero ambos sucesos no vuelven a mencionarse nunca más. Pieter se desvive por complacer y agradar a Hitler, y no duda en delatar y traicionar a quien sea, sin ser consciente (o no querer serlo) del horror que se vive fuera.
El libro te lo vas a leer en un par de tardes (son unas 250 páginas) y el final, en parte conocido si vas bien en Historia, logrará emocionarte, pero no al nivel de ‘El niño con el pijama de rayas’, aunque da la sensación de querer repetir la jugada: el título recuerda inevitablemente al anterior, así como el momento histórico en el que está situado, aunque sin duda el protagonista no logra estar al nivel de carisma de Bruno y Shmuel, los niños de su otra historia.
En resumen: Tengo que decir que hay otras novelas del autor que me han gustado más que ‘El niño del pijama de rayas’, como son ‘La casa del propósito especial’ o ‘El ladrón del tiempo’, pero he disfrutado de ‘El niño en la cima de la montaña’, un relato breve pero intenso sobre cómo un niño dulce como Pierrot puede convertirse en un ser frío como Pieter. No te decepcionará, pero da la sensación de que le falta algo para ser un libro redondo.