Japón, año 7 de la Era Tenshô. Kudô Kenjirô, hijo de un samurái rural, es elegido para una ingrata labor: proteger a un extranjero llegado con la intención de investigar unos crímenes inciertos. Kenjirô pronto descubrirá que fuerzas extrañas conspiran para que el visitante no lleve a buen puerto sus pesquisas. Juntos recorrerán un Japón devastado por la guerra y emponzoñado por las conspiraciones. A medida que el jesuita se reencuentra con su pasado, el curso de la investigación se desvelará fundamental no solo para la pervivencia de la cristiandad, sino para el propio futuro del país.
Reseña: La sombra del éxito de una anterior novela es alargada, y en el caso de David B. Gil, esa sombra es muy potente: El guerrero a la sombra del cerezo es uno de esos libros que hay leer, y es algo indiscutible. Pero, es justo comparar Ocho millones de dioses con su anterior obra para ser juzgadas? Rotundamente, no. Igual que tampoco se puede comparar con Hijos del dios binario, su primera novela publicada y que todavía no he leído (deshonra) pero es comprensible que por temática similar, sean puestas una contra la otra. Cuál sale ganando? Yo os diré: las dos.
Ya desde las primeras páginas, el autor nos atrapa presentando al padre Ayala y la que será su misión: viajar nuevamente a Japón para descubrir quién está asesinando a los padres cristianos. Como conocedor de ambos mundos, pues es un experto en el idioma y en las costumbres japonesas, es el que consideran más adecuado para la tarea.
Por otra parte, en Japón, conocedores de que llegará a sus tierras un enviado de los cristianos para investigar esos crímenes, deciden ofrecerle alguna protección para que no le maten en los caminos. El escogido será un samurai rural, una de las castas consideradas indignas pues han decidido pese a ser samurais asentarse y trabajar las tierras como si fueran simples campesinos. Kudô Kenjirô, el hijo de una de estas familias será entonces el encargado de proteger a ese extranjero en su camino entre los distintos asentamientos cristianos.
Pronto descubrirán que su viaje estará rodeado de otros intereses mayores, y tendrán que enfrentarse a peligros que no esperaban, y que alguien les sigue la pista muy de cerca. Entra en escena Igarashi, un personaje del que no os quiero revelar mucho más porque es fascinante descubrir poco a poco cómo el autor desarrolla su personalidad y sus habilidades, siendo uno de mis favoritos en conjunto.
Pero hablar de personajes es hablar de los protagonistas indiscutibles, Ayala y Kenjirô. Un dúo destinado a comprenderse y que forjarán una amistad basada en el respeto y la confianza mútuas, a pesar de sus diferencias y sus suspicacias iniciales.
Algo que me gusta mucho de esta novela es que no usa el tópico de “señor blanco llega a Japón y alucina con todo”. Ayala es el guía que a todos nos gustaría tener en un viaje a esas tierras, conocedor del idioma, costumbres y geografía. Es inevitable ver en la novela la curiosidad o el desprecio hacia el personaje por parte de los nativos que miran con suspicacia a los cristianos, a los que llaman “cuervos”.
Estamos ante una novela que puede apasionar a los amantes de la literatura histórica, pero que tiene todos los elementos que la hacen ideal para los que gustan del género fantástico. Un viaje del héroe, luchas encarnizadas, subterfugios, mitología y personajes muy bien construidos. Dadle una oportudad.
En resumen: No hay nada mejor para complementar esta reseña que la charla que mantuvimos con el autor, acompañados de Lluis Salart, David Pierre, Bea Aguilar y yo misma en nuestro podcast: Café librería – El Japón de David B. Gil. Puntuación: 5/5.
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