Ayer volvía a casa, en tren. Admito que dormí unos minutos. Que queréis que os diga, me venció el sueño. Cuando desperté, el mar no se había movido de sitio pero estaba más revuelto, como con ganas de decirme que no volviera a cerrar los ojos, por si me perdía algo. Le hice caso. Me dediqué a mirar por la ventana y a intuir el destino de cada persona que esperaba en las estaciones. ¿De dónde venían? ¿A dónde iban? Las respuestas se quedaron en el andén.
En una estación de uno de los pueblos que dibujan la costa, una mujer aguardaba y miraba su teléfono. No sé si llevaba mucho rato así. El caso es que subió al tren y se sentó a mi lado. Durante unos minutos compartimos vagón. Sí, puede parecer que eso y nada es lo mismo pero fue lo suficiente como para estar escribiendo sobre ella ahora. Sobre ella y su llamada.
Su teléfono sonó. Parecía que era lo único que deseaba hacer ese artilugio. Conectar dos deseos. Unir dos voces que se quieren escuchar. Que no pueden compartir espacio pero pueden provocar lo mismo que un susurro detrás del oído. ¿Qué se dijeron? Ojalá pudiera contaros más aunque quizá eso no sería lo correcto; ya sabéis, escuchar conversaciones ajenas y la buena educación no congenian bien.
Monosílabos que pendían de un hilo demasiado fino, que se podía romper en cualquier momento, si la llamada se cortaba. Mensajes cruzados, frases que escapaban de la complejidad, silencios cargados de antojos de besos, risas para seducir lo que no se veía pero se intuía. La llamada no duró demasiado. Sí, luego hablamos, le dijo ella. El teléfono sabía que su turno estaba a punto de terminar pero ya había cumplido con su trabajo. La distancia quedó en nada.
Enseguida añadió: Sí, yo también. ¿Por qué respondió así? Yo creo que la otra voz dejo escapar algo así como un te quiero. Pero ella, quizá porque sabía que todos estábamos pendientes de su voz, prefirió responder sólo un?Sí, yo también, aunque lo que más deseaba era devolverle esas dos palabras, con más puntualidad que la del tren que compartíamos. A partir de ahí, el tiempo fue más rápido, como si tuviera prisa por unirlos de nuevo.
Ojalá ella también le hubiera respondido con un te quiero. Me habría desgranado mis dudas y ahora no estaría jugando a vaticinios. Si lo hubiera oído, todo esto sería más fácil. No creo que me esté leyendo pero, por si a caso, ahí va: dile te quiero siempre. Siempre. Mientras lo sientas, no controles las ganas ni los oyentes pasajeros. Díselo por teléfono o como quieras?pero no te dejes nunca ni una sola palabra, que sólo son dos.