¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
En el capítulo Godfellas, el vigésimo de la tercera temporada de Futurama, Bender acaba por accidente alojando una civilización entera que lo trata como a un dios. Por desgracia la cosa no acaba bien para los pequeños seres que habitan su metálico cuerpo y acaban destruyéndose los unos a los otros.
El capítulo se vuelve después uno de los más brillantes de la historia de la serie cuando Bender se encuentra con el auténtico Dios y comparte impresiones laborales con este.
"Bender, being God isn"t easy. If you do too much, people will get dependent on you. But if you do nothing, they lose hope. You have to use a light touch like a safecracker or a pickpocket"
Qué difícil es ser un Dios es precisamente el título de la película que nos ocupa. En ella, un terrestre es enviado a un lejano planeta idéntico al nuestro tal y como era este ochocientos años atrás. Don Rumata, nombre del científico enviado, tiene órdenes de permanecer lo más ajeno posible al desarrollo de la historia, pero al igual que pudo comprobar Bender, esto es harto difícil. Así que se introduce en la sociedad hasta que es considerado el hijo de Dios (por sus artefactos y conocimientos) y emplea de forma errónea este poder para crear muerte, esclavitud y destrucción a su paso.
-You know, I was God once
-Yes, I saw. You were doing well until everyone died.
La cinta es la última obra del director ruso Aleksei German, estrenada de forma póstuma. Se trata, además, de un titánico trabajo que llevo a todo el equipo catorce años de intermitente rodaje afectado por las complejidades del proyecto y la censura rusa. Todo ello hace que su estreno sea algo muy especial, y aunque se realice de forma limitada (en salas pensadas para este tipo de cine de autor dentro de grandes ciudades como Madrid o Barcelona) merece la pena desplazarse un poco para disfrutarla.
La película, no se confundan, entraña un esfuerzo notable en su análisis. El cine de German es de esos que como las lenguas, provienen de raices muy diferentes a las nuestras. Su narración es fragmentada, despreocupada de dar discursos legibles a espectadores no acostumbrados, y vista en versión original hace que cualquiera pierda el hilo en más de una ocasión. Esto, sumado a sus tres horas de duración, no la convierten precisamente en el blockbusterdel verano.
Pero para contrarrestar, la cinta ofrece un realismo visual sin precedentes y un despliegue fílmico de proporciones épicas. Como otras locuras de excéntricos realizadores, como el Fitzcarraldo o Aguirre, la cólera de Dios de Werner Hergoz, el film desprende sudor y esfuerzo debido a su naturalista puesta en escena y a su formal cinematografía. German no se complica: cámara al hombro, encadena planos secuencia y lanza personajes, sombras y luces delante de la cámara, haciendo que el espectador sea partícipe directo de toda la mugre, violencia y repulsión que ocurre delante suyo.
Los personajes habitualmente se vuelven hacia la cámara, obligándonos a formar parte activa de los retos intelectuales de los que habla la cinta (una negativa perspectiva histórica sobre las revoluciones y las luchas de clases), esfuerzo que siempre ha sido primordial en el cine ruso. Esta mezcla de interacción y subjetividad hace que la cinta oscile entre un videoclip moderno, un simulador de parque de atracciones y la sensación de haber viajado realmente a la edad media.
En una frase: tan extrema, que al acabar la película tendrá que limpiarse.