El caso es que en ese artículo, uno de los destinos era Formentera. Yo siempre había pensando que era ideal para pasear en bici acompañada de un grupo de gente, en plan Verano Azul, o con un fornido rubio surfero, de esos que te pasean en moto y luego te invitan a cervezas en la arena. Pero nunca me había planteado escapar sola al paraíso… hasta ahora.
¿Y por qué no? Eres independiente y con lo empanada que estás y las películas que te montas, no te hace falta compañía para ir a ningún lado: con la imaginación que tienes te basta y te sobra, maja. Mi voz interna, cambiando el tono. Tan bipolar como yo. ¿Por qué no ir aunque sea diciembre y no lleve más compañía que la de unos cuantos libros y algo de ropa? ¿Por qué no disfrutar de la paz de sus playas lejos del verano y de lo mucho que odio el ruido de sombrillas, hamacas y mojitos con pajita tropical? Siempre he creído que no hay nada más bello que la arena fría, que el sol de invierno. Así que me puse a marujear varios artículos más además del de Elle y todos respiraban lo mismo.
Recorre sus rincones históricos, piérdete por sus fortalezas, revive “Lucía y el sexo”, ve a sus distintos y maravillosos faros, como el de Mola. Camina, ve en bici (bici, jXXXX, ya estamos… ¡Que no me acuerdo de ir en bici!), alquila un coche… (vale, mejor, eso sé hacerlo. Conducir, digo) y ahí justo es donde he llegado a moto de alquiler en Ibiza. Ojo. ¿Alquiler de moto incluye alguien que sepa llevarla? Ejem. Podrían ofrecer un pack completo de moto+conductor+picnic… no sé, algo de ese rollo. Yo doy ideas.
La verdad es que, pajarracos mentales aparte, me encantaría ir. Sentir la brisa, por fría que sea. Mojarme los pies, escribir desde algún punto idílico con vistas al mar, conocer gente nueva, aprender del lugar. A fin de cuentas, para hacer lo típico ya inventaron el turismo; viajar es otra historia.
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