Perfiles: Luz Loaiza "La Nena"

"Llegaba la hora del cuento, pero mi papá nos ponía tarea, desgranar frijol y maíz mientras nos narraba historias de guacas de espantos, nos ponía retos de matemática mientras desgranabamos maíz-

Entonces Él nos decía: tanto más tanto más tanto menos tanto - y lo teníamos que hacer de una en la mente, y, las manos en el maíz o en el frijol."



La memoria prodigiosa de la matrona Luz Loaiza hoy nos recrea la historia.

Hola soy Luz Loaiza de Escobar y nací en un corregimiento del Valle del Cauca, llamado Quebrada Nueva- Zarzal o Sevilla.

Soy la mayor de 11 hijos, del matrimonio conformado por Jorge Julio Loaiza Giraldo y Josefa Antonia Velásquez Flórez,

Mi hermana Mélida, quien me sigue, y yo, andábamos juntas siempre para todos lados, acompañando a mi papá a la huerta a trabajar.

Mi papá recibió a todos los hijos (Fue el Partero), las únicas que no nacieron en manos de mi papá fuimos la menor y yo que nací en manos de mi abuela.



Mi papá era Arriero de profesión y labriego por vocación, tenía 7 caballos con los que transportaba panela, maíz, cacao e iba con ellos a diferentes regiones del territorio colombiano.

Cuando estábamos con él, siempre estábamos trabajando, en la Hacienda del abuelo Salvador Velásquez, el papá de mi mamá .El abuelo Salvador-tenía mucha plata que desperdicio en mujeres y trago.

Con mi papá salíamos cada ocho días, pero no a pasear, sino a trabajar.

El día viernes terminábamos las clases en la escuela y él ya tenía las bestias listas para irnos para la finca del abuelo, allá sembrábamos, maíz, frijol y traíamos cantidades para la casa. Así transcurría la vida entre la escuela y la finca.

Mi papá viajaba con un caballo adelante, al que le decían el sangrero, le colgaban una cadena con una campana e iba adelante campaneando.

En esa época todo se transportaba en mulas y caballos, hasta la plata del gobierno se llevaba así. No había bancos. No se usaba la moneda de ahora, la moneda era los tomines y los reales. Eso lo contaba mi papá.

Recuerdo que una vez fuimos a llevar una carga a un lugar llamado La Balsora y había que atravesar cuatro veces la misma quebrada en diferentes tramos. Llovía y los caballos habían alcanzado a cruzar, mi papá pasó a mi hermana, quien llevaba un pato. La dejo con el pato al otro lado y cuando regresó por mí la quebrada arrecio con fuerza, mi papá como sufría de ataques al corazón se desmayó. Entonces venía un señor de apellido Clavijo, quien era un trabajador de don Telesforo. Cuando Clavijo nos vio, se metió en uno de esos caballos y me sacó del agua y me llevó a la otra orilla.

Recuerdo tanto ese momento que el agua se metía por debajo de los caballos y me arrastraba .Y como éramos muy conocidos en el pueblo se regó la noticia de que Jorge Loaiza se ahogó con las hijas, entonces subieron con una cruz y todo para marcar el lugar.



Tengo muchos recuerdos lindos de mi papá.

Él llegaba de trabajar todo sudoroso y se ponía a jugar con todos nosotros y con mi mamá - como ella era tan joven casi una niña-. Nos montaba sobre la espalda y caminaba por la sala con nosotras o nos arrastraba en un cuero de vaca por las lomas de los alrededores de la casa. Otra diversión era montar en” burro “que era un sube y baja armado con guaduas. Cuando llegaban los circos al pueblo nos llevaba a ver los payasos.

Por la noche salíamos al corredor. y recogíamos basuras del jardín- a él le fascinaba el jardín el cuidaba mucho las plantas- jugábamos con el gato correteando por todo el corredor entonces llegaba la hora del cuento, pero mi papá nos ponía tarea. desgranar frijol y maíz mientras nos narraba historias de guacas de espantos, nos ponía retos de matemática mientras desgranábamos maíz- tanto más tanto más tanto menos tanto y lo teníamos que hacer de una en la mente, y las manos en el maíz o en el frijol.

Él era muy bueno para la matemática y tenía una caligrafía hermosa, mi mamá no tanto, pero fue ella quien nos enseñó a leer y a escribir.

En esa época solo nos decían las cosas una vez, y si no obedecíamos el guarapazo.

El daba uno o dos zurriagazos cuando tenía que castigar, no como mi mamá que se cebaba en la víctima.

Nuestra familia pertenecía a la Unión Misionera. En ese tiempo (1940) la iglesia católica no permitía ni en los cementerios, ni en las escuelas a los que no fueran católicos.

Éramos tres familias muy numerosas no católicas en el pueblo. Entonces pedíamos una maestra a Palmira, al instituto Bíblico, allá estudiaban las que iban a ser maestras, la maestra, se hospedaba en mi casa, que era inmensa .

El salón principal de la casa, era el salón de clases, un semestre enseñaba en mi casa y otro donde don Jesús Carrasquilla, en esa época estudiar la primaria era un progreso muy grande. Y enseñaban mucho en esa época , ahora no enseñan urbanidad, cívica , ni ortografía.

Estábamos seis meses en mi casa y seis donde don Jesús carrasquilla.

Me gané una pela al son de nada, por una boleta que le iba a enviar a un hombre que nunca le hable.

Recuerdo que frente a nosotros vivía doña Camila. Ella tenía dos hijos. Y la maestra- que ya conté se hospedaba en mi casa y tenía un novio y se escribían. La maestra nos mandaba al cuarto de ella que era en nuestra casa, por algún libro o alguna cosa y mantenía las cartas empezadas sobre su escritorio y yo copiaba de ahí para enviarle a el hijo de doña Camila, Enrique, recuerdo que se llamaba, nunca nos dirigimos el saludo, solo nos mirábamos y nos enviábamos cartas, Y me ha pillado mi mamá una carta copiada de muestra de la maestra y me ha dado una maderidada que con los años que te tengo nunca lo voy a olvidar, me encerró en un cuarto y me daba y doña JULIA ,( la que murió con Julito) le decía ,no le pegue más a la niña. Me cogía la cabeza y me aventaba contra las paredes. Uno en la ignorancia hace muchas cosas. Encima para rematar había llegado José Saavedra,, un predicador a Guacarí , y mi mamá me montó al anca del caballo el Lirio y me obligo a ir así, toda aporreada, hinchada los brazos, la cabeza, yo no sé cómo no me mató. El lugar quedaba a hora y media de camino.

Cuando mi papá murió, mi mamá fue vendiendo todo, los caballos y las vacas, y fuimos perdiendo de a poco todo. Yo tenía 12 años y los misioneros nos llevaron a mi hermana Mélida y a mí internas a Guacarí.



Guacarí

Era un pueblo con una calle principal y única larguísima, y, se usaba mucho los hornos de barro donde asaban unos pandebonos, que todavía me sabe la boca ese pandebono de allá,

Vivíamos con don José y doña Elvira Villa Fanny . La cocinera era una chica de unos 23 años y hacía unos frijoles, que en la vida nunca me los volveré a comer. El mejor manjar blanco y el trasnochado, que es el pandebono asado en hornos de barro.

A Mélida le ponían una nota en el cuaderno,” tiene la mala costumbre de proferir palabras soeces” además que le aprendió a mi papá que decían que eran muy renegado

Recuerdo que :

Los domingos había un tren que salía y todo el que quería iba hasta Chipichape ,se subía en El.

Íbamos a Guabas que es la tierra de las sandías, allí estuvimos internas un año .mi mamá se quedó con los más pequeños.

Cualquier día nos llegan con la noticia que se ahogó mi hermano Julio de ocho años.

Terminamos la primaria y nos fuimos a vivir a Cali, éramos buenas estudiantes, Cuando nos graduamos fue muy lindo y triste a la vez porque mi mamá no pudo ir.

Nos llevaban al río y a los charcos al terminar la primaría era como un premio.

En el valle tenían una costumbre que es usted se levanta y sale a comprar el desayuno, después vuelve por lo del almuerzo. Vendían dos centavos de una cosa, tres de otra, dicen que el Antioqueño come mucha arepa, pero en el valle se come más, allá si se come maíz d en todas sus presentaciones, venden por ejemplo la carantanta, que son unas conchas grandes que se le echan a las sopas, tortillas de maíz, champús que es una bebida de maíz,

En Cali, teníamos unos muy buenos vecinos, uno de ellos era Don Jorge. Quien trabajaba en la KODAK, Él me consiguió un permiso de trabajo para que yo trabajara en la fábrica calcetería Mariella, tenía para entonces 16 años.

La vida se fue yendo, yo me iba a pie de mi casa a la fábrica y tenía que pasar el barrio de tolerancia.

Nosotros vivíamos en la segunda norte con la 81 y nos íbamos a pie hasta el trabajo.

En Cali , vivían muchos paisas y tenían graneros, a mí me encantaba comprar en los graneros de los paisas, porque me gustaba oírlos hablar.

Cuando murió el abuelo Manuel Salvador, en medio de esa tristeza fue alguien de la iglesia pentecostal a orar con nosotros y mi mamá y mi hermana Ester Julia, empezaron asistir a esa iglesia

Pasando a otro tema recuerdo que cuando yo trabajaba les compraba unos zapatos de bota a las chiquitas de la casa, yo no sé cómo mantenía esa casa, a mí me tocaba todo, la comida la ropa, La misericordia de Dios es tan grande, y ellos tan juiciosos que los zapatos les duraban todo el año. A Sarita era la única que no les duraba Los zapatos-que pata tan brava.

Creo que para la época ganaba 14 pesos. No recuerdo bien, lo que sí recuerdo es que un par de panela valía 15 centavos.

Tenía dos amigas en la fábrica, a una le gustaba mucho montar en bicicleta y mi mamá nunca la supo querer, por ese detalle que le gustará montar en bicicleta, ella, mi amiga fue la que me enseñó a montar en bicicleta. Cierto día nos fuimos por la octava y un bus casi me atropella quedando bajo las llantas y más nunca volví a montar en bicicleta. Golpizas fue las que me gané de mi mamá por montar en bicicleta- me fascinaba. hoy en día veo esas bicicletas del metro y digo ¡ay que dicha!

Tenía entonces creo que diecisiete años, cuando conseguí mi primer novio de cartas, él vivía en Popayán.

Como el paisa habla maravillas de su tierra, yo decía: que dicha conocer a Medellín y en las primeras vacaciones que tuve mi mamá me dio permiso y me vine a conocer.

Mi mamá me trajo hasta Pereira, y me embarco en el tren hasta la Pintada y luego tomé otro bus hasta Medellín. y me quedé un mes. Nos íbamos al Parque Berrio a ver televisión en una vitrina que tenía el almacén Navarro Ospina, allí nos parábamos a mirar televisión. Me tocó ver los alumbrados de la avenida La Playa, y, llego a Cali hablando bellezas de Medellín.

Entusiasmé a mi mamá y ella dijo: tengo que ir a conocer el tal Medellín, vino lo conoció y dijo: nos vamos a vivir a Medellín.

Y vendimos todo, lo poco que teníamos, Eso fue una aventura, Llegamos a vivir en casa de don Telesforo, Mélida , mi hermana ya estaba casada y vivía en Palmira.

Tenía entonces creo que diecisiete años, cuando conseguí mi primer novio de cartas, él vivía en Popayán.

Luego en Medellín apareció mi esposo, Bernardo, quien fue respetuoso a morir, lo único que hacía cuando se iba a despedir era darme un beso en la frente.

La casa en Caicedo costo 5.000 pesos





Al año de venir a vivir a Medellín , un señor don Manuel, que vendía cortes de tela por las calles, le ayudo a mi mamá a encontrar la casa en el barrio Caicedo.

Fuimos a ver la casa y no subía el carro hasta allá. Eso era un monte

era cambiar las calles pavimentadas del barrio Belén por las empinadas y polvorientas calles de San Antonio. Pero mi mamá estaba feliz y cantaba Yo tengo ya la casita

Una vez allí instaladas llegó la familia Moreno( dos esposos con 5 hijas) a vivir con nosotras éramos dos familias en esa casa tan pequeña.

Esa casa costó 5.000 pesos, tenía una fuente en la entrada. y un balcón con hermosas persianas.

Subíamos unas lomas inmensas con unos tacones altísimos, ya éramos unas señoritas todas,

La terminal de transporte de los buses quedaba en lo que se denomina la Bocacalle.

Tenía entonces creo que diecisiete años, cuando conseguí mi primer novio de cartas, él vivía en Popayán.

Luego en Medellín apareció mi esposo, Bernardo, quien fue respetuoso a morir, lo único que hacía cuando se iba a despedir era darme un beso en la frente.

Me puse luego a trabajar en el Astor, aún vivíamos en Belén y allí llegó don Bernardo a cortejar. Como era de aliñado. Había una cooperativa del vestido cerca al parque bolívar, filial de la cooperativa familiar allí él sacaba cada seis meses un vestido, cuando nos casamos Isvelia, la hermana mayor le mandó 22 camisas de cuello, bien organizadas, el planchaba los pantalones con un periódico mojado, las planchas eran de brasas. Se llenaban de carbón y se cogían con un trapo.

¡A mi mamá no le gustaba él, ella decía que ese hombre es muy orgulloso!

Ella decía: no se junte con inconversos, yo no quiero inconversos en mi casa.






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