Una nave espacial, que viaja a un planeta lejano transportando miles de personas, tiene una avería en una de las cápsulas de hibernación tras el impacto con un gran meteorito. Como resultado, un pasajero se despierta 90 años antes del final del viaje.
Dicho punto de partida ya ha sido utilizado con anterioridad, un ejemplo bien a mano, es Alien de Ridley Scott que utilizaba el criosueño espacial de forma accidentada. Sin embargo, el camino que toma Jon Spaihts, guionista de Prometheus y Doctor Extraño, es distinto a la gran mayoría de películas espaciales.
En el primer tramo del film, a pesar de cumplir todos y cada uno de los estereotipos de la ciencia ficción espacial, la película consigue mantener el interés del espectador, gracias a un aura misteriosa. Desde luego, un inicio mucho más interesante que la segunda mitad de la película.
Porque entrados en la materia científica que se nos propones, las irregularidades ocupan una parte importante del film. Dichas irregularidades llegan cuando el personaje femenino de la película entra en acción y su parte romántica predomina sobre el resto durante buena parte del mismo.
Es cierto, que esta parte es necesaria y le da coherencia a la relación que mantendrán los dos nuevos tripulantes. Sin embargo, esa mezcla puede no ser del agrado de todo el público.
Protagonizada con bastante acierto por dos de las caras más famosas en la actualidad, Jennifer Lawrence y Chris Pratt, entre los que nace bastante química y compenetración, aunque ello suene feo, dando credibilidad a la típica relación de pareja, con sus momentos buenos y malos, muy a pesar de las terribles nubes de algodón de azúcar que nos tragamos durante una parte del metraje.
Lawrence a pegado un gran salto como actriz gracias a su papel de Katniss en Los juegos del hambre y como Mística en la nueva trilogía de X-Men. Y a Pratt no le viene de nuevo lo de la actuación, pero su popularidad ha crecido gracias a su papel en Los guardianes de la galaxia.
A pesar de los altibajos y la poca coherencia científica y mecánica que mantiene Tyldum durante la mayor parte de la película, curiosamente, ambos actores son los que acaban salvando la película del derrumbe total.
Porque seamos sinceros, aunque lo haga a base de estereotipos y clichés, Passengers emociona cuando tiene que emocionar y te mantiene en tensión cuando lo tiene que hacer, aunque ello suponga saltarse la credibilidad y la lógica. Incluso, en los momentos en que el romance adquiere mayor protagonismo la película funciona mejor de lo esperado.
Dicha parte romántica es un periplo en que Tyldum deja de lado la ciencia ficción y se concentra en un discurso moral, entre lo correcto e incorrecto, la verdad y la mentira, sobre la necesidad del ser humano de (más allá del amor) mantener relaciones sociales con otros de nuestra especie. Una cualidad que justifica ciertas normas que el guión se empeña en resaltar.
El punto negativo, por poner alguno, es que lo hace a costa de trampas emocionales adheridas al guión y que lo dinamitan sin importar lo más mínimo que el manuscrito mantenga credibilidad en ciertos momentos, sobre todo, en la base científica y mecánica.
Gran parte de esa emoción que he mencionado, es sobredimensionada gracias a la banda sonora compuesta por Thomas Newman, compositor de Cadena perpetua, Revolutionary Road o Skyfall. El californiano ejerce una muy buena labor en toda la cadena de sentimientos en el espectador.
Las primeras críticas de Passengers no han sido demasiado esperanzadoras ni benevolentes. No estamos ante una obra que podamos clasificar en nuestra videoteca en la sección de ciencia ficción, ni tomar como un referente dentro del género. Pero lo que no podemos negar es que la película cumple debidamente con un diseño de producción brillante.