LLevaron el cuerpo del apóstol hasta el puerto romano de Iria Flavia, la capital de la Galicia romana. Aquel territorio estaba gobernado entonces por la reina Lupa o Loba, a la que pintan cruel y despótica, pues puso toda clase de trabas a los discípulos cuando éstos le pidieron un lugar donde dar digna sepultura al Apóstol. Cuentan que, les dio una pareja de toros bravos que los discípulos tuvieron que amansar antes de tirar del carro mortuorio. Cuando vio este prodigio, la reina Loba dió su consentimiento para que dieran tierra al santo cuerpo en el bosque de Liberum Donum, donde levantaron un altar sobre el arca de mármol.
Pasaron ocho siglos y, un ermitaño llamado Pelagio vio un gran resplandor sobre aquel bosque y fue a comunicárselo al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, dejando así a su obispo la gloria del descubrimiento.
En base a este suceso se llamaría al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela. Aquí, sus restos fueron enterrados en un sepulcro, en donde luego también descansarían los de sus dos discípulos.
Teodomiro, quien después de apartar la maleza descubrió los restos del apóstol identificados por la inscripción en la lápida. Informó al Rey Alfonso II del hallazgo, acudió al lugar y proclamó al apóstol Santiago patrono del reino, edificando allí un santuario que más tarde llegaría a ser la Catedral.
El fabuloso hallazgo corrió de boca en boca hasta la corte donde Alfonso II ‘el Casto’, ordenó la construcción en ese mismo lugar de una iglesia que, con el pasar de los siglos, sería un símbolo de toda la cristiandad.
El crecimiento de Santiago de Compostela fue tal, que el antiguo obispado de Iria Flavia fue trasladado a esta incipiente localidad. Poco se sabe de estos primeros años aunque la Historia Compostelana proporciona detalles de la vida de los sucesores del obispo Teodomiro relacionados con las modificaciones de la primitiva iglesia.
Diversos restos arqueológicos confirman la existencia de un castro en el lugar donde apareció el sepulcro de Santiago. A este castro, radicado en el eje de una red viaria, pertenecería la necrópolis donde apareció el sepulcro apostólico, y en él se documenta una población desde época prerromana hasta la Alta Edad Media. Sin embargo, en el s. IX, momento del descubrimiento del cuerpo del Apóstol, el asentamiento estaba abandonado.
El obispo de Iria Teodomiro y el rey asturiano Alfonso II dotan al lugar de una estructura jurídica y desarrollan una actividad constructiva que conformará el locus Sancti Iacobi. Este recinto, de unas tres hectáreas, se aísla física y espiritualmente del mundo exterior mediante una cerca defensiva. En su interior se distinguen dos conjuntos de edificios: el complejo episcopal y el monacal.
El primero comprendería la iglesia de Santiago, probablemente, de una sola nave, adosada al edículo sepulcral que actuaba como ábside y con un único altar, el de Santiago. En su entorno existía un cementerio en uso hasta el s. XI. Debemos imaginar esta iglesia como una obra de albañilería rudimentaria por la mención que de ella se hace en el acta de consagración de la posterior basílica de Alfonso III, que la describe como ex petra et luto opere parvo. Al norte de esta edificación y cerca de ella se erguía un baptisterio dedicado a san Juan Bautista.
En la zona suroeste del locus se construye una residencia para los obispos de la sede iriense que, a partir del descubrimiento del mausoleo, se trasladan a Compostela.
Los responsables del culto apostólico eran los monjes de Antealtares. El complejo monacal se levantaba hacia naciente, prácticamente lindando con la iglesia de Santiago y separado, quizás, por una cerca. Por su posición respecto a las iglesias de Santiago y San Juan, el monasterio fue denominado de Antealtares. Este conjunto constaba de una iglesia dedicada al Salvador ?posiblemente, con tres altares consagrados al Salvador, San Pedro y San Juan Evangelista? y de unas oficinas monásticas.
EL SEPULCRO APOSTÓLICO
Cuando en 1879 se redescubrieron los restos del edículo sepulcral, oculto desde el s. XVI, se encontró un recinto compuesto por dos compartimentos comunicados entre si. Los escasos datos que se pueden extraer de esta estructura -cimientos de un mausoleo con sillares romanos o de tradición romana- dieron lugar a diferentes hipótesis sobre su aspecto original. Los estudios más recientes consideran el edículo primitivo como una arquitectura modesta, de una sola cámara en altura, con un altar sobre la tumba del apóstol y con acceso oeste-este. Es posible que su interior estuviera abovedado y decorado con mármoles, facilitando la asimilación del mausoleo con los topónimos Arce Marmarica y Arca Marmarica con los que se menciona en los textos más antiguos el lugar donde yacía el cuerpo de Santiago.
Actualmente llegan a la catedral miles de peregrinos de toda Europa , principalmente en Año santo.
The post Orígenes del Camino de Santiago appeared first on Nest Style Hotels.