Hola lector@s!
El verano llama a la puerta y con él llegan las ansiadas y merecidas vacaciones. Esa maravillosa época de relax, descanso y ocio que nos ayuda a desconectar del trabajo, los estudios y la rutina, y de rebote, nos deja mucho tiempo libre por delante. Puede ser una buena época para retomar el hábito de la lectura y por eso este mes os traigo una recomendación perfecta para este verano.
Este mes me he estrenado con Marian Keyes. No había leído nada de esta autora y ha sido todo un descubrimiento, algo diferente a lo que he leído hasta hoy. Este libro recopila una serie de artículos, algunos inéditos, que la autora ha ido escribiendo a lo largo de los años, en los que se abre contando cositas, manías y anécdotas de su vida.
¿Estáis dispuestos a descubrir los secretos de una de las autoras más famosas y queridas del mundo? ¿Sí? Estupendo, porque este libro los contiene casi todos: desde su adicción a los cosméticos hasta los imprevistos de sus muchos viajes, pasando por conflictos con el peluquero y su relación con Twitter.
Las reflexiones de Marian Keyes, de la primera a la última, despiertan de forma inmediata una deliciosa sensación de complicidad. Sabíamos que el mundo actual podía ser, por momentos, divertido y absurdo, lo que no sabíamos era la opinión de Marian Keyes. He aquí la respuesta, una auténtica lección de humanidad.
Es una lectura muy amena, ligera y fácil. Divertidísima y con un gran sentido del humor. En la primera página ya estás enganchada. Narración muy cercana, fluída y ágil, con un vocabulario sin tapujos. Perfecta para leer a ratitos ya que los artículos no tienen un orden cronológico, por lo que puedes ir leyendólos según te apetezca.
«Las pestañas. Qué maravilla. Cuantas más mejor, gracias. A lo largo de los años, siempre que alguien me maquillaba veía el espectacular efecto de las pestañas postizas, pero yo sola nunca conseguía pillarles el tranquillo.
Entonces oí hablar de las extensiones de pestañas: pestañas postizas que se pegan una por una en tus pestañas auténticas y duran hasta que estas se caen de manera natural. Se acabó el rímel. A partir de ahora podría lucir unas pestañas largas y oscuras las veinticuatro horas del día. Me parecía sacado de un cuento de hadas.
De modo que fui y me tumbé en una camilla, pero para mi gran consternación —estoy hablando de hace unos años— las extensiones pesaban tanto que me tiraban los párpados abajo, y durante los días siguientes más de una persona me comentó que parecía Salman Rushdie.
Además, me notaba muy «parpadeante». Cada vez que parpadeaba (y fue ahí cuando descubrí que parpadeo un montón) era como si lo hiciera a cámara lenta. Para colmo, las pestañas eran rígidas y crujientes y por la noche chirriaban contra la almohada y no me dejaban dormir, y si me dormía sobre ellas, al día siguiente me las encontraba retorcidas en extrañas contorsiones geométricas.
En cuestión de días empezaron a caerse, llevándose por delante mis pestañas naturales, y al cabo de nada tenía los párpados calvos. Fue una mala experiencia, pero pensé: «No te acostarás sin saber una cosa más».
¿Y vosotras, ya estáis preparadas para reír a carcajadas este verano?