Como ya os conté en el anterior post, el segundo día de nuestro viaje de carretera comenzó bien temprano en Solvang. Sabíamos que nos esperaba una larga jornada al volante, así que desayunamos bien fuerte y nos pusimos en marcha. Todos hablan maravillas de la Costa Pacífico, y no les falta razón. Cuando estábamos conduciendo por la Pacific Coast Highway, ya nos empezamos a hacer a la idea de las grandes dimensiones que tenía el país y nos impresionaron sus larguísimas e infinitas carreteras: ¡tal cual como en las películas! Después de un par de horas, paramos en Elephant Seal Vista Point. Se trata de un mirador a pie de playa muy concurrido. ¿Y el motivo? Pues que allí mismo se concentran un montón de leones marinos en libertad. La verdad es que disfruté un montón haciendo fotos por allí, y es uno de esos lugares que por nada os deberíais perder si vais de ruta.
Otro lugar que nos llamó especialmente la atención, fue el Ragged Point Inn & Resort. Un lugar tan solo a unos pocos kilómetros del anterior y con unas vistas aún más espectaculares. Os confieso que allí probé el café más horripilante de toda mi vida, pero al menos me sirvió para posar toda orgullosa en la primera foto de este post. ¡Toda una casualidad, el haber descubierto este rincón!
A la hora del almuerzo, hicimos una parada rápida en Monterrey. Dejamos el coche en un parking muy céntrico y paseamos un poco por su muelle. Picamos algo justo allí, en la terraza de la cafetería Water and Leaves. Me gustó mucho porque teníamos vistas directas al mar, donde había un montón de leones marinos nadando entre los barcos. Reconozco que me quedé con ganas de hacer alguna de las rutas guiadas en barco para observar las ballenas que hay por la zona.
Y después de esto, recuerdo que comenzó una auténtica odisea. Nos pasamos horas y horas atascados en las autopistas cercanas a San Francisco. Ya a oscuras y después de más de cinco horas, llegamos a nuestro objetivo del día: Sutter Creek. Un lugar que tenía muchísimas ganas de conocer, y en el que me sentí: ¡como en el auténtico oeste! Ese día cenamos en el restaurante mexicano del pueblo, donde nos prepararon unas quesadillas riquísimas. Recuerdo que no eran ni las ocho de la tarde y no había ningún otro local abierto. Algo que me pareció curioso, porque no tenía ni idea de lo temprano que cenan y se recogen a casa los americanos.
El tercer día, aprovechamos para relajarnos y disfrutar del pueblo. Recorrimos un poco en coche los alrededores, plagados de aldeas antiguas y de minas de oro abandonadas. Reservamos una mesa para cenar en el restaurante del Hotel Sutter, donde nos comimos una hamburguesa que nos supo a gloria. Bueno más a mí, porque al Pepe no se le ocurrió otra cosa que pedirla al estilo jalapeño y para mí que sufrió un poco con el picante. Esas dos noches, nos alojamos el Hotel Hanford House que sin duda fue todo un acierto. Nos encantó que cada día a las siete de la mañana, nos dejaban a la puerta de nuestra habitación un par de bollos recién horneados. Y en el pasillo, todo lo necesario para prepararnos un café para llevar con los pijamas aún puestos. Además el desayuno que sirven en su restautante Element, fue de los mejores que probamos en todo el viaje: ¡riquísimo y auténticamente americano!
En definitiva, la visita a Sutter Creek no nos pudo gustar más: ¡realmente auténtico y los habitantes del pueblo de los más amables y encantadores que nos podíamos encontrar! Como siempre una pena, no haber tenido más tiempo para disfrutar todavía más del lugar.
Pero recordad que: ¡mi aventura americana acaba de empezar, y en el próximo post os contaré mucho más!
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