Afirma la sabiduría popular que en la casa del herrero, los cuchillos son de palo. Para no desmentir el refranero, esta entrada llega a vos sin edición alguna, en la más absoluta contradicción con mis propias palabras en el post tardío de este miércoles: Calidad de contenido: estrategias de edición y corrección. Por que sí. O de pronto para demostrar que se puede escribir un contenido digno sin preocuparse por los parámetros, las reglas de Webmaster y el desborde de escritura sobre cómo deben -y más específicamente cómo no deben- ser los artículos de un blog si quiere tener visibilidad para los buscadores. Estimadísima, este es un post absolutamente intrascendente, sin pretensiones de calidad, escrito por una desmesurada de vacaciones pascueras en su ranchito.
Le mesa está servida: la versión frugal.
"Sin edición" no significa necesariamente sin respeto por quien lee. O más breve. No te ilusiones. En el universo desmesurado no se considera la posibilidad de una escritura concreta. Sí es una entrada que no voy a re-leer, escrita en abierto desafío a todo pre-juicio literario, También es un post que rescata algunas fotografías que tomé durante el último día del pasado año, porque revisando carpetas -en un esfuerzo de limpieza cibernética- descubrí que allí estaban olvidadas y me dieron nostalgia. Abril, que dicho sea de paso es mi mes preferido, tiene esa atmósfera otoñal que se presta para las evocaciones. Ya vivimos el primer trimestre del "nuevo año" y de pronto tomo conciencia de la velocidad de vértigo con la que se suceden los días. Lo cual no sería un inconveniente en sí mismo si no fuera porque tengo algunos pendientes de importancia que estoy postergando. Soy la reina de la "procrastinación", palabra elegante que se puso de moda en los medios para definir una actitud que en mi entorno han calificado con menos refinamiento. No voy a usar en este espacio términos rioplatenses ofensivos a la sensibilidad lectora. Me quedo con la idea de que soy una procrastinotuda. Y todos tan contentos. De hecho, en este momento escribiría una oda a la procrastinatud como principio vital, cansada como estoy de escuchar alabanzas extremas a la eficacia y el aprovechamiento radical de las horas.
Y es que frente a la idea de una vida regida por las prisas y las tecnologías, me quedo con la calma que inspiran estas imágenes. Claro que no todo es calma y espíritu zen en el ranchito desmesurado. El pescado pesimista que ocasionalmente me gobierna (¿les conté que soy de Piscis y hay días que amanezco con los pescados cruzados?) está viendo el césped de fondo en la imagen y recuerda que ayer tuvo ganas de acogotar a no-marido porque, en su cruzada por la frugalidad familiar, se niega a que nadie externo lo ayude a cortar el pasto. Se niega a pagar, obvio. Ergo: mi jardín se parece a las huellas de Nasca. Solo que estas líneas no las hicieron los dioses...
Dígase que una está convencida de las renuncias y concesiones que implica la convivencia y las acepta resignadamente. Además, cuando me despierto con el pescado bien aspectado, los simbólicos rastros de la bordeadora me causan risa. Si hasta parecen un homenaje a Pollock. Porque en definitiva, qué importancia real tiene si el césped es o no es perfecto y porque descubrí al único ser humano que corta el césped con la "bordeadora" sin cortar los bordes y hace un manifiesto al expresionismo abstracto al mismo tiempo. En definitiva, Camilo sentenció que "Papá hizo un trabajo artístico". La complicidad masculina se extiende en esta casa y hay que detenerla antes de que me devore....
Y si me devora, por lo menos que me encuentre con la mesa servida. De la forma en que lo hacemos por aquí: con una colcha de una plaza sustituyendo el mantel y los pocos elementos de vajilla con los cuales contamos y todavía no rompimos. No me pregunten por qué, pero en el ranchito se rompen platos y vasos de forma descontrolada. De hecho, haciendo caso omiso de mi fobia al plástico, compré platos de melamina. Con detalles de diseño, pero melamina al fin y al cabo.
Totalmente frugal esta mesa, casi espartana. Pero no por eso sin algún detalle, como el acento vegetal (qué linda forma de decir "ramitas") y los honguitos que sostienen las tarjetas de sitio con su árbol abstracto...No se olviden que estas fotografías responden a otra época del año, que lo de ser procrastinatuda se aplica también a la publicación de material gráfico.
Si querés disfrutar del aire libre....
También tengo opciones para mostrarte si estás buscando un poco de aire libre. Por lo visto el 31 de diciembre me levanté con la cámara en la mano. Solo ahora que observo las imágenes, recuerdo que mi idea fue armar la mesa en la pérgola porque venían a cenar mis suegros y mis cuñados. Mientras disponía los platos, se largó una llovizna finita pero molesta que me obligó a pensar en un plan B. En un ranchito como el mío, eso significa: aunque sea chiquito, hay que usar el living.
Por ese motivo, la lluviecita molesta y persistente con la que despedimos el año, estas imágenes carecen de los honguitos lucidores y de las tarjetas de sitio. Con lo cual, más frugal y simple aún. Como para demostrar que la naturaleza es la mejor ambientación.
Despojada de abalorios se ve tan linda para mí... Claramente soy minimalista: no extraño en la imagen ni el color ni el detalle. Como he dicho antes en este blog, me río de los noruegos. Esta uruguaya tiene espíritu escandinavo desde antes de conocer la decoración nórdica.
De esta forma, me despido, deseándole un sereno y reflexivo Viernes Santo a quienes son cristianas y un feliz fin de semana largo para quienes no lo son. Porque más allá de los cultos lo esencial de las fechas que nos permiten unas horas libres es disfrutar de nuestra familia, de los amigos cercanos y por supuesto de la hospitalidad de Marcela y las chicas de baldosas amarillas.