Este es uno de esos post que no tienen categorización posible. Ni cómoda cabida en una planificación seria de contenidos. Es una entrada personal -no concibo otra forma de escribir- pero también quiere ser una guía de aprendizaje para quienes son emprendedoras creativas. También es uno de esos textos que necesitan contextualización... Las últimas semanas fueron las más intensas en un lustro. Desde mi embarazo no vivía un proceso tan movilizante. En diversos sentidos y en todos los planos del ser (si sos de las que se inclina por las propuestas ontológicas). Cuerpo, mente y espíritu están viviendo una revolución, literalmente: un cambio radical. De esos que se producen cuando ya no se puede dar un paso atrás. Entonces...Me planteo por qué parar...
Precisamente este momento -en el cual se inicia el recorrido, se definen las metas y se aproxima un lanzamiento- es en el que menos esperamos que surjan adversidades. Pero ¿sabés qué? Suceden. Frente a los hechos hay dos opciones: hundirse en la desesperación o actuar en consecuencia. De pronto pienses que es el menos indicado para detenerse a reflexionar. ¿Qué fue lo que hice? Pues eso, obvio, detenerme a reflexionar. Ya que las circunstancias me ponen frente a un lapso de desconexión virtual, lo uso para consolidar otros vínculos y establecer relaciones entre mis propias ideas.
Una consultora de gestión empresarial posiblemente considerara mi silencio de casi una semana, una falla estratégica. Sin embargo, el espíritu intensional no es el de las start up, ni mucho menos el de la gestión de proyectos financieros. Si algo pretendo de intensional es que sea el costado humano del emprendimiento. Aunque con esta última idea, claramente me refiero a los emprendimientos que generan ingresos y son una solución laboral para creer, crear y servir, también quiero referirme a otros tipos de emprendimientos vitales menos publicitados en el actual panorama saturado de consejos para emprendedoras creativas.
No voy a sostener el misterio para que te cuestiones que me sucedió. Lisa y llanamente se me rompió la computadora personal, la cual a estas alturas, más que una placa madre y muchos circuitos, es el espacio en el que se encuentran todos mis archivos: los intensionales y los desmesurados. Sin respaldar. ¿Por qué? Porque no tuve la prevsión. Nunca consideré entre los posibles inconvenientes del lanzamiento de un curso, perder toda la información elaborada hasta el momento.
Tuve mi instante de furia. Me enojé conmigo misma por incauta y pataleé un rato aunque sabía que la única solución era actuar rápido, adaptándome a las nuevas circunstancias. Afortunadamente, superé el fastidio para elaborar un plan alternativo. Un cambio de estrategia que me permitió descubrir una de las formas ocultas de mi impostora: hacerse la olvidada. Confiar en el destino sin previsiones. Mentiría si te dijera que durante el proceso de escritura pensé en respladar los documentos en un pendrive o en el Google Drive, por ejemplo. En mi imaginación, nunca estuvo presente el escenario de una computadora rota y un service lento -muy lento para mis necesidades actuales- que no ofrece garantías de recuperar nada.
Sin embargo, también fue un momento de reconciliación. El espacio de estos días de reflexión me permitió observar un patrón común en todas las situaciones de crisis: me repongo rápido y elaboro estrategias alternativas -apelando a toda la creatividad de la cual soy capaz- cuando me siento en la cuerda floja. En el más cotidiano y poco elegante de los símiles, te diré que soy como una olla presurizada: cocino mejor cuando la presión me supera. Por lo visto, es una condición natural. No realizo ningún ejercicio de focalización o de motivación consciente para buscar las soluciones. No recurro a la meditación trascendental, las frases motivadoras o los libros consoladores. Quizás sea una de las mayores fortalezas de mi carácter, saber cuándo retirarme a pensar.
En ocasiones, la mejor estrategia de desconectar para "poner los cables en orden" y seguir adelante cuando cada cosa se encuentra en su lugar. Desconectarte momentáneamente para darle oportunidad a esa forma de vínculo orgánico que es la sinapsis. Sinapsis más allá de la contaminación informativa de internet, donde proliferan los gurús del éxito augurando desgracias si te detenés un minuto porque la competencia camina más rápido. Y mejor. Reforzando tu sensación de malestar íntimo pero paliándolo con un recurso tan mágico como las fuerzas del universo.
Si sos una emprendedora creativa comprendés exactamente sobre lo que estoy escribiendo. Somos temperamentales, en ocasiones olvidamos las previsiones e intentamos confiar en esas mismas fuerzas universales o en los gurú de moda o en el best seller de los negocios cuando lo único que tenemos que hacer es parar a pensar. Luego, más calmada, elaborás tu nuevo plan de acción. totalmente ajena de las profecías pero atenta a tus propias necesidades y ritmos. Seguramente no vamos a ser las próximas nominadas a ningún premio de la Cámara de Comercio. Eso seguro. Que mi ejemplo, sea el que te impulse a confiar en tu propia fortaleza pero con un respaldo, por favor. Y me retiro sin más discurso porque hoy...tengo mucho por hacer.