Uno de los conflictos bélicos más importantes del pasado siglo XX, la guerra de Vietnam, produjo decenas de películas basadas en lo allí vivido, y que se siguen realizando hasta nuestros días. Llevadas a cabo en ocasiones por cineastas que participaron en el combate, prácticamente dieron luz a un género propio y al mismo tiempo demostraron la importancia que tiene el cine en la era moderna cuando hablamos de definir periodos históricos y documentar la realidad.
La gran recesión económica de 2008 es probablemente el pedazo de historia reciente (o incluso actual) que de manera más clara define nuestro modo de vida hoy en día, junto tal vez a la llegada de nuevas tecnologías. Si bien es una historia ya contada (Inside job, Margin call, The company men, El lobo de Wall Street), es palpable que nuestra sociedad no ha podido comprenderla del todo y todavía hay hueco para más trabajos que se encarguen de abordarla, como La gran apuesta. De hecho, lo terrible sería descubrir que ya hemos crecido con respecto a lo ocurrido entonces, y que la estrategia de perdonar y olvidar ha funcionado mejor que la obligación de exigir respuestas y recordar.
Así, una vez entendida como necesaria, La gran apuesta tiene muchas otras ambiciones. La más obvia es un cuasioscarizado reparto formado por Brad Pitt, Christian Bale, Ryan Gosling y Steve Carell. Ellos son el mayor atractivo, pero no ofrecen realmente nada significativo en conjunto. Claro que el camaleónico Bale sabe ganarse a su público, o que Carell sigue demostrando que se siente cómodo en el drama, pero todos parecen, al mirar el cartel, una cuidada estrategia de marketing más que un verdadero y pensado ejercicio de casting.
Así que la pelota está en Adam McKay, director. Autor de otras como Ant Man o prácticamente cualquier comedia en la que aparezca Will Ferrel (Hermanos por pelotas, Anchorman), el ritmo con el que impregna a la película es tremendamente efectivo. Aplicando los controlados tiempos que requiere una buena comedia a este drama ligero consigue el doble de potencia, con momentos mucho más divertidos y tragedia más marcada. El ya mencionado documental Inside Job conseguía lo mismo de forma a veces idéntica, intercalando hechos o cifras demenciales con ridículas declaraciones grabadas de supuestos expertos en materia que resultaron ser simples mentirosos. Y lo que es peor, conscientes de ello.
Con una banda sonora más que cuidada y secundarios a la altura, a La gran apuesta no le falta nada, simplemente tiempo para que entendamos si verdaderamente puede definir lo ocurrido con exactitud para nuevas generaciones, igual que lo hizo Apocalypse Now con Vietnam o Uno, dos, tres con la Guerra Fría. Si lo consigue, será un éxito. Si no, nos lo habremos pasado bien.
En una frase: una entretenida forma de recordar algo que no se debe olvidar.