Dicho preestreno ha sido acogido por el Festival, que lo ha presentado como un evento previo al próximo 50 aniversario del Festival, que se celebrará del 5 al 15 de octubre de 2017. Bastante comprensible, teniendo en cuenta que el logotipo del Festival lo compone el gran gorila
La primera película en la que aparecía el rey mono, tiene la friolera de 84 años a sus espaldas. La criatura en cuestión, ha tenido varias secuelas en la gran pantalla y en televisión. Incluso, Peter Jackson (El Señor de los anillos) realizó un remake en 2005. La obra de Jackson incluía elementos propios, pero seguía las pautas mucho más de cerca que no la nueva versión dirigida por Vogt-Roberts. Pero esto no es tan mala señal como pueda parecer en un principio.
Definir la película de Jordan como un remake, es tarea peliaguda. Digamos que es una relectura. Kong, utiliza los elementos clásicos de la obra original, en especial, la protagonista femenina que enamora al gran Kong. Algo que aquí se traslada a la compasión, otro acierto. Las intenciones son muy similares, pero los medios y el desarrollo son distintos.
La película acaba tomando sus propias decisiones y cambia el rumbo de la historia a su antojo. Y eso es todo un acierto, la verdad. Una apuesta arriesgada de la que todo el equipo ha salido airoso. Si hubiesen calcado la historia, habría sido cansino.
Un diverso equipo de exploradores es reunido para aventurarse en el interior de una isla del Pacífico -tan bella como traicionera- que no aparece en los mapas, sin saber que están invadiendo los dominios del mítico King Kong.
Los guionistas Dan Gilroy (Acero puro), Max Borenstein (Godzilla) y Derek Connolly (Jurassic World) nos ofrecen un divertimento de gran espectacularidad, sin olvidar un hilo argumental lo suficientemente coherente y que respeta las pautas más vitales de la historia; la relación entre Kong y la especie humana.
Han conseguido equilibrar y repartir el conjunto debidamente. Puede que el tramo central sea un poco más ‘transcendental’, argumentalmente hablando, pero saben levantar el vuelo justo a tiempo en un reprise final con una épica confrontación que nada tiene que envidiar al recibimiento de Kong a los helicópteros a ritmo del Paranoid de Black Sabbath.
El resultado es un espectáculo sin demasiadas pretensiones con un guión bien elaborado para un producto de esta índole, pero que no es para tomárselo a pecho, ni demasiado en serio.
En ese caso, se corre el riesgo de que el guión se desinfle como un globo en la cara del espectador.
Dentro de lo que es el film en sí, el contraste entre lo realista y los geniales excesos visuales que comete, pueden poner en entredicho algunas secuencias si analizamos la película concienzudamente.
Pero no hemos venido a eso. Hemos venido a disfrutar y lo hemos hecho. Lo que es 2012 de Roland Emmerich para el cine catastrófico, es Kong para las monster movies. Cumple a la perfección.
A pesar de toda lo modernidad de la que hace gala la presente obra, la influencia de Harryhausen y su popular técnica del stop motion, han influido en todo el cine actual de monstruos gigantes, incluido ésta. Sin él, ni sus fantásticos mundos, el monster verse actual , probablemente, no sería lo mismo. Otras películas que también han influenciado a este subgénero, son las del ‘género’ Kaiju, vamos, lo que vienen a ser las películas de Godzilla, Mothra etc.
A pesar de toda esa capa de modernidad aderezada por efectos digitales, la película de Vogt mantiene, casi intacto, el espíritu de película de aventuras clásica. Hasta en ciertos momentos, puede recordar a una serie B si hacemos caso omiso a sus espectaculares efectos especiales, que dentro de lo digital, son excelentes.
Argumentalmente, el film no busca una gran profundidad, ni hacernos reflexionar, ni emocionarnos con edulcoradas y emotivas escenas. Es una película moderna, libre y directa. La presentación de los personajes es rápida y concisa, en apenas 20 minutos sabes todo lo necesario de cada uno de ellos, para empatizar o detestarlos, según sea el caso. Muy poco, si tenemos en cuenta que dura 120 minutos.
Y el punto de partida de la historia se pone sobre la mesa con unos títulos de crédito iniciales con los que se resumen tres décadas entre su prólogo ambientado en la segunda guerra mundial y el presente de la película, el año 1973. Esos 30 años se encuentran perfectamente sintetizados. Posteriormente, ya metidos en la película, ésta nos alecciona y nos sermonea con algo que ya sabemos, que el ser humano es destructivo y hostil haya donde va y por donde pasa, pero siempre mola recordarlo.
El reparto compuesto principalmente por Tom Hiddleston, Brie Larson, Samuel L. Jackson, John Goodman se complementan como un gran equipo. Todos ellos están fantásticos y naturales, incluso, el sobreactuado Samuel en su excéntrico delirio destructor.
Henry Jackman, compositor de X-Men: Primera generación y Capitán América: El Soldado de Invierno recarga de intensidad todas las escenas de acción con una partitura que no va a pasar a los anales de la música, pero que cumple perfectamente su cometido.
Por último, destacar la buena labor que han hecho el apartado de efectos especiales y la animación del gran Kong, creo que han conseguido el equilibrio perfecto entre humanidad y agresividad. Y el diseño y tamaño que le han otorgado me parece brillante. Algo que destaca gracias a los encuadres de los planos que están perfectamente realizados.
Kong, no es una película que vaya a pasar a ser de mis favoritas, pero mientras escribo esto, me vienen escenas a la cabeza, que hacen que me esté gustando un poco más cada minuto que pasa. Como punto negativo, pues la pausa que hay en su tramo central y la falta de carisma en los monstruos principales a los que tiene que hacer frente Kong. Y por favor, quedaros hasta el final de los créditos, lo que se nos viene encima es maravilloso.