163 años después de su muerte, Honoré de Balzac sigue siendo una obra de gran modernidad. Si estuviera vivo hoy, sin duda estaría machacando sus provocativas observaciones en una oficina o en un café con wifi gratuito. Su persona indulgente y sus abundantes enchufes eléctricos lo convierten en un imán para los escritores.
A juzgar por su ensayo humorístico, “Los placeres y dolores del café“, Balzac buscaba un lugar que permaneciera abierto hasta pasada la medianoche, con los métodos de preparación más fuertes y arcanos. El Cubo de las Serpientes Negras era su lugar preferido. Era el más astuto de los adictos, a veces bebiendo hasta 50 tazas de café al día, tenía mucho cuidado en sus atracones, sabiendo exactamente cuándo retirarse del borde para prolongar su vicio.
El café o el gran poder en su vida (como él lo llamo) hizo posible un agotador programa de escritura que lo llevó a acostarse a las seis, levantarse a la una de la madrugada para escribir y tomar café todo el día, y por último echarse a dormir otras siete horas.
Se necesitan más de un par de capuchinos para mantener ese ritmo. Siempre que una dosis humana razonable no estimulaba, Balzac comenzaba a tomar café en polvo con el estómago vacío, un “método horrible y bastante brutal” que recomendaba “sólo a hombres de vigor excesivo, hombres con pelo negro grueso y piel cubierta de manchas de hígado, hombres con manos y piernas cuadradas y grandes con forma de bolos”.
Al final cumplió sus expectativas. Sacó ochenta y cinco novelas en veinte años y murió a los 51 años. Algunos quieren alzar aún más su leyenda y acusa al excesivo trabajo y cafeína como causa principal. Otras causas especuladas de muerte incluyen hipertensión, aterosclerosis e incluso sífilis.
Y esta fue la historia de Honoré de Balzac y su adicción al café. ¿Qué te parece? ¿Te atreverías a seguir su rutina?