Galicia, nuestro secreto mejor guardado ( y XIX)

Emprendemos la última etapa de nuestro viaje visitando La Guardia.

Estructurada y alimentada por el puerto pesquero, la pequeña villa posee un casco histórico compacto y muy interesante. Empecemos por su núcleo, la llamada Plaza del Reloj.

Este nombre es el que ostenta popularmente, ya que ha sido conocida como Plaza Mayor, de la República, de España y de la Constitución, según los vaivenes de la historia de Galicia y del país. En principio no era sino parte del foso de las murallas defensivas de la ciudad, que luego fue rellenado para ganar terrenos donde luego fueron edificadas las casas consistoriales y la casa de los Alonso.



Sin duda, su principal monumento es el que le da nombre, es decir, la torre que era baluarte defensivo de la muralla y al que se añadió un reloj acorde con los que vemos en cualquier plaza de gobierno en toda España. Si nos fijamos vemos dos escudos de armas, el del Obispo de Tui y el de la Villa.



Fue éste obispo, de nombre Diego de Torquemada que no debemos confundir con el Torquemada de la Inquisición, el responsable de la ampliación de la preciosa iglesia de Santa María. El templo, en su origen románico, posee una serie de hermosos retablos y guarda un crucificado que según la leyenda fue rescatado del mar tras ser arrojado al atlántico por los ingleses, tal y como ocurrió con la Virgen de Oia.


Ya bajando hacia el puerto nos tropezamos con el monasterio de las benedictinas, fundado en el siglo XVI y que estuvo habitado por las monjas de dicha orden hasta 1983. Del conjunto tan sólo sobrevive con función religiosa el pequeño templo, ya que las antiguas dependencias monásticas son ahora un hotel.




Un poco más abajo encontramos una escultura de Magin Picallo, el mismo escultor que creó el Encuentro entre dos mundos de Baiona. En este caso se trata del "Homenaje al marinero desaparecido", que representa a la mujer de un valiente marino en el momento en que recibe la noticia de la muerte de su marido.


Frente a ella, el puerto y la playa de Ribeira.


Como en muchas villas y ciudades de Galicia y Asturias, se ha creado una serie de rutas que nos permiten recorrer la historia de los indianos tras su vuelta de América. Son casas grandes y ostentosas, que presumen del bolsillo lleno de aquellos que huyeron de la pobreza y regresaron con grandes fortunas y edificaron mansiones con las que presumir en la tierra que los vio nacer.

Aunque la villa posee notables ejemplos de ellas, la más llamativa es la llamada Casa Borinquen, en sus comienzos rodeada de frondosos jardines, hoy sustituidos por casas. Sus dos características fundamentales son los azulejos verdes y la torre, que se dice construida por su propietario para poder ver el mar.


Dejamos atrás La Guardia para acercarnos al Mirador del Miño, donde desemboca el río tras recorrer 315 km. La zona se ha convertido en un paraíso ornitológico, y su estuario nos permite disfrutar de los últimos metros que recorre el Miño antes de desembocar en el Océano Atlántico. Frente a nosotros, Portugal.




Nuestra penúltima parada será Tui.

La pequeña villa, habitada desde el paleolítico, vio forjar sus cimientos con sangre galaica, romana y sueva. Pero fue en la Edad Media cuando realmente adquirió una importancia vital, llegando a ser una de las siete capitales del reino de Galicia al recibir de doña Urraca una serie de privilegios fundamentales debido a su situación fronteriza privilegiada.


Nos recibe con lluvia, nada extraño en la zona, pero no perdemos la curiosidad por conocerla y nos encaminamos a su monumento más importante, la catedral de Santa María.

El fastuoso templo más parece una fortaleza a primera vista que una catedral.


Los muros almenados, que resiguen el diseño de las murallas de la ciudad, refuerzan esta impresión, y no es hasta que vemos la fachada que da a la plaza que realmente percibimos la belleza de este templo cuyos orígenes se remontan al siglo XI, mezclando elementos del románico en su trazado y del gótico en su delicada decoración y acabado.


Según se dice tanto la portada como el gigantesco arco que la precede fueron la primera gran obra gótica de la Península. En su tímpano vemos representados pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, los profetas y el rey Salomón. Completa el conjunto la narración de la vida de Jesús y una vista de la ciudad de Jerusalén.


En la nave central vemos algo poco común en un templo. Se trata de varios arcos codales o "del miedo" para evitar el derrumbe hacia adentro de las paredes, ya que al parecer los muros laterales no fueron levantados correctamente.




En el suelo de la plaza encontramos la vieira que marca a la ciudad como uno de los hitos obligados en el Camino de Santiago.


Seguimos callejeando por las tortuosas calles de la ciudad...


Hasta llegar a la Capilla de la Misericordia, pequeño templo que se levantó en 1542, para que los indigentes tuvieran un digno lugar de sepultura y los necesitados pudieran encontrar auxilio espiritual y material.


En su patio lateral encontramos un precioso cruceiro.


Cerca está la Iglesia de San Telmo, una auténtica maravilla en estilo barroco portugués, y que además es el único edificio en este estilo en toda Galicia. Según se dice sus cimientos se hunden en el sitio exacto donde murió el santo dominico.




Dejamos atrás la villa subiendo por sus empinadas callejuelas en busca de nuestro último destino, el mirador de Coto Fenteira.


En Redondela, cerca del Monte Penide, se encuentra una pequeña elevación de apenas 262 metros que se ha convertido en uno de los mejores miradores sobre la Ría de Vigo. Para atraer más visitantes se instaló un banco, que se ha convertido en destino casi imprescindible. Las vistas abarcan el estrecho de Rande, la ensenada de San Simón, Vilaboa, Moaña, Cangas, e incluso las Islas Cíes.


Presidiendo el conjunto, el imponente Puente de Rande, que forma parte de la autopista del Atlántico y que mide 1.558 metros de largo, lo que lo convierten en uno de los mas largos de España.


Con estas fabulosas vistas nos despedimos de Galicia, tras recorrerla tal y como se merece, intentando no dejar apenas rincones sin conocer, y aún con todo sabiendo que guarda miles de secretos que sólo desvelará a aquellos que han aprendido a amarla y que algún día volverán, como yo haré.

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