A 620 metros de altura y en una ladera del monte de A Cruz de Paraños se levanta este extraño conjunto de piedras que desde siempre ha creado un dilema sobre su origen. Para muchos su origen es natural, para otros su factura proviene de las manos del hombre.
Los investigadores coinciden que tanto la base como otras partes del complejo fueron utilizadas como cantera en tiempos pretéritos, pero también tiene fuerza la teoría de una erupción que sacó a la superficie un magma que al enfriarse rápidamente hizo brotar estas moles que e viento y la lluvia se encargaron de moldear.
Los que defienden la teoría del origen humano, la basan en el hecho de su orientación, que coincide con la salida y puesta de sol en los solsticios, lo que las convertiría en un gigantesco calendario solar o un santuario pagano.
También han dado pie a leyendas, como la que cuenta que una de las grandes piedras está rellena de oro y la otra de alquitrán. Las dos superan los 15 metros de altura y su presencia en medio del llano que es hoy área recreativa es imponente.
Yo me decanto por una unión entre las dos teorías, ya que probablemente las tribus celtas encontraron el lugar formado por la erosión y lo sacralizaron y mantuvieron para sus cultos druídicos tal y como se hizo en otros lugares del norte de España, Francia e Inglaterra.
El lugar está rodeado de campos de labranza y casas aisladas, que podemos observar al pasar con nuestro coche por el camino de tierra que nos lleva hasta ellas.
Y tras esta interesante parada nos dirigimos a Mondoñedo. Una vez allí aparcamos el coche fuera del casco histórico, en la Alameda de los Remedios. A su alrededor encontramos dos puntos interesantes. Uno de ellos es la Iglesia de Nosa Señora dos Remedios da Pena de Outeiro, construida en el siglo XVI y totalmente reformada en el XVIII. La Virgen es patrona de la ciudad y goza de una inmensa devoción en la zona.
En el centro de la Alameda vemos también un quiosco de música, construido en 1904 para sustituir a uno anterior de madera. El que ahora vemos se levantó en mampostería y sillería, con balcones y columnas en hierro. Cuando se inauguró se dedicó a todos los vecinos que habían tenido que emigrar a Argentina y se bautizó como "Quiosco Buenos Aires".
Antes de dejar atrás la Alameda, disfrutamos de la impresionante arquitectura del Hospital de San Paulo e San Lázaro, del siglo XVIII. Elegante edificio de planta cuadrada, tiene una preciosa fachada barroca rematada por un gigantesco escudo del Obispo Sarmiento y de Mondoñedo. Su función era dar "albergue" a los peregrinos y ser residencia de ancianos y personas necesitadas y enfermas.
Nos internamos en las calles de la ciudad, pasando ante el convento de las Asuncionistas que se levanta sobre un solar donado por una noble señora de la villa.
El objetivo de cualquier visitante de Mondoñedo es su catedral, a la que llaman "la arrodillada" debido a su escasa altura. De proporciones y estructura perfectas, comenzó a construirse en el siglo XIII, aunque su preciosa fachada y las torres pertenecen al barroco del siglo XVIII.
En su interior se encuentra uno de los museos de Arte Sacro de Galicia y se colocó bajo la advocación de la Asunción.
Si nos colocamos frente a la entrada veremos claramente la mezcla de estilos y épocas que le dieron a la catedral su aspecto actual: románico, gótico y barroco. Destaca su enorme rosetón de 5 metros de diámetro.
Las torres añadidas en el XVIII sustituyen a otras mucho más pequeñas que ya tenía el templo. La de la derecha, que es la del reloj, es medio metro más alta que su compañera, y alberga a "La Paula" que es la campana más grande y antigua de Galicia. Sonaba sobre todo cuando una mujer estaba de parto difícil, para darle protección.
Junto a la Catedral encontramos el Palacio Episcopal, que se empezó a construir al tiempo que la Catedral pero que quedó casi reducido a escombros por un incendio en 1527. Se construyó de nuevo, para conseguir su imagen actual en el siglo XVIII.
La plaza de Mondoñedo es lugar de recreo y reunión de sus habitantes desde hace siglos, rodeada por grandes casas nobles que muestran sus balcones hacia la catedral y soportales que cobijan tiendas y terrazas.
Nos vamos de la villa tras acercarnos a un último rincón, A Fonte Vella.
Tan antigua que data de 1548, era lugar habitual de refresco de mercaderes y comerciantes que habitualmente acudían a Mondoñedo para participar en su mercado. Construida en granito con una bóveda que la hace parecer una cueva, está encajada a un nivel más bajo que la calzada y luce un escudo imperial que ratifica la leyenda que dice que el mismo Felipe II bebió de sus aguas.
El agua procedía en principio de arios manantiales de la montaña hasta que una epidemia de tifus a principios del siglo XX obligó a modificar tanto el recorrido del agua como sus fuentes.