No voy a desvelar todos los secretos de esta tierra mágica, amable y acogedora. Algunos los guardaré sólo para mí, ya que cada visitante tiene que percibirlo con sus sentidos y al final las sensaciones son únicas y personales. Eso si, este viaje que hoy empezamos no será el habitual, el de los lugares que sí o sí hay que visitar. Aunque los incluye, veremos mucho más. Rincones que no son destino habitual y que surgen en nuestro camino como por arte de magia, que recordemos que Galicia respira y es magia pura. Estén atentos porque cada uno de ellos vale su peso en oro.
Empezaremos nuestro recorrido por Orense, la única provincia que no tiene mar, pero que está repleta de paisajes y rincones fascinantes.
Nuestra primera parada es Ribadavia, capital y corazón del afamado ribeiro. Enclavada en uno de los márgenes del río Miño, la preciosa villa fue fundada por los celtas, atraídos por sus minas, el oro que brillaba en el río y la calidad de sus aguas termales. La villa tiene una apasionante historia que nos pueden contar mientras caminamos por ella en esta visita guiada por Ribadavia
Fue durante la Edad Media cuando las tierras vieron aparecer los primeros brotes de vid, impulsado su cultivo por las diversas órdenes religiosas que fundaron sus monasterios en la zona y la llegada de la Orden de Malta. Sin embargo, los encargados de comercializar el delicado vino obtenido de las uvas traídas por los monjes fueron los judíos, que se establecieron en Ribadavia creando una comunidad extensa fundamental para el desarrollo de la ciudad.
Gracias a ellos, en el siglo XIV, ya se exportaba el ribeiro a toda España, Francia, Portugal, Italia y sobre todo Inglaterra, siendo el Miño la vía de salida para los transportes de ultramar. Apenas descubierta América y con sus primeros asentamientos, el famoso y delicado vino llegó al Nuevo Mundo, enriqueciendo aún más a la villa del Miño.
Pero con la llegada de la Inquisición la comunidad judía sufrió un duro revés y gran parte de sus integrantes sólo tenían dos opciones, convertirse o huir a Portugal. El poder del Santo Oficio en la zona era tal que llegó a tener una sede permanente en la villa, la Casa de la Inquisición, adornada con los escudos de las familias vinculadas a ella.
Subimos las empedradas calles pasando ante la iglesia de Santiago...
Hasta llegar a la Iglesia y Plaza de la Magdalena.
Donde hoy vemos este hermoso espacio que se usa para actividades culturales y todo tipo de eventos, se levantaba en su tiempo la iglesia de San Xés y la sinagoga, siendo los soportales y enormes puertas de los edificios que la rodean, huellas del pasado hebreo de la villa.
Lo compacto del casco antiguo nos lleva rápidamente a la Plaza Mayor donde llama la atención la Casa Consistorial, cuyos cimientos se colocaron en el siglo XVI. Tras diversas remodelaciones en los siglos XIX y XX, alcanza su aspecto actual tras haber sido añadidos el reloj de sol y el de cuerda. Del conjunto destaca precisamente la torre, con un armazón que guarda una campana utilizada para alertar de incendios, epidemias o convocar reuniones. El edificio al incluir un juzgado tuvo también cárcel en sus sótanos.
Algunos edificios que rodean la plaza se salvaron de varias remodelaciones que crearon el espacio actual.
Subimos por la Rúa García Penedo en dirección al castillo.
Rodeado de una muralla que conserva 3 de las 5 puertas que tuvo en su origen, fue solar de los Fajardo y Sarmiento, tal y como lo demuestran los dos escudos situados en el arco de la puerta principal.
Perdido su carácter residencial, hoy posee en su interior un moderno auditorio, sin olvidar una importante necrópolis de piedra que abarca enterramientos efectuados desde el siglo IX al XII.
A dos pasos encontramos la Iglesia de la Virgen del Portal, con una fachada del siglo XIX construida enteramente con donativos de los feligreses. Desgraciadamente la iglesia sólo abre los sábados por la mañana, y el resto del año permanece cerrada.
A pocos metros se levanta la iglesia y convento de Santo Domingo, conjunto construido entre los siglos XIII y XV. Fue famoso por los estudios y enseñanzas de Teología Moral y Gramática que se desarrollaron en el convento, hasta la llegada del siglo XIX.
A partir de ahí pasó por diversas manos, hasta convertirse en el asilo de ancianos que es hoy en día.
Poco a poco volvemos a nuestro vehículo, paseando bajo los soportales...
Y encontrando algunas curiosidades como esta capilla adosada a un antiguo edificio.
Nos acercamos ahora a Celanova, para admirar el monasterio de San Salvador.
Fundado en el siglo X por el Obispo San Rosendo, por lo que los celanoveses lo conocen más por ese nombre. De la estructura primitiva sólo se conserva la capilla de San Miguel en su interior.
Su importancia llegó a ser tanta que el mismísimo emperador Carlos V, dudó durante un tiempo entre retirarse aquí o a Yuste, aunque al final se decantara por éste último a causa del clima menos húmedo. Con la Desamortización en el siglo XIX, el edificio pasa a manos municipales y sólo se conserva la iglesia para el culto cristiano.
Ante el pórtico vemos la plaza mayor, bordeada de bonitos edificios balconados, cuya altura no podía superar la del monasterio.
Aparte del templo destaca su preciosa torre y dos claustros, el Procesional o Viejo en estilo barroco, y el Nuevo, neoclásico, que pueden ser vistos desde el exterior.
Dejamos atrás Celanova para dirigirnos a un lugar mágico y encantador, Aquis Querquennis.
Algunos estudiosos y arqueólogos piensan que este campamento romano a orillas del río Limia, fue construido como centro de operaciones para los ingenieros que construyeron la calzada romana Via Nova, otros, sin embargo, se decantan por la idea de que las legiones necesitaban un puesto avanzado que les sirviera de fortaleza para controlar y colonizar las tierras hostiles de este lado de Iberia. Yo soy más de esta teoría, ya que la solidez de los muros y la estructura de las construcciones están hechas para durar, para permanecer.
Con frecuencia, como en este caso, el recinto arqueológico se encuentra semicubierto por las crecidas aguas del pantano de As Conchas, cuya presa se construyó en 1949 e hizo desaparecer bajo las aguas otros dos puentes romanos.
Los expertos en la civilización romana aseguran que las legiones construían un campamento cada 30 km, lo que equivalía a una jornada de marcha. Como a su marcha no debía ser utilizado por los habitantes de las zonas conquistadas, antes de irse los romanos lo destruían, por lo que usaban materiales muy perecederos y fáciles de desmontar como madera y tierra.
Pero como dije antes, el de Aquis no se construyó para que desapareciera, al contrario. La piedra y la arquitectura que vemos pretendía que el asentamiento permaneciera durante mucho tiempo en pie, ya fuera por la construcción de la Vía o para impresionar y desalentar a los rebeldes de un posible ataque o revuelta.
Barracones para las tropas, un granero, un hospital, e incluso unas termas, estaban fuertemente defendidas en este recinto cuadrado rodeado de murallas y fosos. Alrededor de todo el conjunto podremos pasear nuestros sentidos por un tupido bosque de árboles autóctonos, muchos de ellos centenarios donde campean sobre todo los robledales que dan nombre al sitio, pero también abedules, sauces y fresnos.