Galicia, nuestro secreto mejor guardado (XIII)

Y llegamos al destino que anhelan y ansían los peregrinos que recorren las más de 12 rutas que conforman el conjunto de los Caminos de Santiago, la Plaza del Obradoiro y la Catedral.



Si como nosotros no se hace peregrinación alguna, y hemos preferido hacer nuestro recorrido en coche, hay un aparcamiento subterráneo perfecto para dejar nuestro vehículo y recorrer los principales puntos de interés de la ciudad, el parking de San Clemente, a apenas 100 metros andando de la plaza.

Una vez estacionados andamos hacia ella y como era de esperar nos quedamos maravillados ante la imagen que aparece ante nuestros ojos.


Fue el siglo XII el que vio el nacimiento de esta planicie, cuando los maestros canteros almacenaban aquí sus piedras para posteriormente trabajarlas y añadirlas al primitivo templo románico que luego se iría transformando en la catedral que vemos hoy día. Y de ahí le viene el nombre ya que era aquí donde se realizaban las principales obras del Pórtico de la Gloria. Con sus 7.700 metros cuadrados es la meta de todo peregrino que llega a la ciudad desde hace siglos. En su centro encontramos el llamado Kilómetro Cero, punto donde confluyen los radios de la estrella que formaban el antiguo pavimento de la plaza. El resto del enlosado fue colocado en el siglo XX.



El espacio de la que es considerada una de las plazas más hermosas del mundo, está guardada por cuatro edificios que la adornan y la hacen merecedora de todo elogio, y por supuesto el nombramiento por la Unesco en 1985 como Patrimonio de la Humanidad. Dejemos para el final la Catedral, que evidentemente requiere un trato especial y veamos los otros tres.

A la derecha del templo se encuentra el renacentista Colegio de San Xerome, ocupado por el rectorado de la Universidad. Es el más pequeño de los cuatro y se construyó para alojar a los estudiantes sin posibles.

Frente a la Catedral, el imponente Pazo de Raxoi, edificio neoclásico que se destina al gobierno municipal y que se levantó en el siglo XVIII.



Esta hermosa mole, iba a ser destinada e un principio a sede del seminario de confesores, y en sus bajos se encontraba la cárcel civil y religiosa. Hoy los peregrinos descansan tras la última jornada bajo sus soportales, protegiéndose del sol o de la habitual llovizna que parece empapar la ciudad. Si miramos arriba, al frontón que nos recuerda inevitablemente a los edificios de la antigua Grecia, nos cuenta la leyenda de la primera aparición del Apóstol Santiago, la que hizo ganar a los reyes cristianos la batalla de Clavijo contra los musulmanes.



Casi completando este giro en la historia y el arte aparece el llamado Hostal de los Reyes Católicos, magnífico y exclusivo Parador Nacional cuyas vistas y situación bien podrían envidiar el resto de los alojamientos turísticos del mundo.



Edificado en gótico de transición para ser Hospital Real, y por orden de Isabel y Fernando, sus cimientos se colocan a principios del año 1501, con la intención de atender a los enfermos y peregrinos que completaban el Camino o a aquellos que no lo lograban.



Las cadenas que lo guardan tienen una peculiaridad, y es que no son un mero adorno. Servían para delimitar el terreno del edificio y su propia jurisdicción, ya que ante las frecuentes disputas sobre su propiedad entre el Ayuntamiento y la administración, si se traspasaban las cadenas caería sobre los infractores la ira del Rey e incluso la excomunión del Papa.



Su portada plateresca está adornada con multitud de imágenes de santos, apóstoles e incluso medallones con las efigies de los Reyes Católicos. Tenía y tiene un Aposento Real, espacio exclusivo para las posibles pernoctaciones de los reyes, y digo posibles, porque los monarcas sólo vinieron en una ocasión a Santiago, y de su visita salió la orden de su edificación, por lo que nunca lo vieron acabado.



Por esto, sus escudos y la cruz, emblema del hospital, se encuentran colocados a los lados de la entrada al edificio. Preciosos balcones, trabajadas gárgolas y delicadas ménsulas rodean el edificio mostrando todo el esplendor del plateresco español.

Pero el hospital también tiene una triste historia, ya que en uno de sus lados se abre una puertecita que hacía las veces de inclusa, donde se entregaban los niños no deseados para que recibieran el bautismo y fueran acogidos por las familias pudientes.



Aquí fue bautizada la genial escritora Rosalía de Castro, y sus paredes llegaron a acoger a más de 800 niños venidos de toda Galicia y más de 4.300 enfermos.

Nos espera ahora la Catedral.

Su parte más conocida y fotografiada por peregrinos y viajeros es, por supuesto, el Pórtico de la Gloria, del que no pudimos disfrutar por hallarse en las últimas fases de su restauración. Decir, eso si, que se considera el conjunto escultórico románico más importante de todos los tiempos, y que representa en un tríptico la visión del Apocalipsis de San Juan.

Del edificio, apuntar que nació al tiempo que su leyenda, que cuenta que unos pastores vieron brillar una luz cegadora sobre el llamado Campus Stellae, lugar donde se encontraron los restos del apóstol Santiago. Mandó el rey Alfonso II, pues, a construir un pequeño santuario en el año 44, que iría ampliándose con su sucesor y destruida por las tropas moras y normandas. No fue hasta 1075 que empezó la construcción del actual templo, que ya albergaría las reliquias mortuorias del santo apóstol en su cripta bajo el altar mayor.





Era necesario también urbanizar los alrededores de la nueva catedral, por lo que se crearon varias plazas, como Las Platerías, la Quintana y la Azabachería, cada una lindando con un lado del edificio.

Vamos a acercarnos en primer lugar a la de las Platerías, que se encuentra en el lado sur de la catedral.

Su nombre, como es evidente, proviene de los numerosos talleres de orfebres que se encontraban bajo los soportales de los edificios en la Edad Media. Mirando al templo veremos su fachada románica original, y la base de la torre del reloj.










En el centro de la plaza encontramos la Fuente de los Caballos, que se corona con una alegoría de la ciudad, sentada sobre una reproducción de la arqueta con los restos del apóstol y sosteniendo una enorme estrella.



Rodeándola se levanta el Palacio del Cabildo, que actúa de cierre del lado sur de la plaza y que tan sólo es una fachada de tres metros de fondo, es decir, no es un edificio en sí, sino una solución escenográfica en estilo barroco compostelano.


A su izquierda la Casa del Dean, actual Museo de las Peregrinaciones y de Santiago. En ella se hospedaban los obispos que visitaban la ciudad y en sus bajos se expende la llamada Compostelana, documento eclesiástico que certifica el final de la peregrinación a pie, a caballo o en bicicleta.


A dos pasos está la Plaza de la Quintana, curiosamente dividida en Quintana de Mortos y Quintana de vivos.



La primera pertenecía a los cadáveres que hasta 1780 se enterraban aquí por ser el cementerio "oficial" de la catedral y que luego fueron movidos de su descanso eterno para ser trasladados al de San Domingos de Bonaval por razones evidentemente higiénicas y para que no "molestaran" en las obras de construcción de todo este espacio religioso que iba a cambiar definitivamente el aspecto y destino de la ciudad. Impresiona la mole del Monasterio de San Paio de Antealtares fundado en el siglo IX para guarda y custodia del sepulcro y reliquias de Santiago.


Desde aquí se tiene una maravillosa vista de la Torre del Reloj, conocida como la Berenguela en honor del arzobispo que la mandó construir en el siglo XIV, y que guarda la campana del mismo nombre que pesa 14 toneladas.





Arriba, en la Quintana dos Vivos, destaca la llamada Casa de la Parra, adornada con uvas y sarmientos de piedra en el más puro estilo barroco. Hoy es sala de exposiciones, pero fue solar del primer ayuntamiento y notaría de la ciudad hasta 1588.



Entramos a la Catedral por la Puerta de la Quintana para hacer una breve y rápida visita, ya que es momento de liturgia y no se permite deambular por el interior. Al ser un templo cuya construcción ocupó varios siglos, en nuestro camino encontramos retablos y capillas de diversos estilos, como la Capilla de Mondragón, del siglo XVI y cuyo retablo está hecho en barro cocido, en vez de madera o piedra.



La Capilla del Salvador, por su parte, ocupa el lugar central de la girola y es la más importante desde el punto de vista histórico, ya que fue a partir de ella que empezó a construirse la catedral románica.



Vamos rodeando la Capilla Mayor, centro espiritual del templo.


Y bajamos a la Cripta Apostólica, primitivo espacio de origen romano, que ha sido modificado ampliamente a lo largo de los siglos. Su visita es, junto al "Abrazo al Apostol", acto obligado para todo peregrino que haya hecho el camino o simplemente para los fieles que acudan al templo. Una arqueta de madera de cedro encerrada en una urna de plata finamente labrada, guarda los noventa huesos no sólo de Santiago, sino también de Atanasio y Teodoro.


El barroco alcanza su máximo esplendor y lujo de materiales en la Capilla del Pilar, con maderas de ébano y caoba e incrustaciones de marfil y carey.


Por su parte el órgano, o los órganos, ya que son dos que se encuentran a ambos lados de la nave, se remontan al siglo XVIII y están profusamente decorados con las imágenes de Santiago Caballero e infinidad de pequeños ángeles que tocan diversos instrumentos.


Antes de dejar la catedral una última imagen del Apóstol en el Altar Mayor, restaurada recientemente y que preside la catedral desde su consagración en 1211.



En la cercana Plaza de la Inmaculada nos sorprende la impresionante fachada del Monasterio de San Martiño Pinario, edificio que perteneció a los monjes benedictinos que transformaron un humilde cenobio en este palacio que se alza a pocos pasos de la catedral.


De líneas sencillas y austeras, este complejo de 20.000 metros cuadrados está ocupado hoy por el Seminario Mayor y nos brinda la oportunidad de visitarlo gracias a un exposición permanente y la posibilidad de visitar la iglesia.


Más de un siglo tardó en levantarse el conjunto monacal, concretamente desde 1590 hasta 1747, aprovechando los restos de un templo románico anterior del que aún pueden apreciarse algunos elementos.


Con elementos del renacimiento y el barroco, el edificio sorprende y atrae por su hermosa escalera que lleva sinuosamente hasta la entrada. Destacan también sus recias torres laterales y las enormes columnas que decoran su frente.


Aunque lo más llamativo es sin duda la impresionante entrada, que guarda la imagen de San Benedictino y gran profusión de pináculos, escudos y coronas reales.


Un poco más adelante llegamos a la Plaza de Cervantes a la que se conocía como el "Foro", a la usanza romana, por ser lugar de reunión y también donde, a viva voz, se leían los edictos municipales y las órdenes del entonces todopoderoso arzobispo de la ciudad.

Aquí se ubicó durante dos siglos el ayuntamiento frente al que se realizaron los actos de fe inquisitoriales, y posteriormente fue mercado municipal.

Hoy la plaza es un homenaje al creador del Quijote como recuerdo a su origen familiar gallego. Un busto sobre la columna de la fuente recuerda permanentemente a don Miguel de Cervantes y Saavedra.


Ya sólo nos queda pasear por las hermosas y estrechas calles de la ciudad, abarrotadas de tiendas que ocupan los bajos de las que fueron casas nobles o populares, aprovechando sus soportales para permitir el tránsito de los paseantes bajo el cambiante y húmedo tiempo gallego.







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