Apartado de las rutas habituales del turismo, la zona tiene dos atractivos principales y de lo más interesante.
Por un lado tenemos el conjunto etnográfico de los hórreos, localizado en un lugar conocido como O campo da Feira.
Se trata de un grupo de 34 hórreos perfectamente conservados que cuentan historias sobre la abundancia de cosechas en estos pagos. Anteriores a ellos ya habían construcciones de este tipo, con pies de piedra y estructura en madera o a veces de la misma piedra de los pies, pero fue a partir de la llegada del maíz de América en los siglos XVII y XVIII que su uso y construcción se intensificó, ya que el grano necesitaba estar en un ambiente aireado para evitar su podredumbre.
Lo normal en tierras gallegas es que cada agricultor tenga un pequeño hórreo en los terrenos que circundan su casa, pero hay casos, como éste, que forman grupos alrededor de un núcleo de población por hallarse cerca el terreno de trilla, para zonas abundantes, sobre todo, en trigo.
La altura de los pies y la separación de las tablas impedían el acceso a los roedores expertos en rapiñar y dar buena cuenta del fruto del trabajo de los agricultores, por lo que estas estructuras fueron fundamentales en la agricultura de Galicia y parte de Asturias.
Muchos de los que ahora vemos, formaban parte de fincas privadas, pero al crecer el pueblo y tener que abrir calles y plazas, se decidió concentrarlos en este lugar que tiene una ventilación ideal. Hay un truco para saber si el hórreo es realmente antiguo. Nos debemos fijar en la puerta, ya que si ésta tiene clavos hechos a mano por un herrero su antigüedad está más que garantizada.
Muy cerca de los hórreos se levanta la pequeña pero hermosa iglesia de San Pedro da Mezquita que no tiene nada que ver con el lugar de culto musulmán, sino con una planta abundante en la zona llamada "mesquita" o "Barba de Júpiter".
Escondida en un pequeño caserío la iglesia tiene mucho que contar, y de ello nos hablan sus muros.
Una leyenda dice que fue construida por el diablo y los "moros" en una sola noche, mientras que los estudios realizados por expertos ven en este templo románico de transición al gótico una estructura que al parecer hunde sus cimientos en uno muy anterior, quizá mozárabe.
Entre la realidad y el misterio, la iglesia se ha relacionado también con la Orden del Temple, que habría elegido el lugar por su posición estratégica en uno de los caminos de Santiago.
Rodeando el templo vemos multitud de representaciones simbólicas, como músicos, danzarines, santos, varios tipos de animales ( algunos de ellos desconocidos aún y representados según las escrituras sagradas) e incluso referencias a la antigua Roma, como la loba capitolina.
Pero la parte más interesante, sin duda, es el tímpano de la entrada, con una enorme cruz guardada por San Pedro y Santa Ana que posee dos peculiaridades. Por un lado, y en el centro de ella, el cordero sagrado, que mira al norte y que es un caso único en Galicia, y por otro, bajo ella una fecha, 1713 y la palabra "Refugio". Esto hace referencia al hecho de que gracias a la ley de hospitalidad, entre sus muros nadie podía ser apresado fuera cual fuese su crimen o pecado.
Nos despedimos del lugar echando un último vistazo a este hermoso templo, que no deja de sorprendernos ni aún en el último momento, ya que mirando a su tejado vemos otra curiosidad, un Agnus Dei de piedra que hace pareja con el que aparece en la fachada, algo poco usual en este tipo de construcciones.
Nuestra siguiente parada es Allariz, villa famosa por considerarse puerta de entrada al antiguo Reino de Galicia y lugar de crianza del rey Alfonso X el Sabio.
Aparcamos nuestro vehículo en una amplia explanada casi en el centro de la ciudad, el Campo de la Barrera. Hay una estupenda visita guiada por Allariz que recomiendo para conocer todos sus rincones.
Aprovechamos para visitar la Iglesia de San Benito, patrón de la villa cuya torre destaca aún por encima de los árboles que pueblan el Campo.
Casi un siglo tardó en construirse esta iglesia barroca flanqueada por dos cruceiros del siglo XVI ( tallados para intentar alejar la peste) que fueron trasladados desde otras iglesia hasta su emplazamiento actual en el año 1827. Se cuentan grandes milagros de este santo, sobre todo curaciones portentosas de todo tipo de afecciones de la piel.
Seguimos nuestro camino por las calles de la villa.
Hasta llegar a otra iglesia situada en pleno casco histórico, la de Santiago. S trata de un templo románico rural gallego, que hunde sus raíces en el siglo XII. De una sola nave y con posteriores añadido como la torre, lo más destacable de su estructura es su precioso y maravillosamente conservado ábside.
Se dice que su construcción fue ordenada por los reyes al mismo tiempo que la de Santiago de Compostela, pero que se inició más tarde, por lo que tiene algunos elementos que vagamente la recuerdan.
Con tiempo y paciencia, debemos fijarnos en cada uno de los elementos decorativos del exterior, ricos en representaciones de seres fantásticos y que plasman en la piedra la lucha entre el bien y el mal.
En la misma plaza encontramos una curiosa fuente junto a la entrada de la conocida como "A paneira", institución de crédito agrícola que funcionó desde el siglo XV al XVIII. Hoy, el edificio es un espacio dedicado a exposiciones. La función primordial de este Monte de Piedad, era recoger donaciones en forma de cereales para repartir entre los menos favorecidos u otros agricultores cuyas cosechas se vieran malogradas por inundaciones o tormentas. De la fuente destacar sus dos bocas de forma humana y la inicial del nombre de la ciudad rodeada de una corona vegetal.
Seguimos recorriendo sus calles mientras aprendemos un poco sobre su historia. Se cuenta que su origen es anterior a los romanos, pero que fue un rey godo, Alarico, el que sentó los cimientos de la villa y le dio su nombre. Prosperó extraordinariamente durante la Edad Media, gracias a los fértiles campos que la rodean y se convirtió en lugar de residencia de nobles y religiosos de gran poder, atraídos por su nombramiento como "Villa Real", por Alfonso VII.
Bajando las empinadas calles empedradas llegamos al paseo fluvial del río Arnoia, que tanto favoreció el desarrollo industrial y económico de la ciudad. El paseo ha sido convertido en un completo parque etnográfico con puntos de interés como la fábrica de curtidos de la familia Nogueira o el Museo do Tecido.
Paseos, jardines y embarcaderos adornan el parque que muestra la importancia que tuvo el río y la fuerza de sus aguas para desarrollar y conseguir el poder económico que tuvo una ciudad que vio frenada en ocasiones su pujanza por hechos históricos como la Guerra de Independencia o las de sucesiones contra Portugal.
En una orilla del río se ha construido el Parque de Portovello, un espacio donde los alaricanos acuden a encontrarse con el río y disfrutar de unos momentos de descanso.
Caminando por la calle que lleva al cementerio vemos otro de los cruceiros que se construyeron en épocas de epidemia de peste.