Galicia, nuestro secreto mejor guardado (XIV)

El Faro das Lúas.

Según nos acercamos al mar, y empezamos a vislumbrar los brillos y la belleza de la ría de Arousa, vemos que la altitud de las montañas que rodean el paisaje empieza a ser menor. Es por eso que para poder disfrutar de una imagen del entorno en toda su plenitud hay que subir a uno de los montecitos que no superan los 300 metros de altura.



En uno de ellos se decidió colocar una escultura de lo más curiosa. Se trata de un monolito de unos 9 metros de altura construido en piedra, que a modo de faro, sin serlo, se convierte en lugar de visita de muchos de los que nos acercamos hasta aquí. Es obra del artista gallego Manolo Chazo, quien en lo alto colocó un conjunto de tres lunes de acero inoxidable en fase de cuarto menguante, en las que se refleja el sol a lo largo de su paso por el cielo gallego.


Por fortuna, podemos subir hasta lo alto y disfrutar de las vistas de la Ría de Arousa, el Monte Lobeira, O Salnés, el valle de Umia o la península del Grove.








Nuestra siguiente parada en el camino será Cambados.



Muchos son los rincones hermosos e interesantes en Cambados, pero como es habitual el tiempo y la luz del sol tienen su propia marcha, y por ello hay que ser selectivo. Por ello nos decantamos por dos de ellos.

El primero es el conjunto que forman el Pazo de Fefiñans y la Iglesia de San Bieito, que limitan por tres lados la plaza del mismo nombre, un amplio espacio empedrado de 2.500m² que durante siglos fue lugar de mercadeo e intercambio económico.

Rápidamente lo que llama nuestra atención es el pazo, con su espléndida torre y su arco.


Construido íntegramente en granito, es sin duda el más hermoso de Galicia, con su aspecto de fortaleza salpicada de ventanas, puertas y balcones. Noble es, y lo demuestran dos escudos de armas sobre sus principales accesos.


Mandado a construir en el siglo XVI por un consejero de Felipe II, Juan Sarmiento Valladares, primer Vizconde de Fefiñans, pronto pasó por lazos familiares a manos de los Marqueses de Figueroa que son sus actuales propietarios.


Unido desde sus comienzos a la industria vinícola, fue en este edificio donde por primera vez se embotelló el vino albariño, y hoy día conserva una de las bodegas más antiguas de Galicia.


Hemos hablado de un arco, pues bien, en principio eran dos, ya que uno fue destruido para que pasara una calle. El que ahora vemos presume de una preciosa balaustrada barroca y servía y sirve para comunicar el palacio con su bosque privado.




Por su parte la Iglesia de San Benito, mandada a construir por la esposa del vizconde, no es el templo original que se localizaba en este solar, ya que la noble dama, levantó su iglesia sobre una antigua capilla románica que ya existía previamente.


Posteriormente otros miembros de la la familia irían añadiendo elementos como las torres barrocas que albergan las campanas.


La idea de doña María Ozores era que en su sagrado suelo descansaran sus restos, junto a los de su esposo Gonzalo Valladares. Sus descendientes hicieron lo mismo, por lo que durante siglos los miembros más destacados de la familiar tuvieron aquí su lugar de sepultura.


Dos curiosidades: la primera, el reloj de sol que se encuentra entre los dos escudos en el lateral de la iglesia que da a la plaza, y la segunda "los Balboa", dos enormes guerreros de piedra armados con mazas cuya función es la de proteger el templo y el pazo.


Nos vamos a la parte alta de la villa, concretamente a la base del Monte de la Pastora, donde encontramos un inusual cementerio.



Hace siglos se levantó en este lugar un templo bajo la advocación de Santa Mariña Dozo. El tamaño de su estructura, así como las seis capillas nos habla de su importancia dentro del rosario de iglesias del concello.



Varios elementos llaman nuestra atención.

El primero de ellos es el magnífico estado de los arcos que aún permanecen en pie, intactos, tras el voraz incendio que destruyó la iglesia en el siglo XIX.



Luego su torre, a la que a no ser por el estado ruinoso del edificio podríamos ascender por su escalera de caracol y disfrutar del hermoso paisaje de Cambados.


Y finalmente el interior y suelo de la iglesia, que presenta un terreno salpicado de tumbas que se han ido añadiendo a lo largo de los años como complemento a las que preceden al templo.


La iglesia dejó de ser lugar habitual de culto para ser usada tan sólo una vez al año, cuando se celebra aquí la misa de Difuntos.






Antes de dejar Cambados y de camino al coche pasamos ante uno de los pazos más conocidos en la provincia, el de los Ulloa, que ordenaron construir la iglesia que acabamos de ver y que inmediatamente nos recuerda a la novela de Emilia Pardo Bazán, aunque no se desarrollara aquí.


Puente Segade

Siguiendo el curso del río Umia, nos detenemos en un punto cercano a la localidad de Caldas de Rei. Aquí, cerca de las ruinas de una central hidroeléctrica, sus aguas se remansan en una serie de pozas y recovecos conocidas como Conxunto Natural de Segade.




El estruendo de las caídas de agua que ha formado el río se transforma aquí en silencio, paz y sosiego, un rincón de un verde feraz y encantador que tiene un protagonista estelar, el Puente Romano.




Aunque de romano tiene poco, por mucho que la cultura popular así lo haya nombrado, ya que fue mandado construir por el párroco de San Andrés de Cesar en 1729.




Quizá los siglos hayan conocido la vía romana que por aquí discurría y que unía Bracara con Astúrica, salvando un antiguo puente romano del que no queda resto alguno, y por ello el nombre. Tras bajar desde la carretera por un sendero, llegamos a unas resbaladizas escaleras que nos llevan al lecho del río, buscando la mejor perspectiva del paso de piedra.




Desde aquí tenemos una espectacular perspectiva del arco de casi 15 metros de altura que forma el puente restaurado en 2008 de muy acertada manera.




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