Considerado uno de los puertos pesqueros mas importantes de Galicia, no solo ha sabido ir innovando con el tiempo y adaptar sus recursos e infraestructuras a las nuevas necesidades, sino que complementa su presencia marinera con hechos históricos de gran importancia. De hecho, fue de aquí de donde escaparon, perseguidos por el franquismo, aquellos que huyeron a Francia y acabaron en campos de concentración o luchando en la II Guerra Mundial, e incluso llegaron a Perú, donde ayudaron a construir Chimbote, el primer puerto pesquero del mundo.
En cuanto a la pesca, decir que fueron los marineros vascos los que fundaron la pequeña villa como puerto para la caza de ballenas, que tuvo su auge en el siglo XVII, ya que era un mirador privilegiado para avistar a esto cetáceos.
Si bien en un principio los privilegios de pesca y captura estuvieron en manos vascas y cántabras, muy pronto el clero se hizo con ellos, que los controlaba desde Mondoñedo. Hay que tener en cuenta que los religiosos no iban a dejar pasar la oportunidad de enriquecerse con los productos que salían de dichas capturas, como grasas, aceites, carne y huesos, estos últimos empleados en la construcción de los techos de las casas de pequeño tamaño.
Si nos fijamos hay dos muelles; el Norte exclusivo de los pescadores con sus fábricas de hielo, un dique de abrigo y la lonja de pescado, y el sur ocupado por asociaciones que se encargan de la fabricación y reparación de las redes de pesca.
Nos detenemos ahora para disfrutar de un gigante de la costa, el faro de Punta Nariga.
Rodeado de rocas que por el capricho de vientos y lluvias se han erosionado hasta presentar curiosas formas de animales y plantas, el faro se yergue 28 metros sobre nosotros.
Aunque si lo medimos desde el nivel del mar debemos añadir 50 metros más, lo que hace que su luz pueda verse desde 41 kilómetros antes de llegar al acantilado.
Es el faro más moderno de toda la costa gallega, ya que fue diseñado y construido en 1995 en tres cuerpos: la base, la estructura de servicios y el faro en sí mismo.
Construido enteramente en granito, el mirador que encara el mar tiene como único habitante una figura en bronce que representa a un Atlante que parece estar transformándose en gaviota.
La vista desde el mirador superior abarca gran parte de la Costa da Morte.
Y ahora vamos a acercarnos a Laxe para ver una curiosidad. Tras dejar el coche en un lado de la calle que sube hasta el cementerio desde el pueblo, andamos unos 100 metros y llegamos a una pequeñísima cala. que hasta hace poco se conocía con en nombre de Areal dos Botiños, haciendo referencia a unos pequeños delfines que se dejaban ver por la costa.Ahora es más conocida por el nombre de Playa de los Cristales.
El minúsculo lugar se ha hecho famoso porque gran parte de él está cubierto de diminutos cristales de colores que nos hacen investigar sobre su procedencia.
Al parecer, hasta bien entrado este siglo, hubo cerca un vertedero en el que abundaban botellas de todo tipo de vidrio, la acción erosiva del mar y los elementos las fueron triturando y llevando hasta el lugar donde nos encontramos. En un principio de comenzó a retirar los cristalitos como si de basura se tratase, pero viendo el atractivo turístico de su estética, optaron por dejar gran parte en la cala.
A pocos metros y siguiendo la vereda que sigue la costa, encontramos como complemento la Pedra dos enamorados, con inscripciones de las parejas que han ido hasta el lugar a contemplar el atardecer.
Junto a ella la llamada Furna da Espuma, o Cala de la Espuma, que en días de mar bravío parece hervir al batir el mar contra las rocas. Desgraciadamente no fue nuestro caso.
Y nos vamos a otro faro, el de Cabo Vilán.
Este imponente faro, localizado en un grandioso enclave que parece haber salido de la febril imaginación de un diseñador de escenarios para películas, se encuentra situado en lo que muchos conocen como el "Cabo de las Gaviotas", del que al parecer deriva su nombre en gaélico.
Es tan impresionante el conjunto que conforma, que fue declarado Sitio de Interés Nacional en 1933, reforzado por las maravillosas vistas que desde él se obtienen, como las vírgenes y naturales calas y ensenadas que lo rodean.
El faro, que cuenta con más de 100 años de antigüedad y 105 metros que lo elevan sobre la superficie de la Costa da Morte, puede hacer llegar su luz hasta 50 km de distancia, siendo vital para evitar los naufragios en esta peligrosa zona de navegación.
Su importancia fue tal, que lo llegaron a atender hasta 6 fareros, que vivían en el edificio que precede a la gran torre de luz. Debido a los constantes vientos y azotes marinos, accedían directamente desde el edificio residencial al faro mediante el túnel que podemos ver en la imagen.
Aparte de por su faro, la costa es muy famosa por haber sido escenario de dramáticos y numerosos naufragios, como el que ocurrió en 1890 y que costó la vida de más de 170 marineros ingleses. La sucesión de varios desastres similares adelantó la construcción del actual faro, frente al que durante un tiempo, los barcos ingleses disparaban salvas de honor para recordar a sus muertos.