Y no lo digo por decir.
Lo he comprobado durante mis años de caminos, lo he escuchado en boca de peregrinas que han viajado conmigo, y lo he visto en la mirada segura de viajeras que no hace mucho dudaban hasta de sí mismas.
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El Camino de Santiago es también un reflejo de tu amor propio y de tu propia seguridad. Marchar con tu mejor actitud es una importante garantía para disfrutar del Camino sin miedos irracionales.
Si entras en él, parte de tu seguridad está más que ganada al terreno del azar y de lo desconocido. Conocerlo no es sólo amarlo, es despojarlo de inseguridades propias del iniciado.
Lee, busca, encuentra, contrasta con peregrinas que fueron en su día viajeras solitarias por el Camino. Sus mensajes susurran un mismo leitmotiv de aventura y seguridad a partes iguales.
Peregrinas por el Camino de Santiago
Mi blog también tiene su razón de ser precisamente por este motivo.
Quizá mi propia experiencia aquí contada te sirva, o te motive a dar tu primer paso por pequeño sea.
Si es así…, ¡Objetivo conseguido!
La peregrina que escuchaba cantos de sirena
Heidi desde hacía mucho tiempo soñaba con regresar a España. Sus años en la Universidad Complutense marcaron toda una intensa época de su juventud.
Un tesoro difícil de olvidar para quien conoce España, viniendo de la cultura anglosajona del otro lado del Océano Atlántico.
Esos ecos de un pasado radiante sonaban constantemente en su acomodada cabeza.
Con más años, aunque intactas las ganas de vivir, decidió aterrizar en España a través del Camino de Santiago del Norte.
Señales del Camino del Norte
Contactó con nosotros. Tenía dudas y muchos interrogantes sobre hacer el Camino en solitario. Y eso que su español es bastante más que potable. Una barrera menos, aunque sea idiomática.
Su inseguridad se percibía día a día nítidamente a través del hilo telefónico transoceánico, incluso al principio se trasladaba a nuestra capacidad de ayudarla a vencerla.
Fue verdaderamente un reto que nos tomamos muy en serio.
La falsa inseguridad de Heidi
Como buena norteamericana se tomaba muy en serio los sesudos consejos de su Secretaría de Estado acerca de viajar a remotos países. “Con la iglesia habíamos topado amigo Sancho”.
Asociamos remoto con desconocido, y lo que no conocemos nos genera agujeros de seguridad.
Afortunadamente, Heidi al menos podía situar en un mapa Santiago de Compostela, España y la Europa avanzada a la que aún pertenecemos. Un buen comienzo. Somos civilizados, además de magníficos peregrinos.
Una vez situados en el mundo, mostrar a Heidi que el Camino formaba parte de una Europa que se vertebró con los siglos gracias precisamente a él, fue el siguiente paso.
No estaría sola, es más, no habría sólo españoles, sino una especie de ONU mochilera recorriendo el polvo del camino en decenas de idiomas diferentes.
Nunca eres una extranjera en el Camino de Santiago, simplemente, eres una peregrina más con todo lo bueno que ello significa.
Leer la prensa era otro de los hobbies preferidos de Heidi.
Y la parte escabrosa de sucesos turbios en zonas localizadas más o menos cercanas al Camino, era una de sus secciones más visitadas.
Si miras con lupa el mundo, y en concreto el Camino, perderás el detalle afable que te rodea, y pondrás énfasis en hechos aislados que no son ni representan a la auténtica y provechosa realidad.
Es más, si miras con lupa lo que pasa en tu barrio, pueblo o ciudad, te darás cuenta de que el Camino de Santiago en contraste es una especie de poblado hobbit donde la sana convivencia y la tranquilidad reinan por doquier al ritmo de los violines.
La decisión de Heidi
Ir o no ir, he aquí la cuestión.
Tras algunas llamadas, no pocas horas de lecturas, y, cómo no, la firme convicción de Heidi, la cuestión pasó a ser desde dónde comenzar.
Nada más y nada menos que desde Irún y 825 kilómetros por delante. ¡Si no quieres sopa, pues toma dos cazos!
No sé si hizo el cálculo en millas, pero Heidi quedó muy convencida de sus capacidades para afrontar un camino en toda regla.
Puso una bendita condición: que la acompañásemos las tres primeras etapas para ir tomando la temperatura de la ruta en compañía más experimentada.
Noelia y Heidi en Oiro, Camino del Norte
Aprendió fácil y rápido, tiene el gen peregrino en sus venas y su actitud además fue inmejorable.
Resultó inevitable verme reflejada en sus ojos.
Esa ilusión por lo desconocido, sentirte nómada en una hermosa tierra por descubrir. La verdadera privilegiada era ella, y toda inseguridad desapareció de su mirada.
El resto de esta bonita historia está aún por contar, porque ella en estos momentos se encuentra en algún punto de la costa cantábrica disfrutando de su soledad, de su camino y de sus nuevos amigos.
Seguridad en el Camino de Santiago: mitos y leyendas negras
No existe inconveniente que no puedas solucionar con un poquito de sentido común.
Gracias a Heidi pudimos sintetizar (no todas) algunas de las inseguridades más populares del Camino de Santiago.
Allá vamos.
¿La soledad genera una permanente sensación de inseguridad?
¡No!
Al contrario, acabarás buscándola, porque en el camino puede que empieces sola, pero desde luego nunca lo estarás salvo que tú lo decidas.
Imagínate convivir contigo misma sin ningún intermediario.
Tener tiempo de calidad para ti. Comprenderás que la soledad lejos de ser peligrosa, es una de las sensaciones más reconfortantes que existen.
Mantén activado un sexto sentido para controlar tus pertenencias
¿Pero de qué pertenencias estamos hablando?
Una peregrina camina ligera de equipaje, acumulando intangibles en su mochila como son las experiencias vividas y por vivir. Pero éstos últimos no pesan salvo en el recuerdo.
Utiliza el sentido común, tus documentos y el poco dinero que necesitas en cash a diario, te pueden acompañar en algún lugar de tu cuerpo sin necesidad de espolvorearlo a los cuatro vientos.
Sé prudente y no hagas ostentación de lo último en tecnología sobre la litera de tu albergue mientras te vas a dar una reconfortante ducha.
Sobre dónde guardarlo, coteja con tus abuelos al respecto si tienes esa oportunidad. Ellos sí que tenían imaginación para esto y otras muchas cosas en épocas de escasez y picaresca.
Chorizos, “haberlos haylos”, como en todos los sitios. Y por cierto, en todas las épocas, que de ello sabían muy bien los caballeros templarios.
En el camino, quizá la cantidad sea bastante menor, porque la inmensa mayoría de la gente que te encontrarás cuidará de ti y de tus pertenencias sin pedirte nada a cambio.
No vayas con desconocidos ni aceptes caramelos en la puerta de un colegio
Todos son desconocidos hasta el justo momento en que los conoces. Date esa oportunidad. El camino suele dar transparencia a las personas y se muestran tal y como son.
Con lo cual decidir con quién hablar se convierte en un gesto tan sencillo como natural. Aprenderás a saborear lo que es vivir con lo auténtico, y eso te incluye a ti.
Si eliges los caminos más transitados coincidirás con peregrinos abiertos a charlar contigo de forma amistosa y sana, que de los pesados el apóstol nos librará
Cosas que no sentirías en ningún otro lugar
Unirte a un grupo y sentir que llevas dentro de él toda una vida.
Descubrir que la verdadera seguridad del Camino de Santiago está en una misma.
Alejar la lupa de los detalles menos representativos y poner foco en lo que verdaderamente es auténtico.
Manejar el sentido común como tu guía más experta en el Camino de Santiago.
Perderte en el camino es encontrarte contigo misma.
Y no olvides que la mujer que aprende a conocer, es difícil que caiga en engaños.
Fotografía de Woman To Santiago
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