La construcción de la técnica de nado, basada en un modelo de ejecución eficaz, debe entenderse como un proceso variable, que se altera en función de las características individuales de tipo morfológico, fisiológico y psicológico, de las condiciones del medio acuático, de las limitaciones reglamentarias, etc. De entre todos estos factores, los de carácter individual son los únicos susceptibles de mejora por medio del entrenamiento, y tienen una importancia capital en la configuración del estilo personal para una ejecución técnica correcta.
En este sentido, Navarro y col. (2012) señalan una serie de cualidades indispensables para una óptima adaptación del estilo personal al modelo técnico de nado, cualidades que caracterizan al nadador que en su ejecución técnica nunca F.R.A.C.A.S.A.
Flexibilidad suficiente para garantizar el rango óptimo de movimiento de las articulaciones implicadas en los gestos técnicos propios del nado.
Relajación de los grupos musculares durante las fases del movimiento en las que no intervienen como agonistas o sinergistas.
Atención centrada en el proceso de entrenamiento y focalizada en los puntos clave de la ejecución técnica, siempre que sea necesario.
Coordinación de los grupos musculares que intervienen en las distintas fases de los gestos técnicos característicos del nado.
Actitud proactiva para el control pleno del proceso de entrenamiento técnico.
Sensibilidad para percibir los estímulos que proporciona la interacción con el agua durante el nado.
Acondicionamiento suficiente para alcanzar y mantener el nivel óptimo de velocidad de nado sin menoscabo de la ejecución técnica.
OBJETIVOS
En general, se consideran como objetivos fundamentales del entrenamiento de la técnica de nado:
La disminución de las fuerzas que frenan el avance del nadador al desplazarse en el agua.
El aumento de la fuerza propulsiva que aplica el nadador contra el agua para avanzar.
El orden jerárquico de los citados objetivos no es casual y obedece al criterio de gasto energético durante el desplazamiento en el agua. Se sabe que la energía total empleada durante el nado proviene de la que se consume para vencer la resistencia del agua y de la que se usa para la propulsión, siendo mucho mayor la proporción de energía utilizada en el primer caso (Arellano, 2010). Por tanto, parece razonable priorizar las actuaciones que traten de minimizar las fuentes de resistencia, para poder emplear de forma eficiente la energía disponible, centrándose después en la eficacia de las acciones propulsivas. No obstante, es perfectamente compatible y además conveniente, el entrenamiento simultáneo de estos aspectos con el fin de alcanzar los objetivos señalados (Navarro y col., 2003).
La consecución de los objetivos fundamentales del entrenamiento de la técnica de nado está condicionada por la capacidad del nadador para actuar sobre las fuerzas que determinan su desplazamiento en el agua.
La RESISTENCIA representa una fuerza externa que se opone al avance del nadador y depende de diversos factores, entre los que cabe destacar por su relación directa con el entrenamiento técnico, el tamaño, la forma y la posición del cuerpo del nadador y de sus segmentos, su velocidad y su aceleración.
La FLOTACIÓN (dinámica, por el desplazamiento durante el nado) representa una fuerza que se ve afectada por el peso del nadador y favorecida por el efecto de la resistencia sobre el cuerpo, dado que el componente vertical de fuerza de la resistencia aumenta con el incremento de la velocidad de nado, de tal modo que se reduce el efecto del PESO y permite que el cuerpo del nadador se acerque más a la superficie del agua. No obstante, conviene recordar que la resistencia tiene una relación exponencial con la velocidad de desplazamiento, de tal modo que un ligero aumento de ésta supone un incremento considerablemente mayor de resistencia.
La PROPULSIÓN es el resultado de la interacción dos fuerzas (arrastre y sustentación) cuya magnitud depende fundamentalmente de la orientación de las superficies propulsivas (manos, brazos, pies y piernas) durante la ejecución de los gestos técnicos del nado.
Es cierto que algunos nadadores tienen la capacidad innata de actuar instintivamente sobre las citadas fuerzas, de tal manera que pueden adoptar posiciones de mínima resistencia sin necesidad de aplicar fuerzas propulsivas, reservando estas para conseguir un desplazamiento más eficiente y eficaz. Pero no es menos cierto que el "sentido del agua", término con el que se denomina a la capacidad descrita, tiene un amplísimo margen de mejora mediante el entrenamiento técnico. Por tanto, como indica Arellano (2010), los ejercicios para desarrollar el "sentido del agua" deben formar parte de la rutina diaria de los nadadores, desde su iniciación en el entrenamiento competitivo hasta el más alto nivel.
Próximamente:
Entrenamiento Básico de la Técnica de crol (II): Contenidos, métodos y medios de entrenamiento
Bibliografía:
Arellano, R. Entrenamiento Técnico de Natación. 2010. Madrid. Cultivalibros.
Navarro, F.; Díaz, G.; y González, M. Cómo nadar bien. 2012. Madrid. Editec@Red.
Navarro, F.; Oca, A. y Castañón, J. El entrenamiento del nadador joven. 2003. Madrid. Gymnos.
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