Esta historia no me ocurrió a mí, sino a un amigo, pero me ha dado permiso para publicarla aunque cambiando su nombre. Allá voy.
Mi amigo, al que llamaremos Víctor, estuvo trabajando en una empresa de informática. La novia de un amigo del dueño de esta empresa le llevó su ordenador, para que se lo repararan porque decía que le iba demasiado lento. El jefe le dijo a Víctor que empezara él haciendo las primeras comprobaciones. Por ello, le pasó varios antivirus. Resultado: nada de virus. Había que seguir buscando.
Mientras seguía descartando cosas, su jefe se le unió. Decidieron mirar el contenido del disco duro, carpeta por carpeta. De repente, en una carpeta donde un programa de descargas guarda sus archivos descargados, encontraron algo muy “interesante”. El amigo del dueño (o sea, el novio de la chica), se había descargado bastantes videos X. Quedó descartada la idea de que hubiera sido la chica, debido a que a penas sabía utilizar el ordenador (sabía utilizar Internet Explorer y el Word, y de milagro).
La cara de Víctor fue un poema, según me contó, pero la de su jefe tampoco se quedó corta. Afortunadamente para Víctor, su jefe fue quien se encargó de esto y quien finalmente se lo dijo a los dos, ya que apareció tanto su amigo, como la novia de este.
No sé el final de la historia, lo que sí sé es que Víctor se alegró de no ser él quien tuviera que hablar con ellos (sobre todo con ella), y de no estar presente durante esta conversación. Según mi punto de vista, su jefe tenía dos opciones: o decirles claramente que si le iba lento era por descargar demasiados videos X (lo cual aún siendo cierto, sería un poco violento para ambas partes), o decirles simplemente todo era debido a la descarga de demasiados archivos a la vez, y que el problema se solucionaría con el simple hecho de no descargar tanto a la vez.
Sea cual sea la opción que tomó, no creo que fuera plato de buen gusto tener que hablar de estas cosas, sea de un modo más educado o más claro y sin tapujos.
¿Vosotros que hubierais hecho en una situación así?