Esta técnica ha supuesto un salto de competitividad en Estados Unidos. En la Unión Europea no existe marco legal homogéneo, aunque en España son ya varias las autonomías que han frenado su utilización, como Cataluña, Cantabria y La Rioja.
¿Qué es el fracking?
La fracturación hidráulica o fracking es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. El procedimiento consiste en la inyección a presión de algún material en el terreno (generalmente agua), con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo y que son casi siempre menores a 1 mm, y favoreciendo así su salida hacia el exterior.
Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, aunque ocasionalmente se pueden emplear espumas, gases o uranio.
Debido al aumento del precio de lo combustibles fósiles y la escasez de pozos, estos métodos se han hecho económicamente rentables y se está propagando su empleo en los últimos años, especialmente en Estados Unidos. De hecho, se estima que en la actualidad esta técnica está presente en aproximadamente el 60% de los pozos de extracción en uso.
Repercusiones en el medio ambiente
Sin embargo, existe una gran alarma sobre el peligro medioambiental derivado de esta técnica, pues además de un enorme consumo de agua, es habitual que junto con la arena se incluyan multitud de compuestos químicos, cuya finalidad es favorecer la fisuración o incluso la disolución de la roca, y que podrían contaminar tanto el terreno como los acuíferos subterráneos.
Así, las principales repercusiones serían la emisión a la atmósfera de productos tóxicos, la contaminación de aguas subterráneas debido a la fuga de fluidos de fracturación y por el vertido incontrolado de aguas residuales al exterior.
Los fluidos de fracturación pueden contener sustancias peligrosas y su reflujo metales pesados y materiales radiactivos procedentes del subsuelo.
Además, alegan las asociaciones ecologistas que las experiencias obtenidas en Estados Unidos muestran numerosos accidentes que pueden dañar el medio ambiente y la salud humana. E incluso, aseguran, entre un 1 y un 2 % de los permisos de perforación violan las obligaciones legales. Muchos de estos accidentes se deben a una manipulación incorrecta del equipo o a fugas de éste.
Por otra parte, cerca de los pozos de gas se ha registrado contaminación de aguas subterráneas con metano, así como con cloruro de potasio, que provoca la salinización del agua potable, aseguran estas asociaciones.
Otra repercusión inevitable de la extracción de gas de esquisto, manifiestan los ecologistas, es un alto índice de ocupación de tierra, debido a las plataformas de perforación, las zonas de aparcamiento y maniobra para camiones, equipos, instalaciones de procesamiento y transporte de gas, así como las carreteras de acceso.
Sin normativa concreta de momento
El fracking, ha permitido incrementar la competitividad de la industria estadounidense, lo que supone un reto para la competitividad de las empresas europeas que tienen problemas para competir por los elevados precios de la energía.
Por ello, la Unión Europea pretende que las compañías que estén dispuestas a realizar este tipo de exploración tengan que cumplir con toda la normativa en materia de agua y de productos químicos. De hecho, uno de los asuntos que están en este momento sobre la mesa es la clarificación de qué productos químicos se utilizan, su necesidad de registrarse y de cumplir con la directiva Reach.
Esto es así dado que un informe emitido en junio de 2011 por la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo, concluye que con la fracturación hidráulica se produce una «emisión de contaminantes a la atmósfera, contaminación de las aguas subterráneas debido a caudales de fluidos o gases provocados por escapes o vertidos, fugas de líquidos de fracturación y descargas no controladas de aguas residuales, así como la utilización de más de 600 productos químicos para liberar el gas natural».
La Comisión Europea quiere tener lista esta primera propuesta a finales del año 2013 tras realizar una consulta pública. Por el momento, países como Polonia y Reino Unido se han mostrado interesados en la técnica, pero todavía no han puesto en producción ningún pozo.