“We are in Transylvania, and Transylvania is not England. Our ways are not your ways, and there shall be to you many strange things.”
Tenía razón esas palabras que sonaban en los oídos aún después de haber tomado rumbo a lo desconocido en un país que está en el centro de la Europa mítica, Transilvania esperaba con sol, menos mal, aunque el sol toma aqui un resplandor raro, como si fuese simplemente el reflejo de objeto metálico; digo bien metálico porque la leyenda siempre ha ido acompañadas de adornos metálicos, iconos de muchas películas y de muchos libros tragados aunque por las noches, sobretodo las primeras noches después de la lectura, fuesen largas y terriblemente oscuras. Transilvania nos esperaba allí en esa Rumanía que ahora abre sus brazos a los turistas para demostrar que su leyenda es solo eso leyenda y la que hermosura se ha puesto en ella lo mismo que en sus países colindantes.
Curiosamente la gente del lugar no habla de Drácula como una maldición ni siquiera con temor de haber sido real en un tiempo remoto; simplemente te miran de lado ocultando un sonrisa por los temores que siempre llevas contigo. Y es precisamente en el Transilvania Inn donde nos hospedamos después de la primera experiencia. Un lugar cómodo y muy adecuado a la modernidad aún conservando su esencia: paredes blancas, chimeneas en las habitaciones, grandes balcones de madera que miran al paisaje teniendo el castillo a solo 1 km y el pueblo de Bran a sus pies donde se puede ir un día de mercado y encontrarse las cosas más impensables. Realmente bonito para la estación de la primavera bien entrada cuando se han ido los fríos y aún no ha llegado el calor sofocante del verano y los turistas que cada vez más, vienen por estos lugares.
El castillo que es motivo de nuestra visita y el que se ha hecho famoso en el mundo se encuentra muy cerca de la ciudad de Brasov que es digna también de ser visitada y donde podemos comprobar que el mito del vampiro es la mayor fuente de ingresos de este país; las reliquias, pergaminos, conjuros, estacas y un sinfín de “objetos vampirescos” se venden aquí como las rosquillas. Tiene su origen en 1212 cuando los Caballeros teutónicos fueron expulsados de Palestina y recibidos por el Rey de Hungría que le dio tierras y les permitió hacerse su fortaleza personal. Comenzaba en ese momento la leyenda; todo lo relacionado con las cruzadas y los cruzados ya de por sí lleva magia interna.
Una vez levantada, situada en un lugar especial entre Transilvania y Wallachia, con una arquitectura única en la que destacan las paredes blancas, la madera y las chimeneas, comenzó la leyenda. Los adoquines lisos de sus interiores y la subida a la puerta que nos da paso en estos días son muy espectaculares pero también traicionero pues nos puede reparar un buen susto con un resbalón y una caída. De modo que en principio es aconsejable llevar botas de buena suela antideslizante.
Una vez subida la escalinata alta y lóbrega que se ha habilitado para la entrada al público y que, se nos antoja que han tenido muy poca vista haciéndola la principal vía de acceso careciendo de belleza, aunque no estoy segura de cuál es la entrada principal del castillo. Dando vueltas por sus alrededores no encontramos nada más que puertas cerradas pero de más reducidas dimensiones que ésta. Tenemos pues la primera incógnita apuntada.
Una vez dentro, quitando dos o tres pasillos en penumbras que preferimos ni andar; el castillo en sí es blanco y resplandeciente al sol, bien rehabilitado, con maderas nobles por todos lados formando también parte de su mobiliario; las diferentes estancias están decoradas con esculturas y tapices de gran valor y antigüedad. El patio central da puerta a todas las estancias en la que podemos destacar la sala de la Cancillería con valiosos muebles renacentistas de madera que fueron importados por la reina María. El Dormitorio Real nos dejará atónitos con sus iconos religiosos y la Sala de Música con toda una colección de valiosos instrumentos de música antiguos. En realidad son tres piso mas el patio lo que nos darán una idea bastante exacta de lo que era en sus buenos tiempos este lugar. Su escalera de caracol hará las delicias de muchos, siempre que no se sufra de mareos o vértigos ya que es propicia para esos malos ratos. Y en verdad se puede decir que la claridad de sus paredes le da un aspecto de magia los días de sol y sin embargo, cuando éste comienza su puesta, todo se torna fantasmagórico donde las altas puntas de sus torres se deslizan por las paredes teniendo luna llena de fondo.
Pero vamos en busca de Drácula y naturalmente con este nombre, aquí nada de nada… lo más es que se dice y se comenta que Vlad el Empalador a quien se considera como el origen del vampiro, estuvo en este lugar tres días prisionero cuando los otomanos llegaron hasta estos lugares formando parte de su imperio. Vlad el Empalador no era una joya de amabilidad y de cariño y se convirtió en la mano vengadora de no se sabe bien qué fuerza (se dice que demoníaca) y que pertenecía a la Orden del Dragón muy típico de los grandes de la nobleza en aquellos tiempos (caballeros, señores nobles y terribles guerreros) y tenía como entretenimiento empalar a sus enemigos hasta la muerte agónica de los mismos, mientras él comía tranquilamente.
Este castillo tiene la ventaja que puede ser visitado particularmente o formando parte de una visita guiada (aconsejable). Era propiedad de los Habsburgo que quisieron venderlo hace unos años pero la cantidad que pedían por el sitio era astronómica, no sé hoy en día si todavía pertenece a la casa o la ha adquirido el gobierno del país puesto que es una buena fuente de dinero. Además hay que tener en cuenta que tiene a sus alrededores terrenos para cultivo y árboles centenarios; hay que decir que el lugar es ideal y que está muy lejos de su oscura leyenda.
DAMADENEGRO 31/3/2009
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