Y es precisamente el ave fénix traído a la pantalla por la intérprete de Sansa Stark en Game of Throne, el corazón de un episodio final que se lleva a cabo en la adquisición de 20th Century Fox por parte de Disney, proponiéndose a sí mismo como el Final de X-Men antes del advenimiento de New Mutants en los cines en el 2020. Una película, de Josh Boone, que será el último segmento del ciclo, un proyecto al margen que promete ser muy ambivalente hacia el horror.
X-Men: Dark Phoenix opta por explorar el lado femenino de la franquicia
X-Men: Dark Phoenix, gracias a la centralidad de Jean Gray y su relación simbiótica y no muy seductora con la villana Lilandra (Jessica Chastain), opta por explorar el lado femenino de la franquicia como nunca antes: una elección de campo que en el momento de la Capitana Marvel, del #MeToo, podría traer consigo una implicación más que significativa, pero que desafortunadamente no logra expresar su potencial.
La razón es atribuible sobre todo a la falta de atractivo de Turner, que no le da al personaje un grosor particularmente visible, ni a nivel psicológico ni a nivel gráfico, para perder ante la comparación con la anterior Fuerza Fénix (para cuya tira cómica es la película) interpretada en el pasado por Fammke Janssen durante la saga. Su arco narrativo es demasiado preponderante (al principio la vemos como una niña en 1975, solo para encontrarla en la adultez en 1992), pero también se resuelve apresuradamente con un guión que no siempre está a la altura.
En cambio Chastain es mucho más efectiva gracias al misterio que envuelve su personaje: una supervillana que quiere destruir la tierra con cabello muy rubio, rasgos diáfanos y voluntad destructiva, tan gélida como magnética, que compensa la ausencia de carga emocional con una fina y helada vena mefistofélica que ofrece los momentos más interesantes y los intercambios de bromas más ingeniosamente organizados, siempre listos para descubrir «filosóficamente» las profundidades apocalípticas de la historia y sus implicaciones.
Es la última vez que veremos a estos actores y actrices encarnando sus personajes
Visto y considerando que Disney volverá a mostrar todos los personajes cuando se reinicien, X-Men: Dark Phoenix, dirigida por el guionista y colaborador de mucho tiempo de Bryan Singer, Simon Kinberg, ofrece la oportunidad de ver el trabajo, por última vez de todos los actores que entre otras cosas, ahora usan a sus personajes como un guante, con una familiaridad y agilidad que aporta la profesión y la conciencia ya adquirida película por película, James McAvoy en el papel de Charles Xavier, connotado en este caso de manera impredecible y esquizofrénica, Michael Fassbender como Magneto y Jennifer Lawrence en el papel de Raven, a quien se le confía la broma más programática de todas: “Siempre somos mujeres para salvar hombres deberíamos llamarnos X-Women«.
X-Men: Dark Phoenix está teniendo un paso bastante discreto por la taquilla que las anteriores de su saga y cuyo manejo de los efectos especiales y la postproducción dan la apariencia de una película B en bruto y de rango libre poco alineado con la continuidad de los X-Men pero capaz, especialmente en la segunda parte, de amplificar el sufrimiento y el drama, un sentido del fin y la gestión de una despedida, después de lo cual, inevitablemente, nada volverá a ser lo mismo.