La noche anterior mientras cenaban en Bistro Comptoir & Cie en la Rue des Abbesses, su jefe le contó los planes para hoy. Irían a preguntar al hotel donde se había alojado Chloé cuando desapareció.
Fueron a desayunar a la Boulangerie Coquelicot à Montmartre en la Rue des Abbesses, lugar que conocía bien. Cuando se disponía a tomar un sorbo de su bol de café, el sonido de un mensaje de WhatsApp la desconcertó.
«¿Estás disfrutando del rico desayuno en nuestra cafetería preferida de París?» Y llegó otro: «¿Ese hombre sabe también como yo lo que te gusta?» Y más: «¿Tan pronto te has olvidado de mí?» «Yo de ti no».
Su jefe vio que algo iba mal y le preguntó:
— ¿Qué pasa? ¿Le ha pasado algo a tu familia?
— No, mi familia está bien.
— Entonces, ¿qué va mal?
— Preferiría no hablar de ello. ¿Cuál es el hotel al que vamos?
— Si no quieres contarme lo que pasa, lo respeto, pero sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa. Tú me estás ayudando con lo de Chloé y yo puedo hacer lo mismo por ti.
Los mensajes en el móvil siguieron sonando, pero ella no los miró, cogió el bol de café y siguió con su desayuno como si no hubiera pasado nada.
A él le intrigaba cada vez más lo que había en esos mensajes y de quién podrían ser. Tenía que saber lo que estaba pasando. Y pensó, «No es normal que una mujer como ella, lo dejara todo, se fuera de su país para trabajar como niñera. Algo le ha tenido que pasar. Y sé cómo averiguarlo.»
Ella se levantó de la mesa para ir al servicio y él cogió el móvil, marcó un número de teléfono y llamó.