Todos guardamos en el cajón de los recuerdos olvidados un remoto lugar rodeado de aguas cristalinas donde retirarnos del mundanal ruido. De repente, lo sacamos cuando la rutina más aprieta, y esa foto nos imanta durante unos segundos cambiando ficción por realidad en nuestros sentidos.
We all keep in our forgotten memories corner a remote place surrounded by crystal-clear waters to which retired from the madding crowd. Suddenly we reach back to those memories when we are overwhelmed by the routine, and that flash attracts us for a few seconds swtiching fiction for reality in our senses.
En nuestro cajón guardamos las islas Pitiusas siendo nuestra debilidad la menor de las dos, Formentera. Apenas con una veintena de kilómetros en su diámetro más largo, se asemeja a una etapa de Camino de Santiago rodeada de un mar limpio y calmo en verano.
Nos propusimos desconectar hasta del Camino también, romper el blog para añadir un hueco para la experimentación. Sobre nuestras botas hay diecinueve rutas verdes en una isla sin semáforos, sin «fast food restaurants», y con la gran mayoría de su suelo protegido frente al turismo que en Julio y Agosto se agolpa llamando a su pequeño puerto.
Especialmente espectacular fue la subida al Pilar de la Mola a través del Camino Romano, El Camí de Sa Pujada, un continuo mirador hacia la isla, la mar y las calas que salpican su costa norte. Eso sí, siempre acompañados por las auténticas protagonistas de la isla, las lagartijas tan acostumbradas a viajeros que parecen indicarte el camino a seguir en aquel imponente acantilado. Compartimos con ellas camino y viandas que bien se lo ganaron.
Poner pie a tierra tiene sin duda sus recompensas. Desde el Faro de Barbaria al de la Mola fuimos sorprendidos por sus aldeas, calas, lagos naturales e islotes que protegen sus costas. Nos bañamos en piscinas naturales, calas abandonadas que en su día fueron puertos pesqueros en miniaturas, playas arenosas, antiguos embarcaderos e incluso, en improvisadas lagunas de aguas turquesas y arena bajo tus pies.
Todo en aquel lugar es refrescante. Y acabo con un detalle que lo justifica: Cerca ya de la media noche, conduciendo bajo el manto de las estrellas hacia el Cabo de la Mola, arriba en la parte más alta de la isla donde la temperatura refresca. Reduces tu velocidad para que el viento justo pegue en nuestros rostros. La carretera cada vez es más estrecha y al final se convierte en una larga recta cuyo final es un faro ya encendido. Llegas justo bajo sus pies, una guitarra y una voz femenina a capela resuena en la noche. Un pequeño chiringuito de otra época acoge a un reducido número de personas que disfrutan del concierto. Te unes a ellos. El mar rompe bajo el faro que gira en su personal cadencia de luz, una cerveza helada, una conversación en susurros y toda una noche por delante para despedirte de Formentera.
Volvemos a casa y a nuestro Camino de Santiago con la sensación de no haberlo dejarlo nunca atrás. Nuestras botas acumulan el mismo desgaste del caminante que día tras día traza su propio camino.Formentera. (Islas Baleares)
In our corner we treasure The Pitiusas Islands, being the smaller one, Formentera, our precious weakness. Counting with hardly twenty-something kilometres at its widest point, it looks like a stage on The Camino surrounded by a cristal-clear, calm summer sea.
Setting foot on land has without any doubt its rewards. From the Lighthouse of Barbaria to the one at Mola, we were surprised by its hamlets, small beaches, natural pools and small islands which preserve its coasts.
We come back home and to our Camino with the feeling of not having left it behind. Our boots carry the same wear as the traveller who, day by day makes his own path.
Formentera. (Islas Baleares)
Photography by WomanToSantiago
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