¡Pero que ganas tenía de compartir con vosotr@s estas tres cafeterías! Dos de ellas ya son viejas conocidas y la otra, se trata de un nuevo descubrimiento que es una auténtica maravilla. Os recomiendo visitarlas en primavera o verano porque su punto fuerte son sus terrazas. Todas están situadas en Berlín Wannsee, en ellas predominan las tartas caseras y están rodeadas de naturaleza. Os aseguro que son mucho más que simples lugares para tomar café, porque por allí abunda el arte, los jardines impresionantes y las vistas de infarto al lago Großer Wannsee. ¿Te las vas a perder?
1. Café Max | Villa Liebermann, Colomierstraße 3
Se trata de una cafetería situada en los jardines traseros de una enorme casona antigua. La terraza tiene vistas directas al lago Großer Wannsee y desde allí podrás ver tanto a los cisnes nadar como a barcos veleros pasar. ¡Pero lo mejor viene ahora! Porque se trata de la casa originaria del pintor impresionista berlinés Max Liebermann. Ahora está reconvertida en un museo y en ella destacan los jardines que justamente eran los que una y otra vez retrataba este artista. De ahí que para acceder a ella, sea necesario pagar los ocho euros que cuesta la entrada al museo. Pero os aseguro que merece muchísimo la pena hacerlo.
2. Hofcafé bei Mutter Fourage | Chausseestraße 15
Se trata de una cafetería acomodada en un patio empedrado de lo más cuidado. En ella, además de poder disfrutar de un café e increíbles tartas caseras, podrás comprar plantas y objetos decorativos de terracota hechos allí mismo. Porque esta cafetería tan mona comparte espacio con una tienda de plantas, otra de delicatesen regionales y hasta una galería en la que a veces hay exposiciones de arte. Justo aquí es donde compré mi planta pasionaria para la terraza, con la que por cierto estoy encantada. Te recomiento un montón visitarla, si al igual que yo tienes adoración por las plantas.
3. Blockhaus Nikolskoe | Nikolskoer Weg 15
No es la primera vez que os hablo de esta cafetería con unas vistas de vértigo al lago Großer Wannsee. Se trata de una casa de madera al más puro estilo ruso, construida encima de una colina y con mucha historia tras de sí. Porque ahí donde la véis, fue un regalo que el rey Friedrich Wilhelm III hizo a su hija Charlotte en 1819. Un auténtico capricho ruso, reconvertido en restaurante allá por los años veinte. Y muy frecuentado en aquel entonces, por grandes personalidades artísticas relevantes. Mi recomendación es que la combinéis con mi paseo favorito o con una visita a la exótica isla de los pavos reales. Y como no, ¡que probéis su tarta de chocolate y bizcocho llamada Herrentorte! Os aseguro que está de muerte. Y si no me creéis, mirad la última foto y después decidme si con esa pintaza no os apetece...
¿Qué me decís? ¿Os gustan las cafeterías en plena naturaleza? ¿Conocéis ya alguna de estas?
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