A pesar de todo ello, Tailandia es un país de descubrimientos. Descubrimientos que van cautivándote. Tailandia tiene ese no sé qué.
Un encanto que los viajeros etiquetan con 3 palabras: I love Thailand.
Wat Pho en Bangkok.
¿Recuerdas algún restaurante de tu ciudad que te topaste por casualidad, al que entraste por pura necesidad y sin demasiadas ganas, pero que al final resultó ser la mejor comida en mucho tiempo?
Descubrimientos de este tipo, hacen que una experiencia resulte más agradable de lo que uno esperaba a priori. En Tailandia me he encontrado con varios eventos de este estilo.
Me gustaría que comentáramos 10 de ellos. Descubrimientos que cargaría en mi mochila y que tal vez, tú también importarías a tu país.
1. El agua del mar siempre está caliente
Ya sea el agua del mar o la del grifo de casa. La temperatura media de la capital tailandesa está por encima de los 25 grados. Durante los 365 días del año. Luego, los líquidos se conservan templaditos.
Los restaurantes no necesitan incluir ese bendito grifo de agua caliente en el lavabo, que tan agradable resulta a esas manos frías en una helada noche de invierno.
En Tailandia nadie se queda arrinconado en la ducha, o entra dubitativo al mar. En el país de la sonrisa, ser el primer bañista del año no tiene ningún mérito.
2. Los refrescos tienen su precio justo
Los tailandeses no se permiten jugar con la necesidad. Cuando tengas sed y quieras comprar una botella de agua fría, aunque sea en primera línea de playa, nunca pagarás más de 20 baht –50 céntimos de euro–.
¿Te imaginas la misma situación en alguna playa del Mediterráneo?
Te acercas al chiringuito en busca de un refresco, y ya estás esperando la clavada de rigor. Aquí no. En las entradas a templos, en monumentos históricos, en una preciosa calita, o incluso en el aeropuerto, es difícil que te lleves un susto a la hora de sacar la billetera.
Comprar un refresco, o algo que llevarse a la boca, siempre es asequible.
3. Puedes olvidarte del casco
Los tailandeses pueden conducir moto a partir de los 11 años. En la ciudad norteña de Pai, fui testigo de ello: de como una mocosa que no tocaba con los pies en el suelo, llevaba a dos compañeros del colegio en su scooter.
Además, los 3 iban sin casco. Eso demuestra que Tailandia es un país de manga ancha. No obstante, reina el respeto hacia los demás y hacia la propiedad ajena.
Por ejemplo, en muchas ocasiones, los tailandeses dejan sus cascos sobre las motos sin ningún tipo de atadura. Lo hacen con la absoluta tranquilidad de que el casco permanecerá en el mismo sitio cuando regresen a su vehículo. Es más, las motos no se atan con pitones, ni calzan alarmas de ningún tipo.
4. Las riquísimas bebidas con hielo
La buena fama de los batidos de fruta está justificada. Pero hay más.
Los cafés con hielo y batidos lácteos son una auténtica delicia. Y es que, cada cuatro pasos, uno puede toparse con cafeterías que están al nivel de la más grande –la del logo verde repleta de gafapastas–.
Imitando el modelo de ese establecimiento, las cafeterías tailandesas también ofrecen pastitas y dulces. Pero a precios acordes con el país.
5. Las hamacas están por todas partes
Los tailandeses adoran la siesta, tanto o más que los españoles. De hecho, no es raro encontrarse a trabajadores echando una cabezadita en mitad de su jornada laboral. Nadie se sorprende ni se molesta por ello.
Quizás todo sea culpa de las hamacas: en Tailandia hay tumbonas por doquier. De las de tela, de esas que se atan al tronco entre dos árboles.
Incluso, he llegado a ver a un tío viajando en el maletero de una ranchera, que iba balanceándose de lado a lado en una hamaca de este tipo.
6. Puedes viajar en el maletero de un coche
En relación con el punto anterior, que los tailandeses viajen en el maletero del coche es de lo más normal del mundo. Nadie se escandaliza por ello. Tampoco la policía.
Grupos de dos, tres, cuatro e incluso cinco personas comparten espacio en el maletero de un vehículo a plena luz del día.
¿Y qué pasa con el cinturón de seguridad? Pues que los tailandeses lo usan como objeto de decoración.
7. Respeto y aceptación
El Reino de Siam es un país de transgénero, o de ladyboys. Muchos viajeros se preguntan por qué Tailandia destaca en el Sudeste Asiático por esta peculiar característica. La respuesta es una incógnita.
Lo que está claro es que Tailandia es un país alegre en el amplio sentido de la expresión. Si hay dos rasgos que caracterizan a este país, son: el respeto y la aceptación.
Muchos ladyboys trabajan de cara al público: en tiendas de ropa, maquillaje, estética y perfumería. Un hecho impensable en otros países.
8. Juntar las palmas de las manos
El saludo formal en Tailandia se ejecuta juntando ambas palmas de las manos e inclinando ligeramente la cabeza hacia delante. También, cuando se quiere mostrar agradecimiento. Y cuando se pide perdón de manera formal.
Juntar las palmas de las manos es un gesto cortés y encantador.
¿A alguien se le ocurre una manera más educada de realizar esas tres acciones?
9. La facilidad para tener un negocio
En cualquier rincón de toda calle tailandesa hay un pequeño puestecito de alguien vendiendo comida, bebidas, postres o incluso animales…
A los nativos, les basta con plantar un tenderete y tener ganas de vender. En algunos lugares concurridos, como el mercado de Chatuchak, los comerciantes pagan un precio simbólico por tener su tienda.
Lo que está realmente bien, es que el beneficio está libre de impuestos hasta los 150.000 baht –alrededor de los 3.000 euros–. De esta forma, se permite que la pequeña empresa sobreviva.
10. La brutalidad de los centros comerciales
¿En alguna ocasión has visto centros comerciales tan gigantescos como los de Bangkok?
El centro comercial Siam Paragon alberga hasta concesionarios de coches en su interior.
El consumo de los tailandeses es espectacular. Los de ojos rasgados se comportan como pequeñas hormiguitas que consumen sin prisa pero sin pausa.
Pues hasta aquí los 10 descubrimientos de Tailandia hasta la fecha, ¿qué te ha sorprendido a ti de Tailandia?
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