Si estás un poco harta de ver fotos de la nieve everywhere, todavía estás a tiempo de huir porque este post viene cargadito de ellas
Nuestros pasos, primero cautelosos pero enseguida decididos, nos llevaron a la ribera del Ebro. El crujido de la nieve blanda y cuajada cuando la pisas es de lo más fascinante del mundo mundial. Vimos la Plaza del Pilar cubierta de blanco, cruzamos el puente de Piedra y bajamos al parque que recorre la margen izquierda del río. Con las capuchas y las bufandas llenas de nieve, en el siguiente puente volvimos a cruzar el Ebro para pasear por las callejuelas del casco antiguo antes de volver a casa.
Después de comer fuimos hacia el Parque Grande por la Gran Vía y volvimos a casa por el paseo del Canal Imperial. Zaragoza no parecía nuestra Zaragoza. El canal nos regaló una nevada intensa y estampas de cuento de hadas. Acabamos el día cansadas, con los pies mojados, las manos entumecidas por el frío y los corazones contentos. (Ventajas de la mascarilla, nuestras naricillas guardaron el calor durante toda la ruta, jajaja).
Salir con el objetivo de 50 milímetros fue todo un acierto: como tiene una profundidad de campo pequeña, los copos de nieve cayendo salen en las fotos maravillosamente desenfocados y no distraen la mirada del paisaje principal. Eso sí, al ser una focal fija con un ángulo de visión bastante estrecho (sobre todo si la colocas en una cámara cuyo sensor tenga factor recorte, como la mía), hubo escenas que no me cupieron en el encuadre por mucho que me alejase –como la gigantesca Basílica del Pilar–, así que utilicé también el móvil para hacer algunas fotos.
Ahora la nieve dará paso al hielo. Filomena no se ha marchado todavía y se avecinan días de mucho frío. Para soportarlo, qué mejor que un café calentito, una manta suave y los recuerdos de un fin de semana mágico.
Cuéntame, ¿tu ciudad también se ha cubierto de nieve?