No todo ha sido un camino de rosas. Mi relación con la lectura ha sufrido algunas crisis y aunque nunca he abandonado del todo los libros, no fue hasta que cumplí dieciocho o diecinueve años cuando recuperé la buena racha lectora que me ha acompañado –in crescendo– hasta hoy. Casi sin darme cuenta, llevo años leyendo cada día, y como a menudo escucho frases del palo “no tengo tiempo para leer” o “me gustaría leer más”, hoy vengo a revelarte algunos secretos que me han funcionado para hacer de la lectura una rutina.
Al fin y al cabo, todos tenemos 24 horas cada día y en nuestra mano está qué hacer con ellas. No se trata de “no tener tiempo para leer”, sino de convertir la lectura en una prioridad (si es lo que quieres, claro) y hacer un esfuerzo por darle espacio en tu día a día poniendo en práctica alguna de estas cosillas:
Fija un ratito de al menos veinte minutos al día para leer; ya sea mientras desayunas, después de cenar, en el autobús,...
Para mí es importante poder desayunar cada día con calma y no me importa levantarme antes de las siete para dedicarle al menos media horita al momento desayuno + libro. Me ayuda a empezar el día de buen humor, aunque si detestas madrugar quizás ésta no sea la mejor opción para ti. Prueba a leer antes de irte a dormir. ¡O combina ambas! No hay nada como empezar el día con un libro y terminarlo también con un libro
Lee sin distracciones. De nada sirve que te pongas a leer si estás consultando el móvil cada vez que cambias de párrafo. Asegúrate de mantener lejos toda distracción para poder sumergirte al cien por cien en la lectura.
Pon tus libros a la vista. Tener un libro siempre a mano ayuda a que el hecho de ponerte a leer sea fácil y prácticamente instintivo. Llena tu “zona de lectura” de libros leídos y por leer y déjalos desperdigados. Ver libros alrededor llama al deseo de leerlos.
Lee varios libros a la vez de distintos géneros. Así no corres el riesgo de aburrirte (sobre todo si estás leyendo un libro muy largo) y puedes alternar según lo que el cuerpo te pida leer en cada momento.
Yo suelo tener en mi mesilla dos lecturas: una novela y un libro de no-ficción. A veces añado un tercero (una relectura, un libro de poesía, un libro ilustrado o de consulta), y siempre intento que al menos uno de ellos sea fácilmente transportable para poder llevarlo en el bolso.
Si un libro no te está gustando, a otra cosa, mariposa. Leer tiene que ser una actividad disfrutona. Hay demasiados libros en el mundo como para perder tu valioso tiempo en uno que no te atrae. Aquí intento seguir la regla de las cien páginas: si llegadas a las cien páginas el libro se me hace bola, lo dejo antes de que se me atragante.
Conforme vayas leyendo más y más, descubrirás qué tipo de libros te gustan y será más fácil acertar. Yo ahora rara vez dejo libros a medias porque a todos les encuentro algo entrañable por lo que merece la pena seguir. Es cuestión de educar el paladar lector y darle solo cosas sabrosas, supongo (;
Rodéate de inspiración lectora. Sigue en Instagram cuentas de bookstagram que encajen con tus gustos (en este post te conté cuáles eran mis favoritas) o canales de YouTube o blogs que compartan reseñas. También puedes crear tu propia comunidad lectora a través de una cuenta personal en Goodreads; la red social más libril o introducir la lectura como “tema de conversación” en tus círculos de amistad: habla con la gente que te rodea sobre qué estás leyendo, pregúntales sobre sus libros favoritos, etc.
Apúntate a retos de lectura. Algunos usuarios en redes sociales organizan lecturas conjuntas y en muchas ciudades existen “clubs de lectura” o actividades promovidas por las bibliotecas municipales que tienen como fin generar sensación de comunidad entre librófilos.
Ponte un objetivo realista y recompénsate al conseguirlo. Por ejemplo; leer diez libros al año es factible a poco que le dediques un ratito cada día. No empieces exigiéndote leer un libro a la semana... ¡porque en cuanto te retrases un pelín te frustrarás y le cogerás manía a la lectura!
También puedes hacerte con una hucha y meter, por ejemplo, un euro por cada libro leído. Cuando termine el año coges ese dinero y te das un caprichazo libril (cómprate ese libro que tanto deseas) o no-libril (caprichazo random, jajaja).
Leer no tiene por qué ser una afición cara. Soy la primera que solo compro libros de veinte eurazos en “ocasiones especiales” o cuando el ansia es muy potente y prácticamente el 80% de las novelas que llenan mi estantería son de segunda mano (en este post te conté dónde suelo comprar libros y aquí tienes un mapa para que vayas de ruta de librerías de segunda mano en Madrid).
Otra opción es sacar libros gratuitamente de la biblioteca de tu barrio, o leer ediciones de bolsillo o E-Books. Los libros electrónicos son más baratos que los ejemplares físicos peeero como yo soy una romántica del papel y no tengo Kindle, no puedo contarte de primera mano qué tal la experiencia de leer en digital.
Por último, si todavía no has sentido “el flechazo” es que no has encontrado EL libro. Todo buen lector tiene un libro que marcó un antes y un después. En mi niñez fueron “Los cinco”, y de más mayor fue “El juego del ángel”, de Zafón, la novela que me reenamoró y reenganchó a la lectura.
Como con cualquier hábito, el ingrediente principal para que la cosa funcione es la motivación. Si te pueden las ganas de leer, sacarás tiempo para leer pero cuidado, ¡los libros son adictivos! Una vez hayas encontrado ese libro que te enamore caerás por el agujero de la madriguera directa al País de las Maravillas, y de allí bien sabe Alicia que no es fácil salir
¡Un abrazo y a leer se ha dicho!