Como hizo hace poquito mi querida chica del quinto, recomiendo leer este post con una de mis canciones favoritas en la voz de Lily Allen.
Creo que he visto un millón de veces “Love Actually”. Me sé escenas y canciones de memoria. El momentazo “Too lost in you” tras la pillada vídeo boda, o el “To me, you are perfect“, pasando por la genial escena —y una de mis favoritas— “Que el amor nos cosa a leches”. Todas las Navidades es necesaria. Ya sabéis, típico momento Bridget Jones con manta y helado a cucharadas mientras miras el móvil cada cinco segundos para ver si alguien más allá de familia y amigos se ha acordado de ti. Parece como algo típico de mi: que me guste Love Actually. Se da por hecho. Pero claro, no puedo negarlo, no puedo hacerme la dura con algo así. Por ello, cuando hoy he visto que habrá secuela, como que me he venido arriba.
Y si le sumas al momento ñoño peliculero la canción de fondo (la verdad es que prefiero a Keane mil veces, pero en la voz de Lily me sienta mejor estos días, no sé por qué) pues la combinación no puede ser más explosiva. Y no es que esté especialmente moñas (no al menos más de lo habitual) pero es que están pasando tantas cosas que necesito pararme. Y escribir.
Porque todo pasa tan rápido que la única manera de no olvidarlo y retenerlo durante más tiempo conmigo es escribiéndolo.
Love Actually. Quién narices sabe lo que es el amor en realidad. O cual es la manera correcta de querer. O cuándo decidir ya no hacerlo. O en qué momento dar un paso o quedarte quieto. Lo cierto es que nadie tiene respuestas. Por eso muchos leen. Por eso muchos escribimos. Para encontrar entre letras motivos, razones o consuelo. Para no sentirnos solos, básicamente. Fastidia reconocer ese miedo, pero es mucho peor mantenerlo oculto que expresarlo. Y yo hace un rato me he enfrentado a él.
He recibido hace como 24 horas un e-mail de alguien increíble que ha leído mi libro. Un corazón de fondant medio roto pero entero. Alguien con una sensibilidad atroz que todavía no sabe cómo manejar. Alguien que vivirá mucho más de lo que ahora cree, que volverá a querer, a soñar, a meter la pata mil veces y a renacer siempre que muera por dentro. Ella. Sigo sin creer que haya terminado leyendo cosas tan íntimas de gente tan especial. No merezco tanto. Yo solo escribo, solo soy alguien que de todas las veces que la ha cagado, que ha sentido y que se ha colado por alguien, tiene contenido almacenado para uno o varios libros. A fin de cuentas, no es más que una forma de venderse. Y de las peores. Pero gracias por tanto. Ojalá algún día pueda devolveros tanto cariño.
El sábado (en la presentación del libro en Barcelona) fue uno de los días más bonitos de mi vida porque conocí a personas realmente mágicas. Chicas muy jóvenes que me leen desde la E.S.O (al menos una de ellas). Yo ya no me acuerdo ni de cuándo estudié la E.S.O. Pero ellas la tienen reciente, por así decirlo. La tienen tan reciente como ese montón de emociones tan puras como sus corazones de fondant que crecen cada vez más conforme van viviendo, se van enamorando o van perdiendo. Ojo: todo lo que perdemos lo perdemos por algo; tal vez sea para encontrar algo mejor, quizás para tomar un camino necesario. No lo olvidéis. Pero sobre todo, nunca olvidéis que formaréis parte de mi memoria para siempre.
Y a ti, Cecilia, gracias por llorar conmigo, por el abrazo, por demostrarme una vez más que el mundo es un lugar en el que, aunque sea a ratos, merece la pena vivir.
Love Actually. Quién dicta qué es amor y qué no. Para mi el amor fue esa tarde, conocerlas a ellas, conocer a Benjamín, estar con mi hermana y con María, los mensajes de mis amigas y mi madre, las calles de mi ya segunda casa. Para mi el amor está en todas partes, en realidad. En las tostadas con mantequilla, en los quesitos del Trivial, en las notas de “Somewhere only we know”, que siempre vagan en mi cabeza cuando la tengo en off. El amor está en el primer mensaje que mandas cuando llegas a tu destino, en el primer café del día, en el agua caliente de la ducha y en las monedas que encuentras tiradas por el bolso y que te salvan un almuerzo. El amor, en realidad, está en la llamada del “cómo estás”, en la compañía de una sala de espera, en un vídeo de Youtube compartido con alguien que se ríe de las mismas cosas que tú, en un meme de #humorapaleable, en un ramo de flores que no habla, pero que cuenta. El amor está en todo. En una taza, en una entrada de cine, en un dibujo con rotulador, en una risa que te ayuda a enfrentar el día a día, en un recuerdo que ya no duele. En ti. El amor está en ti, solo que tú aún no lo sabes.
Love Actually eres tú. Tus neuras. Tus risas. Tus chorradas de adolescente un tanto viejuna ya. Tus secretos, tus pantallazos, tus cuelgues inconfesables, tus conversaciones de horas con gente que aun estando lejos, sientes muy cerca. El amor no es solo cosa de Cupidos gilipollas ni cajas de bombones, ni de manos cogidas, ni de bailes pegados. El amor… quién dice qué abarca y quién no. Quién nos dice cómo sentirlo y a quién dedicárselo en exclusiva porque nos da la gana hacerlo así.
Quién va a decirte cómo tienes que sentir.
O de quién enamorarte.
Será que tantas emociones y tantos cambios me están ablandando más. Pero si algo sé, moñeces aparte, es que sea en la forma que sea, el amor se ha de vivir porque no queda otra, porque es lo único que nos queda cuando nada más queda. Así que pon de nuevo la canción, que tú y yo sabemos que ya se habrá acabado, y que se te clave en el corazón la voz de Lily. Y piensa por un momento qué es para ti el amor, quién te hace sonreír, quién hace de tus horas el mejor lugar en el que estar. Y ya está. Solo te hace falta reconocerlo. Y empezar a vivirlo.
Y que te cosa a leches.
M.
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