El caso. La carta. Sí, eso que todo el mundo ha leído. Eso de “Quiero estar soltera, pero contigo”, o algo así. Ayer la leí, gracias a un post de las magníficas Loversize, y aluciné, ya que muchas de las cosas ni me gustaban, ni pensé que estuvieran tan bien escritas como para triunfar tanto. Tras eso, y gracias a enlazar comentarios tras comentarios, llegué a otro post, una especie de “contra carta”, en la que una chica enamorada habla desde otro punto de vista, desde una relación asentada y estable, lo que viene siendo lo mismo, vaya. Este último post me gustó más porque en algunos puntos sí que me sentí algo más identificada, pero aun así, siguió sin acabarme, la verdad.
La cuestión es que volví a flipar de nuevo con ciertos comentarios que le escribieron, algunos llegando al extremo y peligrosísimo punto de tildarla como “futura mujer maltratada”. ¿Hola? ¿Estamos locos? ¿En qué nos hemos convertido? Estoy harta de la falta de respeto de tanta y tanta gente que se respalda en decir que “oye, yo sólo opino, y tú te expones a que esto pueda pasar”. Yo pienso que no, que algunas cosas no tienen justificación posible, estés o no de acuerdo con lo escrito por la administradora de un blog. Que ya ves tú, que es sólo un blog, que no deja de ser como un diario. Público, sí, pero un diario. Ni que fuera la biblia. Señor.
Así que, tras quedarme varios minutos con la boca abierta, mientras ya me cambiaba para empezar a trabajar, mil ideas me vinieron a la cabeza, y espero que se entienda el mix de sentimientos y pensamientos que quiero transmitir.
Para empezar.
Lo primero que me vino a la cabeza al leer ambas “cartas”, fue pensar que yo en algún momento dado, había sido una de esas dos chicas. Pensé que, tal vez, cualquiera de mis primeros post también podría haberse criticado por reflejar los miedos de una mema enamorada, arrastrada y sin autoestima, sólo esperando ser querida por un memo no-enamorado. Creo que todos, en algún momento dado, hemos podido parecer a ojos de los demás, patéticos, sin criterio ni sentido común, completamente cegados por un alguien que pasaba totalmente de nuestra cara (y nuestro culo, también). La diferencia es que la mayoría de gente no lo escribe, al menos no para el público. Pero estoy segura de que tú, que ahora criticas la falta de amor propio, fijo que también te has desangrado alguna vez por un teléfono que no ha sonado, por una persona que te ha dejado, o que nunca te ha llegado ni a coger.
El amor y el desamor. Todo tiene sus fases. Y la misma persona que en su día rogó las migajas de una relación de pareja, la que te pareció una idiota desperdiciando su vida esperando a que el milagro sucediese, también consigue recomponerse, también recupera la sonrisa y ese amor propio del que tanto hablan pero que tan poca gente conoce de verdad. Y ve desde fuera, desde la sabiduría que la curación te proporciona, todo ese tiempo que perdió, o que no gastó bien o con la persona adecuada, y se siente ridículo. Y piensa que “cómo pude hacer eso, decir eso, mandar ese mensaje, perdonar tanto, olvidar tanto”. Todos llegamos a ese punto, a esa conclusión. Y nos llegamos hasta a avergonzar de ciertos comportamientos. Y rogamos, rezamos, o cruzamos los dedos esperando a que ni nos vuelva a pasar lo mismo, ni volvamos a actuar del mismo modo.
Esperamos haber escarmentado, haber aprendido, haber crecido.
A veces lo conseguimos a la primera. Otras veces nos hace falta más de un coscorrón.
Para continuar.
Olvidamos que el amor tiene un componente irracional que todos desconocemos y que nadie puede controlar, aunque creamos que sí. ¿Crees que sabes mucho del amor? Espera que llegue alguien que te rompa los esquemas, alguien que llegue a por todas hasta tu corazón y que luego, no haya luego. Espera que eso pase. Y entonces, cuéntame cuánto sabes del amor.
Todo el mundo cree que sabe cuál es la forma adecuada de llevar una relación. Y la verdad es que la teoría nos la sabemos de pe a pa, como la tabla del cinco o el abecedario. Sabemos lo que está bien y lo que no (o al menos deberíamos). Pero quién no ha perdido los papeles cuando algo se le ha escapado de las manos. Quién no ha sentido inseguridad si algo ha comenzado a ir mal. Quién no ha temido perder. Y la ha cagado. Porque el miedo es el peor compañero, el tercero en discordia que nadie quiere que aparezca entre dos que se quieren. Pero quién controla todo eso. Quién es qué para decirle a la gente cómo debe sentir, aunque sea nocivo para ellos, aunque sea un amor totalmente tóxico. Cuando una persona se ve envuelta en un “amor” así, no lo ve, y por más que le digas, “por ahí, no”, ni caso, como quien oye llover.
A todos nos gusta opinar, a mi la primera. Pero creo que no siempre opinamos ni desde la empatía, ni desde el recuerdo. Parece que bloqueamos nuestras carencias y frustraciones reflejándolas en otros. Como si criticándolos a ellos obtuviéramos algún tipo de salvación. Como si a nosotros nunca nos hubiera tocado el lado perdedor. Y nos sentimos bien, parece ser. Pero creo que deberíamos hacer más introspección y menos debate. Porque todos tenemos taras, traumas, problemas que nos han convertido en quienes somos. Faltan psicólogos y sobran redes sociales. Falta amor real y sobra resquemor basado en miedo y decepción.
Y no quiero sonar contradictoria. He comenzado esto hablando de la famosa carta y de mi horror al leerla. Ni la comparto, ni me gusta, ni la entiendo en muchos puntos. Y no es que me parezca horrible lo escrito en sí, sino que me parece muy fuerte que haya sido tan compartida, me parece preocupante que tanta gente tome como propio ese cántico de amor insano. Pero, ¿sabéis qué pasa? No es la carta en sí lo que no me gusta, sino la chica del pasado que pensó y sintió como ella, como la de la carta viral.
Esa chica, no. No quiero volver a ser esa chica.
Para acabar.
La conclusión a la que llego es que rechazo esa carta porque rechazo esa faceta mía que tanto me costó superar. La de la chica que espera, que se conforma, que aguanta no ser querida como siempre ha soñado serlo sólo porque cree que no va a encontrar nada mejor. Esa chica, joder, ¿quién querría ser esa chica?
Y ahora no es que sea más inteligente. Ahora no es que sepa más sobre el amor ni sobre la vida. De hecho, no sé nada, porque a los hechos me remito. Los que más escribimos sobre algo, somos los que menos sabemos, los que más necesitamos entender poniéndolo en palabras porque no tenemos ni idea de lo que va la cosa. Cuando hablo sobre el amor, no hablo desde el conocimiento, hablo simplemente desde la esperanza.
Porque sé que debe haber algo mejor que esa carta, y que la contracarta también, y que esta contra-contra carta.
Y espero escribir, de aquí a un tiempo, una nueva contra-contra-contra carta en la que os cuente que, por fin, conocí el amor de verdad, y no ese que proviene del hilo corrosivo que une dos almas perdidas que se necesitan, pero que no se aman. Porque como leí en el mejor libro del mundo, “no hay que confundir necesidad con amor”.
Post.Data.
El amor está para sentirlo, no para entenderlo. No queramos entenderlo tanto, busquemos ser felices por nosotros mismos, sin necesidad de nada ni nadie más, ni de hacernos mil preguntas sin respuesta. Y estoy segura de que, en medio de esa búsqueda hacia la felicidad, llegaremos a comprender, sin más, muchas más cosas de las que nos pensamos.
Y no tomemos tan en serio palabras, blogs, cartas, libros. Que son sólo pensamientos de alguien, como este post. Que ni van a misa, ni pasarán a la historia.
Firmado.
Una inexperta sin argumentos.
M.
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