Anatole France
El otro día estaba trabajando (cómo no). Una señora quería devolver una camisa de flores con lazada en el cuello que la hacía, según ella, demasiado moderna. Existen muchas clases de clientas. Están las que compran por comprar, las que compran porque sí y las que se sienten culpables si algo no les viene o no les gusta y lo tienen que devolver o cambiar. Esta señora era de las del tercer grupo.
Sacó la blusa con cuidado de la bolsa, mirándome con cierta incomodidad. A mí me despertó ternura, cosa que no es que sea muy difícil siendo yo, pero vaya… tenía algo muy especial en la mirada, una mezcla de inseguridad, belleza y humildad. Me dijo que la camisa no le gustaba, pero que sus hijas querían que se pusiera “cosas” así. Ella, me dijo, prefería otro tipo de prendas. Yo le dije que se pusiera lo que quisiera. Ella contestó entre dientes algo avergonzada… “Ayyy, tú no sabes cómo son.” Yo ya no le contesté, simplemente hice lo que tenía que hacer y traté de mostrarle empatía con mi silencio y mi sonrisa.
Y me puse a pensar en algo chungo: ¿En qué momento pasas de ser la madre para convertirte en la hija? ¿Qué pasa, que a partir de los setenta no puedes vestirte como quieres, ser como quieres y hacer lo que te sale de la punta del pie? Al rato volvió con una mujer más joven. Deduje que era una de sus hijas. Pagó (la supuesta hija) otra camisa. Mientras tanto, ella esperaba medio metro a la derecha, callada, mirando al suelo. Y me sentí como cuando una lata vacía rebota al fondo de una papelera.
Seguí trabajando. Seguí con mi día, como si fuera otro cualquiera. La vida siempre sigue. Aunque te cruces con una mujer de mirada apagada… y no sé cómo explicar con palabras lo que quiero expresar. Creo que tengo la idea pero no sé bien cómo colocar las letras para que se entienda. Supongo que llevo un tiempo pensando que no sé cómo tenemos la osadía de querer manipular la vida de alguien que ha sabido vivir la suya cuando nosotros no sabemos ni por dónde está nuestro camino. Ni cómo vivirlo. Ni siquiera qué camisa ponernos.
Pero nos creemos con el derecho de hablar mal o restarles libertad a quienes nos han cuidado. Y no sé por qué nos quejamos de nuestros mayores si nosotros somos muchísimos peores que ellos. Nosotros somos viejos de espíritu y encima por elección propia.
Viejóvenes. Hables con quien hables, sabe mucho de todo, mucho más que la señora de la camisa de flores (o hace creer que sabe mucho). Hables con quien hables, conoce los secretos de la vida, las verdades absolutas y las miserias más profundas. No tienes más que leer blogs como este o como otros muchos. A veces me río, porque pienso en la edad media de los que escribimos en espacios como este y pienso que ya no sé si es que somos todos muy sabios o es que hemos leído demasiado a gente sabia y nos hemos quedado con el eco de lo que escribieron ellos. Es como escuchar y leer a gente de ochenta años encerrada en cuerpos lisos, sin arrugas, sin pliegues. Gente que pasa olímpicamente de los ancianos pero que se comporta como ellos, que se sienta en un sillón de cara a un ordenador sermoneando, como si fuera el cura dando misa, dictando que “es bien” y qué “es mal”.
¿Os cuento algo? Yo no me paso los días filosofando. No siempre pienso en el amor, ni en los años, ni en el día que cambiaré de barrio (o a este paso, de acera). De hecho, los pensamientos que más cruzan por mi mente son bastante simples, hasta diría insultantes para muchas inteligencias. Esta mañana he hecho una lista rápida de las frases que más se me pasan a diario por la mente, ya sea en el trabajo, yendo por la calle o tocándome el pelo en casa mientras miro al vacío (sí, cuando no me muerdo las uñas me toco el pelo y me rasco la cabeza como si así el riego funcionara mejor).
Allá van.
.¿Por qué la gente siempre whatsappea en el metro y yo nunca tengo cobertura?
-¿Por qué todo el mundo tiene un bolso o cartera de Michael Kors?
-¿Qué día repartieron la silicona para los labios? ¿Por qué no me avisaron?
-¿En qué momento de la historia se pusieron de moda las extensiones y por qué tuvo que pasar?
-¿Por qué cuando me quedo dormida en el sofá y me despierto para irme a la cama me entran unas ganas horribles de comer chucherías y beber agua?
-¿Por qué siempre me despierto en la mejor parte de los sueños?
-¿Por qué no me dan un diploma por “Especialista técnico en comerse la cabeza”?
-¿Cómo es posible que haya gente que aún no sepa cómo se escribe “ahí, hay y ay”, acaso no han leído nunca ni una mísera revista (ya no digo un libro)?
-¿Por qué los presentadores del telediario ahora se ponen de pie?
-¿Por qué siempre se juzga el estilo de una mujer y nunca su inteligencia en los programas del corazón?
-¿Por qué algunos tíos se depilan tanto las cejas?
-¿Y por qué siempre me tengo que notar el típico pelo en la barbilla cuando no tengo unas pinzas a mano?
-¿Por qué se usa la expresión “¿sabes lo que te quiero decir?”?
-¿Por qué hay gente que llama a los indies perroflautas cuando no saben ni lo que es una cosa ni mucho menos la otra?
-¿Quién inventó el término “cuqui” y por qué a veces se me escapa sin querer?
-¿Por qué hay gente que adora el animal print sin entender que el amor no es recíproco?
-¿Por qué casi nadie te avisa cuando se te manchan los dientes de pintalabios?
-¿Por qué no inventan un puñetero esmalte que dure eternamente y que cambie de color cada dos semanas?
-¿Por qué todo el mundo ve series y yo siempre acabo viendo capítulos repetidos de viejas glorias de la televisión?
-¿Por qué no han inventado una empresa que reparta bollería industrial a domicilio?
-¿Por qué los monólogos de “El club de la comedia” casi siempre empiezan igual?
-¿Por qué la gente se queja continuamente de los tumultos pero van todos en masa a comprar a última hora?
-¿Por qué nadie le dirá a la gente que masca chicle con la boca abierta que CIERRE LA BOCA, por Dios?
-¿Y por qué hay personas que silban o emiten ruidos como si llamaran a animales en el monte para encontrarse con otras personas?
No sé, manías que tiene una.
¿Y tú? ¿Qué te preguntas a diario y nunca dices en voz alta? ¿Qué te enerva? ¿Qué absurdeces se pasan por tu cabeza?
Porque a mi no me engañas, sé que en verdad tampoco tienes cobertura en el metro y que piensas más en eso que en la paz mundial.
¿Por qué tenemos que ir tan de listos si en realidad somos más simples que un botijo?
¿Por qué somos tan Viejóvenes?
Supongo que escribo esto porque a mí no me gustaría que alguien me dijera qué ponerme. Y porque me carga la gente que lo hace. Y porque siempre tengo algo de lo que quejarme.
Será que me hago mayor.
PD. Y sí, señora, tenía usted razón: la camisa era fea
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