Los veranos en el norte se viven con una chaqueta atada a la cintura, con algún día saltando en los charcos con las katiuskas y corriendo bajo la lluvia.
El verano en el norte tiene días de Agosto en los que llueve, sale el sol y vuelve a llover. O viceversa.
Sombrillas de playa para el sol y para la lluvia, olas que saltar, mareas bajas que suben rápidamente, toallas que se mojan, mochilas que se mojan, tú te mojas.
Noches que refresca, pueblitos costeros en los que baja la niebla y los pies se congelan. Alpargatas de camping, praos verde bajo bombillas de colores y cumbias y bachatas.
El verano en el norte es acampar bajo las estrellas en la playa de Torimbia y al día siguiente hacerlo a los pies del Urriellu. Es verde y azul. Coche y carreteras secundarias. Disfrutar de las curvas.
El verano en el norte tiene un puñado de abrazos robados usando el frío como excusa, unos cuantos baños en el río guardados en el bolsillo y algún que otro renacuajo en algún que otro táper.
Las piernas llenas de ortigazos y arena pegadas a parte iguales, el olor a salitre y a hierba recién cortada, los secretos contados en los hórreos, las historias vividas en caleyas que conducen a ninguna parte y a todo el mundo.
El verano en el norte es para vivirlo. Vivirlo una y otra vez.