Como suele pasar, nuestras vacaciones empezaron mucho antes de coger el coche o hacer las maletas. En realidad empezaron como un mes y medio antes, cuando después de barajar varios destinos, nos decidimos por la Selva Negra en Alemania. En pocos días miramos un hotel y lo reservamos para toda nuestra estancia, con la idea de no quedarnos sin sitio, porque por todos lados habíamos visto que es una zona muy turística y no queríamos tener problemas. Luego con más calma ya miraríamos todo. Pero lo de la calma se hizo eterno.
Una semana antes de irnos, a mi me cogieron todos los males porque empecé a mirar rutas y vi que aunque estábamos en plena Selva Negra, había sitios que nos quedaban muy lejos del hotel. Me pasé todo el fin de semana rehaciendo rutas y buscando nuevos hoteles. Al final el viaje se alargaba un par de días más pero estábamos felices porque además de la Selva Negra, íbamos a hacer parte de la ruta romántica y ver muuuuchos pueblecitos, ciudades y paisajes de postal.
Y como no, la semana pasó volando y para cuando nos dimos cuenta, estábamos en el coche, camino a Alemania.
Noooo, no fuimos tan animales de hacerlo del tirón. Paramos en Lyon para dar una vuelta por la ciudad y hacer noche. Así no nos agobiaríamos de tanto coche.
La verdad es que iba muy convencida con todos los hoteles que había cogido, pero en Francia... Siempre hay algo que me tira para atrás.
La verdad es que fue una sorpresa, porque el hotel no estaba mal. Era una habitación pequeña, pero estaba limpia. El personal bastante agradable y sólo le puedo poner dos pegas: el precio del desayuno y que no se en que barrio nos metimos. Estábamos muy cerquita del centro pero en las bocacalles había señoras ligeras de ropa sentadas en sillas.... (mi marido dijo: eso es lo que parece??)Aaaayyyyy! que estamos en el barrio chino de Lyon!!!! jijiji, la verdad es que nadie se metió con nosotros y la estancia fue agradable.
En cuanto a la ciudad. A nosotros nos gustó y eso que no vimos ni la mitad. A Gorka le hicieron ampollas las menorquinas y por mucho que entramos en una farmacia y le compramos lo que allí era el compeed, el pobre iba medio cojo. Al final cruzamos el río y llegamos a la parte vieja. Es preciosa! Tendremos que volver en otra ocasión para terminar de verlo.
Madre mía la que liamos para cenar! Podéis reíros. Me daba risa hasta a mi! Como de todos es sabido, Francia es hiper mega caro para comer, así que decidimos que para no empezar el viaje pasándonos de presupuesto, cenaríamos en un McDonalds (por Dios que ascoooo! Aunque no os lo creáis, nosotros no vamos nunca). Total que entramos en uno y empezamos a pedir. Le explico a la chica que somos dos adultos y un niño. Que queremos un menú infantil con nuggets. (todo eso con mi inglés oxidado) Lo primero que me dice es: Nuggets? Whats nuggets? Mi cara todo un poema. Nuggets no es en inglés? Mi marido mirándome... Con señas le explico y parece que me entiende. Lo marca en la máquina y le digo, ok, now, two menú for us. Y me vuelve a marcar los nuggets. Nooooo! Para adultos! no queremos nuggets! Lo borra todo. Desconcierto total y la cola que va creciendo. Le vuelvo a señalar a Gorka y a nosotros dos. Tres menús: One for child and two for us... Gesto de que no me entiende.... Empiezo a desesperarme. Nadie me había dicho que pedir en un McDonalds fuera tan difícil! Entonces a la chica se le ocurre llamar a otra que chapurreaba el español. Conseguimos que nos entendiera y por fin cenamos comida basura. Vivaaaa! (buajjjjj, que asco, que asco, que ascoooooo!!!)
A la mañana siguiente, después del desayuno (caro y con poquísima variedad), volvimos a coger el coche y tomamos rumbo a nuestro destino real.
Nos perdimos, pasamos por delante de nuestro hotel y no lo vimos, hicimos kilómetros de más y volvimos para atrás. Pero al final llegamos al Schwarzwaldhotel Stollen.
Estoy convencida de que había sido una casa de pueblo, donde tenían a los animales abajo y arriba la propia casa. El olor cuando entramos era ligeramente rancio, pero pronto nos dimos cuenta de que era olor a ahumado. Ya os contaré.
La verdad es que es un hotel encantador. Por fuera es precioso y por dentro rústico, muy rústico hasta que llegamos a nuestra habitación. La chica (superamable) nos explicó que nos habían puesto en la suite por el mismo precio. En un principio no acabé de entender, porque todas las habitaciones que había cogido, tenían baño y para mi eso es una suite. Cuando abrió la puerta nos quedamos flipando. Una habitación grande, con dos zonas diferenciadas. y dos cuartos de baño completos! Nos preguntaron si cenaríamos en su restaurante y no lo dudamos, después de la experiencia en el McDonalds necesitábamos una cena decente.
Pero mientras hacíamos tiempo para la cena, nos fuimos a empezar a ver sitios nuevos. Empezamos con Freiburg im Breisgau.
Es una ciudad preciosa. Con sus tranvías, su catedral rodeada de bares y restaurantes en esa plaza taaan grande, sus puertas de la ciudad, que más que puertas son torres (como en todo el resto de ciudades y pueblos que vimos)... Pero se hacía tarde!
La cena fue más que decente. Carne empanada, con patatas fritas, una buena ensalada y Alberto se tomó su primera cerveza y se comió una especie de entrecot que estaba de muerte lenta. Seguro que así cogíamos fuerza para el día siguiente.
Dormimos de vicio y cuando al día siguiente nos levantamos y bajamos a desayunar nos encontramos con una mesa con embutidos, mermeladas, mantequilla, nocilla, cereales, panes variados, zumos, leche... mmmm! A la porra la dieta!
Lo mejor tenía que llegar aún. El camarero nos preguntó a dónde íbamos a ir. Con el mapa en la mano le enseñé el recorrido que pensábamos hacer y aunque nos costó entendernos porque yo no pronunciaba bien los nombres en alemán, al final me dio indicaciones de cuál era la mejor ruta posible y que ver o no. No me lo podía creer!!! Y yo que esperaba que no nos entendiéramos nada de nada y no pudiéramos contar con ningún tipo de ayuda!
En la guía lo describía comparable a una caja de chocolate, y no le falta a la verdad! Sus casas entramadas de madera, gitanillas y parras.
Sus puestos de fruta, especies, miel... Y es que fuimos en día de mercadillo.
Y sus calles. limpias, silenciosas y de llenísimas de flores y plantas.
De ahí, empezamos una ruta panorámica, que a través de abetos y pueblecitos a cuál más bonito, nos llevó hasta Baden- Baden. Pasamos de un pueblo pintoresco a una ciudad basada en el turismo de calidad. Y es que está rodeada de balnearios y allí no va cualquiera. Grandes mansiones, calles comerciales repletas de turistas, muchos de países árabes, con las manos llenas de bolsas de tiendas de diseñadores de moda, zapaterías o perfumerías. Y heladerías! madre mía que heladerías! Nada más terminar de comer, nos fuimos a una... no me pude resistir!
Por la tarde volvimos a Freiburg a terminar verlo.
Buscamos un sitio para cenar. Y al final cayó el primer bratsburg. Mmmmm! delicioso!