A long time ago, but somehow in the future...
Blue Harvest
En la muy divertida escena inicial de Star Trek: en la oscuridad, el capitán Kirk huye de unos alienígenas a los que engaña para alejarse de cierto volcán a punto de entrar en erupción. Su amigo Spock, encargado mientras de colocar un dispositivo que detenga la inminente ráfaga de lava, se queda atrapado en el cráter. Kirk tiene entonces que elegir entre utilizar su nave para rescatarle, rompiendo las reglas y dejándose ver por la primitiva cultura a la que pretende salvar, o abandonar a su amigo a su suerte. Como buen hombre de principios decide salvar a su compañero de orejas picudas, provocando sin embargo que los hombrecillos de color blanco descubran en la nave Enterprise una nueva deidad.
J. J. Abrams cumple igual que el capitán de su película. Realiza las misiones con éxito, recluta siempre un fiel ejército de seguidores y se permite dejar guiños que no le etiqueten como un director sin alma, a medio camino entre un encasillado Michael Bay y un apasionado Josh Whedon. Con El despertar de la fuerza no falla: la película es alucinante, los seguidores crecerán, y no se aduce en ninguna parte elementos que hayan sido impuestos por un Disney que parece haberse centrado en la masiva promoción: no hay besos forzados, ni apariciones o desapariciones fuera de nota. Todo encaja.
Pero igual que se castiga a Kirk por su temeridad y ha de responder ante sus superiores, Abrams tiene un ejército de ojos que están pendientes de su última criatura. Algunos son como esos crédulos habitantes: poco puedes hacer para que no les guste, van disfrazados, son sus amigos. Otros son como Spock: siguen las reglas y no entienden el comportamiento ni entusiasmo del resto, así que ya la verán en DVD. El problema somos los que tenemos una espada láser en casa pero también desconfianza en el corazón. Vamos, lo que suele ser el criterio. Dificultad para juzgar.
El despertar de la fuerza presenta unos nuevos mimbres fantásticos. Daisy Ridley tiene, además de un aspecto nada destinado a forzar portadas de revistas (y por ello mucho más atractivo), uno de los personajes más carismáticos de toda la saga con los que jugar, Rey, una huérfana chatarrera de un planeta estilo Tatooine. El resto, el piloto Poe Dameron (Oscar Isaac) y el traidor al imperio Finn (John Boyega), también funcionan. De hecho la primera parte de la película es sin duda la mejor gracias a lo sencillo de sus historias, lo fácil de su identificación con el público y su merecido protagonismo. La batalla de sables final también destaca por su aire fresco: jóvenes personajes utilizando la fuerza perdidos en la nieve, luchando como maestros pese a haber aprendido sus trucos en solitario. Tosco, genuino, espléndido.
Luego aparece lo antiguo y te das cuenta de que ya has visto esta película. No es grave, no impide que sigas disfrutando, pero ya la has visto. Porque Abrams no puede evitar traer cantidades mastodónticas de nostalgia, e incluso rozar con peligro pero sin hacerse daño todo el imaginario olvidable de La amenaza fantasma. Y la cosa acaba. Con muchas promesas pero muy pocos frentes abiertos, lo que deja un relato cobarde. Pero lo que está en la pantalla no parece cobarde, parece lleno de posibilidades, luminoso, esperanzador, bien diseñado, complejo, dirigido con ritmo, contado desde el corazón. Lo cobarde tal vez sea lo que está al otro lado, las miles de personas que tras haber disfrutado una vez en 1977 no han querido probar nada nuevo y están dispuestas a consumirlo una y otra vez con carcasas diferentes. Para ellos es esta película.
En una frase: no era tan fan como pensaba.