Veamos...de género viene la cosa, así que quiero dejarte el mensaje reivindicativo aún antes de empezar: me enorgullece ser mujer. Nunca, ni en los momentos en los cuales mi género fue un "handicap" se me cruzó el peregrino deseo de haber nacido hombre. Y cuando digo nunca es nunca. La masculinidad y sus "ventajas asociadas" (como la posibilidad de que no te explote la vejiga de ganas porque entraste a un baño público y hay uno de esos siniestros agujeros en el piso que aún no puedo comprender...) no me genera ninguna emoción. Lo siento Sigmound, pero tu teoría de la envidia del pene no funciona conmigo. Tampoco lo desmerezco. Que será un apéndice dudosamente estético pero tiene lo suyo. Lo cierto es que soy una de esas mujeres orgullosas de su condición, aunque nunca fui lo que en mi entorno social se entiende por "femenina": me trepé a los árboles, supe ir por la vida llena de moretones en las piernas, quería ser misionera y no me asustaba la idea de usar un hábito hasta los tobillos y vivir a cara lavada en un monasterio budista porque tengo escasa relación con el maquillaje y la ropa no me desvela (las carteras son otra cosa...). Claro que esta es una concepción de lo femenino limitada a ciertas características supuestamente determinadas por el género como la delicadeza, la coquetería, la sugerencia y el carácter tibio de las "nenas buenas". Al menos superficialmente, se podría decir que aunque soy mujer no soy una nena buena.
¿No soy una nena buena?
No presentar esas características "femeninas" no me hace inmune a los otros tópicos de mi sexo: soy emocional, intuitiva, tengo una glándula cerca del páncreas dedicada enteramente a la apreciación estética y otra vinculada al a verborragia, no entiendo los deportes de contacto (no intentes: no voy a entender) y eso de reunirse para "jugar al fútbol" me suena tan inverosímil como los cónclaves secretos de Dan Brown. Las mujeres no nos reunimos para transpirar, oiga. Si hay que reunirse, que alguien traiga bizcochos. Estuve convencida por décadas de no ser una "nena buena" porque en este panorama absolutamente arbitrario y reduccionista de la personalidad, era imperfecta. Incompleta. Me costó años dilucidar que los "valores femeninos" y las apreciaciones ponderativas respecto al "comportamiento femenino" no eran otra cosa que relatos. Narrativas o historias repetidas con tanto convencimiento que terminan escuchándose como naturales e inmutables. Cuando lo descubrí, obviamente tuve mi impasse feminista, ni intenso ni prolongado, pero en aquel momento era como "El secreto". Te podrás imaginar que junto con la revelación llegó la etapa teórica y ensayé todos los juegos verbales en defensa de la femeneidad que podía concebir intelectualmente. Y luego, por el proceso cíclico de la vida, vino la reconciliación. No hay nada que defender, soy mujer y punto. Tengo algunas características asociadas a la femeneidad y otras que culturalmente se asocian a lo masculino. No es raro, soy un ser humano y ser humano es independiente de tu sexo. El género es una construcción cultural. Nunca entendí por qué el sentido del humor o la asertividad no podían ser patrimonio de las mujeres...pero en fín, no es esa la discusión que propongo. Mi pregunta de hoy es otra:
Me cuestiona la educación restrictiva que recibimos las mujeres -y en ocasiones trasmitimos a nuestras hijas- y que nos impide apreciar y alcanzar nuestro potencial.
Porque aún en mi generación si eras demasiado sensible te decían "llorona" pero si te mostrabas firme o convencida eras "machona". Y yo no nací en el siglo XVIII. Afortunada la mujer de más de treinta años que creció en un entorno socio-cultural en el cual no existe un "techo psicológico" para las hijas. Si es tu caso, nada de lo que escribí te suena familiar y seguramente sos una mujer fuerte, determinada y que no tiene el más mínimo pudor de decir lo que piensa abiertamente, escuche quien escuche. No tenés miedo a enojarte en público o a mostrarte escandalosa. Pasás de la opinión pública y de quien se enoje por tus palabras y si las reglas no sirven para vos, será que hay que romperlas. ¡Ya mismo quiero darle un beso a tus padres! O a tu terapeuta. Así que, al menos por el momento, este post no es para vos. Este post es para las que, como yo, cuando ya creíamos estar "de vuelta" en esto de la caracterización genérica, terminamos descubriendo que somos "nenas buenas" y que es un vestido que nos queda incómodo.
Esas cosas del querer.
Ahora, si por esas cosas de la vida y esas cosas del querer, sos una "nena buena" (y si además tenés una hija, más aún), te recomiendo que leas "La maldición de la niña buena" de Rachel Simmons. Si antes de leerlo querés saber un poco acerca de su planteo, podés leer este pdf sobre liderazgo para niñas escrito por la autora. Yo tuve que desprenderme de los prejuicios que me provoca la concepción mecanicista y marcial de la educación norteamericana. Pero cuando se aprende a leer sin prejuicios, puede ser reveladora la cantidad de tópicos con los cuales convivimos sin darnos cuenta y que, tristemente trasmitimos a la siguiente generación. Te dejo uno de los párrafos del libro:
"Hoy en día, poco está fuera del alcance de las niñas estadounidenses para quienes la igualdad es la libertad de crear una vida de acuerdo a sus propio designios. Las niñas se han ganado el derecho a cruzar cualquier puerta y estrechar la mano de quienqueiera que se encuentre detrás de esa puerta. No obstante, muchas niñas cruzan puertas solo para tender la mano con timidez, evitar el contacto visual o reír con nerviosismo durante una presentaciòn. Su risa es de angustia: se sienten incómodas con el despliegue de fortaleza personal. Confusas, se preocupan por lo que los demás pueden pensar..."
Hoy solamente te dejo la pregunta, porque seguramente, no es el único post que voy a escribir sobre el tema. Y vos, ¿sos una nena buena?
PD: la naturaleza fue sabia...me dio un hijo varón.