Un año después de conocer Cantabria y Lisboa, nos esperaba una nueva aventura. Mi chico todavía no conocía Sevilla y siempre he opinado que Sevilla es la ciudad más bonita de España (que no quiere decir que sea la que más me guste). Ya la conocía de otras ocasiones, pero esta vez quería volverla a ver en profundidad y reconfirmarme a mi misma que sí, Sevilla es la ciudad más bonita de España.
Partimos bien temprano el primer día de nuestras deseadas vacaciones y nos esperaban entre 6 y 7 horas de trayecto en coche. A mi me encanta ver el amanecer desde la carretera pero en este viaje no fue posible porque llovió casi la mitad del trayecto, hasta bien entrados en Andalucía.
1º parada: como en todos nuestros viajes a Andalucía paramos a las 8 desayunar en el Restaurante Venta Quemada porque nos encanta. Es un clásico de los viajes hacia el sur y siempre paramos cuando vamos a Granada: la comida es muy casera, la carne es a la brasa, es acogedor y bien barato (no como las estaciones de servicio de la Autovía del Mediterráneo de la C.Valenciana) ¬¬. Además me hice amiga de un gatete precioso que había en la entrada. Hicimos una segunda parada no recuerdo donde, pero ni siquiera entramos al bar.
Llegamos a Sevilla poco antes de medio día con intención de aparcar gratis en algún lugar y había muchísimo tráfico por todas partes... ¡yo no iba preparada para estos atascos!. Cruzamos el Puente del Centenario desde donde vimos los astilleros del río Guadalquivir, dimos muchas vueltas por error dentro de Triana y acabamos dejando el coche en la Isla de la Cartuja, en un aparcamiento gratuito detrás de la Torre de Sevilla ¡misión cumplida!... ¿dónde estamos? no tenemos ni idea, pero hemos logrado aparcar el coche.
Ahora nos tocaba llegar a nuestro alojamiento en pleno centro, supuestamente a 15 minutos a pie de donde dejamos el coche, pero cada 10 metros íbamos parando para hacer fotos. Hacía un día espectacular y alucinamos cuando llegamos al río porque las vistas eran preciosas (y aún no nos hacíamos la idea de lo que nos íbamos a encontrar después). >> Qué ver y qué hacer en Sevilla
Cruzamos el puente bajo el sol (menos mal que no hacía demasiado calor) y ya entramos en el casco antiguo, tan encantador como recordaba: callecitas estrechas y soleadas, casas blancas y alegres y un suelo adoquinado que quedaba muy bien pero hacía imposible andar con las maletas a cuestas. Aún así teníamos tanta ilusión que nos daba igual perder una rueda de la maleta por culpa de un adoquín porque ¡aquello es precioso!
Al llegar a nuestro alojamiento dejamos las maletas y fuimos a comer a un lugar cercano donde ya comí en mi anterior visita a Sevilla, ya que es un clásico de la ciudad:
Mesón Serranito
Hay 3 en la ciudad. En mi primera visita fui al que está cerca de la plaza de toros y todo fue fenomenal, pero esta vez fuimos al que está cerca del Corte Inglés Duque. La experiencia en general fue mala, Llegamos al bar y nos preguntaron si teníamos reserva, al decir que no, nos hicieron esperar hasta que nos dieran mesa y mientras tanto nos apeteció tomarnos una caña en la espera. Después seguía llegando gente (que yo no tenía por qué saber si tenían reserva o no) y les iban dando mesa. Cuando llevábamos más de media hora esperando, me cabreé y pregunté. Resulta que estaban colando a toda esa gente sin reserva (que tampoco nadie preguntó si había gente esperando) y a nosotros que llegamos primero nos hicieron esperar un montón (hubiera sido un gran detalle que nos invitaran a esa caña como gesto de disculpa, pero no).
Cuando consiguieron darnos la siguiente mesa, tardaron bastante en atendernos ¡y tuvimos que llamar a los camareros tres veces para que nos tomaran nota! y cuando digo bastante, fueron casi 15 minutos para pedir la bebida en la mesa. Después de lo que pasó con los turnos y la espera, qué menos que habernos tenido algo más en cuenta. No es que me empeñe en no pagar; pienso que deberían haber tenido algún gesto de disculpa con un servicio tan nefasto. Era nuestro primer día de vacaciones y no queríamos cabrearnos pero nos lo pusieron muy difícil.
Tapa de croquetas y berenjenas con miel en el Mesón Serranito
No fue culpa de los camareros; solo eran dos fuera de barra e iban hasta arriba de trabajo, así que era imposible que dieran un buen servicio. La cuenta no fue mucho y la comida estaba buena. La primera vez que fui al Mesón Serranito me gustó mucho y esta vez haré como si no pasara nada. Lo seguiré recomendado a los clientes de la agencia de viajes porque pienso que sería un caso puntual y no siempre será así.
Después de la comida fuimos a tomar un café y un dulce con una amiga de mi chico que es sevillana y luego nos hizo un recorrido por la ciudad. Sevilla estaba preciosa ese día. Un rincón que nos descubrieron junto a la catedral (en la Plaza Virgen de los Reyes) y me gustó mucho, fue la Plaza de Santa Marta. Está escondida en un callejón secreto, es muy pequeña y esos enormes naranjos y la cruz del centro hacen que sea encantadora.
Un sábado en la calle Sierpes
El paseo con los amigos terminó en otro de los bares de tapas míticos de Sevilla: Bodegas Santa Cruz, y nos encantó ese lugar para tapear. Una pena que siempre esté hasta arriba de gente, pero es lo que tiene ser uno de los mejores bares de tapas de Sevilla.
Continuamos recorriendo las mágicas calles del barrio de Santa Cruz al anochecer; sin duda el lugar que más me gusta de Sevilla. Este lugar me atrapó la primera, la segunda y la tercera vez que estuve en la ciudad. Sus callejuelas laberínticas son encantadoras y con olor a azahar te atrapa. Nos esperaban varios días en Sevilla y tenía claro que iba a volver a recorrer la Judería en busca de sus placitas secretas.
No nos apeteció cenar y así de paso ahorrábamos un poco, pero la cerveza no la perdonamos. Nos llamó la atención que el bar de copas donde nos tomamos la cerveza, en lugar de tener vídeos de reggaeton en la TV, tenía corridas de toros y procesiones de Semana Santa!!... bienvenidxs a Sevilla... sin ánimo de ofender a nadie, hay cosas que nunca podremos entender.
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