Rumanía, la bella del Este (I)
Bella no, bellísima. Y sorprendente, porque desgraciadamente la imagen que tenemos en el resto de Europa de Rumanía, no pasa de ser la de la patria de Drácula y la inmigración con todos sus claroscuros. Pero el verdadero rostro del país es el de una nación que parece haber despertado de una pesadilla de luchas medievales internas entre príncipes guerreros, una ocupación física e ideológica de un comunismo que la mantuvo aislada y la empobreció hasta límites extremos y hasta hace poco perennes y un dictador del que lograron sacudirse hace relativamente poco.Hoy Rumanía se engalana como una jovencita que no parece tener miles de años a sus espaldas, que ya ha renacido y luce sus mejores galas para quien tiene deseos de verla brillar, como nosotros, cuando decidimos que ya era hora de visitarla y hacerle la corte.
Por ello viajamos en el mes de octubre, cuando el país se ha sacudido del sopor del verano y todos sus rincones empiezan a teñirse de los colores del otoño, con esa luz que sólo el sol que va buscando el descanso del invierno puede darle.Y decidimos hacer un recorrido que no sólo nos diera una idea global de la esencia del país, sino que también nos permitiera ahondar en su alma, por lo que trazamos un mapa imaginario que como un collar de perlas iba a enseñarnos casi todas las maravillas de Rumanía.¿Y que mejor que empezar con una de sus joyas? Nos ponemos en marcha...Curtea de Arges¿Dónde quedaron aquellos tiempos de esplendor en los que Curtea de Arges fue la esplendorosa capital de Valaquia? Esto se preguntan a menudo los habitantes de la hermosa ciudad que aún conserva imponentes iglesias y edificios junto al río que le da nombre. Pues la respuesta la encontramos en las maniobras políticas que hicieron que la capital se trasladara a la omnipotente Bucarest.Lo que en tiempos pasados fue nudo de comercio y poder, hoy es poco más que una parada en las rutas turísticas y el primer punto importante que conecta a los visitantes con la cultura y el arte rumano.Un poco alejado del centro de la pequeña población, encontramos el pequeño pero impresionante Monasterio de Curtea de Arges, elevado a la categoría de joya del arte bizantino rumano, con una decoración que recuerda levemente a las mezquitas y palacios de Estambul, ya que la mayoría del mármol que la decora se trajo expresamente desde la lejana Bizancio.
Todo lujo era poco para albergar la tumba de varios príncipes y princesas de Valaquia, que dormirían el sueño eterno rodeados de una nube de lujo artístico. Desgraciadamente
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