En contra de nuestra voluntad tuvimos que poner fin a esos maravillosos 4 días que estuvimos en Roma. Fueron 4 días cargados de anécdotas divertidas, historia, monumentos, lluvia, cansancio, risas y más risas, gente nueva, música, pasta, colores... poco me faltó para llorar cuando subimos al taxi en dirección al aeropuerto de vuelta y aun guardo esa nostalgia y me sale la vena sensiblona cuando en la tele salen anuncios de pasta o pizza de Casa di mamma al forno di pietra.
No será la ciudad más elegante o cosmopolita, pero tiene un encanto único que enamora. Las calles de adoquines antiguos e incómodos, Vespas, pizzerías o trattorias con mantelitos de cuadros y velas en cada rincón, callejones estrechos, fachadas naranjas desconchadas cubiertas de hiedra, ventanas de madera y montones de italianos diciendo mamma mía!... si si, las pelis tienen razón. Es la esencia romana que la hace diferente.
Nuestro vuelo (en teoría) salía a las 10 de la mañana y llegamos a Roma a la 13:30 h. Ya en pleno avión casi nos comemos 20 € por un error del guapísimo azafato de Easy Jet. Nos ofreció unos traslados aeropuerto-Roma-aeropuerto con un español muy bien hablado, con unos horarios a un precio muy razonable. Primero nos vendió los billetes y luego comprobó que los horarios que nos dijo estaban equivocados y misteriosamente ya no sabía hablar español. Conseguimos que nos escribiese una nota cutre en italiano en los billetes de los traslados, diciendo que por favor nos devolviesen el importe por un error del personal del avión. Nos pidió perdón y encima nos deseó suerte!! No habíamos pisado Italia y ya les empezamos a coger manía.El aeropuerto de Fiumiccino es infinitamente grande. Aun no se cómo dimos con la terminal donde salían los tránsfer a Roma. Pero habían decenas de autobuses de distintas compañías y no sabíamos cual era la nuestra. Por suerte dimos con un italiano más simpático. Al vernos más perdidos que una rata se nos acercó y nos indicó cuál era el autobús que debíamos coger (una compañía extraña). También le contamos el problema que tuvimos y nos reclamó el importe del error del azafato tonto que nos vendió los billetes en el avión ¡y menos mal, qué gusto da toparse con gente así! al final nos devolvieron los 20 €.
En menos de tres cuartos de hora el autobús llegó a Roma... el recorrido era el mismo que del puerto de Civitavecchia a Roma ¡qué recuerdos! y la parada fue en el Castel SantAngelo. Tuvimos que recomponer la ruta desde la parada a nuestro apartamento, ya que en un principio pensábamos que bajaríamos en la estación de Termini. Pero el camino hacia el apartamento situado en pleno centro de Roma, no fue nada difícil. Llegamos a la primera y en poco más de media hora a pie (sí, cargados de maletas) pero el paseo fue de lo mejor. Fue nuestra toma de contacto con Roma y puso un listón muy alto. Estaba deseando dejar las maletas y empezar a explorar el centro y todas sus callejuelas. Por cierto, nuestro apartamento fue tan perfecto que merece otro post aparte :)
Callejeando en busca de nuestro apartamento
Llegamos al apartamento casi a las 17:00 h. y aun no habíamos comido. Una vez instalados y con las maletas deshechas, al salir por la puerta en dirección plaza Navona, calló un chaparrón y fue imposible de disfrutar las calles de Roma. No pudimos sentarnos en la plaza Navona, no pudimos buscar el Panteón y por suerte teníamos dos paraguas. Mi hermano me cubría mientras yo iba haciendo fotos a las calles mojadas y de vez en cuando nos metíamos a alguna iglesia a refugiarnos cuando apretaba la lluvia y de paso las veíamos, que son sencillamente impresionantes. Como no habíamos comido decidimos buscar la pizzería que unos amigos nos recomendaron: El Baffeto. Más adelante os explicaré por qué esta pizzería.
Mi hermano y yo cenando en El Baffeto
Entramos a cenar y allí conocimos a los siguientes italianos simpáticos de los que nos llevamos un buen recuerdo: Regina y Mauro, una pareja joven que cenó con nosotros. Sin tener idea de italiano y ellos de español, tuvimos una cena de lo más entretenida con conversaciones inexplicablemente fluidas. Regina es brasileña y Mauro de la Toscana, pero los dos viven en Roma, así que nos dieron los mejores consejos y nos recomendaron los mejores sitios para comer pasta, pizza, helados y tomar café. Al terminar de cenar ya había dejado de llover. Nos despedimos de la pareja y pusimos rumbo a la plaza Navona, Panteón y la Fontana di Trevi (teníamos que recuperar el tiempo perdido por la lluvia). El viaje empezó pasado por agua y mal. La Fontana di Trevi estaba restaurándose y fue una lástima, pero el resto de callecitas y la plaza del Panteón se pusieron a reventar de gente ¡menudo ambientazo!
Un paseo mientras no llueve
Empezamos a andar ya que no llovía y acabamos haciendo una ruta nocturna por media Roma. Vía del Corso hacia abajo llegamos al monumento de Vittorio Emanuele y de ahí fuimos a ver el Coliseo y los foros ya que estaban tan cerca. Enlazando una cosa con la otra, nos fuimos alejando demasiado del centro y volver al apartamento fue mortal ¡estábamos lejísimos!
Pero en poco más de media hora de paseo, por fin pillamos nuestras camas. Dormimos como niños y recargamos las pilas a tope para estar al 100% al día siguiente. El viaje no había hecho más que empezar!