“25 de mayo de 1983. Un niño de 13 años se levanta de un salto de la cama, desayuna y se viste como una exhalación. Acto seguido sale por la puerta de casa en dirección al colegio, no sin antes acordarse de meter dos juguetes en la mochila. Un muñeco de Luke Skywalker y otro de Darth Vader.
Ni qué decir tiene que hoy es un día grande. Lo ha visto en los carteles, lo ha visto en el periódico que leía su padre, hay un retorno, a las salas de cine, vuelve La Guerra de las Galaxias. Nuestro pequeño amigo tiembla de la emoción con solo imaginarlo. El Retorno del Jedi piensa, sin dar espacio a la idea de que se trata del final, y es que así son los niños. Volver a ver a Luke en pantalla combatiendo a su padre, ver de nuevo a Yoda, a Chewie, a Han, a Leia… En cuanto acaben las clases saldrá disparado con sus amigos a la sala más cercana, su madre le ha dado unas cuantas pesetas y sabe bien cómo usarlas. Sonríe. La Fuerza le acompaña.”
El Retorno del Jedi se trata de la cinta más icónica de la trilogía original. Si bien es cierto que a la hora de analizar cómo han envejecido tienen sus más y sus menos, se debe a un género que demanda más CGI y acción que el vídeo de la comunión de Michael Bay. Sin embargo el camino que han marcado a nivel estético y estilístico sigue intacto. Desde aquel entonces las referencias en la cultura popular y en el propio género cinematográfico son incontables. Numerosas imágenes del film han quedado en el imaginario colectivo y las comparaciones son constantes. Han Solo convertido en carbonita, el exceso y la depravación de Jabba, Leia y su famoso atuendo esposada (quieran que no, quizá el despertar sexual de alguno de nuestros padres), “It’s a trap!”, la batalla de Endor o la destrucción de la Segunda Estrella de la Muerte. Hemos visto homenajes, parodias, más metraje inspirado. Por el amor de Dios, si hasta el adorable Gizmo parece nacido de una noche delocura entre Yoda y una descocada Ewok. (“Ya te gustaría estar así a los 900 años”)
En resumidas cuentas la película se sostiene gracias a la cantidad de información que el espectador sigue recibiendo durante el transcurso de la historia. No se trata de una trama simplemente conclusiva, antes de atar todos los cabos sigue abriendo frentes, creando dudas. Y es que además, El Retorno del Jedi, visto desde la perspectiva de las precuelas, adquiere una mayor profundidad. Es inevitable comparar a Luke con su padre, la arrogancia y el exceso de confianza que muestra tras completar su entrenamiento, su traje negro. Igualmente la batalla final frente a los dos Sith es idéntica a la escena entre Palpatine, Anakin y Dooku del Episodio III. Pero he aquí el verdadero final de la película. La profecía se cumple y el Jedi vuelve del lado oscuro y restaura el equilibrio en la galaxia. Darth Vader vuelve a ser Anakin y cierra así el círculo tan bien orquestado posteriormente en la precuela. Más allá del carnaval de disfraces, de las maquetas y fondos pintados, del montaje pausado, de la crítica y robotizada mirada actual a todo ese universo efectista ochentero, siempre quedará remanente la primera impresión de aquel que las vio cuando niño.
“18 de diciembre de 2015. Un hombre de unos 45 años se levanta a las seis y media de la mañana y se va a trabajar. Podría tratarse de otro descafeinado día en su vida, pero no. Antes de salir por la puerta entra en la habitación de su hijo y le besa la frente. Promete recogerle hoy a la salida del colegio y se va, no sin antes fijarse en dos juguetes polvorientos que yacen en la estantería. Uno es un muñeco de Luke Skywalker, el otro de Darth Vader. Ni qué decir tiene que hoy es un día grande. Ha visto los tráilers, lo ha visto en internet, lo ha visto en la tablet en la que jugaba su hijo. Le ha enseñado los DVDs al crío y qué demonios, definitivamente está presente también en él.
Ha habido un despertar, lo ha sentido.”
Alejandro Famos