Pues bueno, estreno el blog y quito polvo a mi teclado. Un 2×1.
El tema que hoy nos ocupa ha surgido más de una vez en mi vida cotidiana y es descorazonador. Estás hablando con alguien sobre qué ve y entonces empieza la vomitona de series frágiles, vacías, tontas o insustanciales que está viendo. Porque claro, ni todas las series son buenas, ni tienen una trama potente, ni merecen ser llevadas al día; algunas son solo series que entretienen un rato. Punto. Tú ya sigues las mismas series que la persona que acaba de vomitar, y las que no sigues y tienen miga, no te apetece empezarlas. Por lo que sea, porque no gusta el género, porque el personaje principal lo interpreta un actor que odias, porque has visto el piloto y no has podido aguantar ni 5 minutos…
Obviamente tú, persona que me lee, no sientes lo mismo. Exactamente igual que muchas de mis amigas, con las que he tenido discusiones muy acaloradas sobre por qué Netflix no me llena, por cierto.
Meses después de disfrutar de Netflix en mi casa, y de discutir/debatir/tirarme de los pelos ya no con mis amigas, sino con mi jefe, he llegado a la siguiente conclusión: para las series, también hay dos tipos de personas.
Desarrollemos la teoría. Como en la vida real (JA! Como si las series no fueran reales), en el mundo seriefilo hay personas temerarias y personas prudentes. Los temerarios, dichosos de su ansia, se atreven con todo: cualquier género, cualquier duración, sea de donde de sea, sin remordimiento alguno en dejar de verla y pasar a la siguiente, con ganas de más, más y más. Las personas prudentes, en cambio, no dan palos de ciego. Siempre saben que van a ver, necesitan tenerlo claro, y prefieren no ver ni un capitulo que tener que ver 20 para llegar a lo interesante. Quieren más, pero de calidad (o lo que ellos consideran calidad), y si no llega, no pasa nada por volver a atrás. Lo que no quieren es empezar una serie que van a dejar tirada en menos que cante un gallo.
Por si te estabas preguntando de qué iba eso de “¿Por qué volver a ver una serie?”, te aviso que ya hemos llegado.
Aquí, delante de todos ustedes, me presento como seriefila prudente, amante de muchas series, visionaria de tanta basura como pulidos diamantes, catadora número uno de novedades… que a veces prefiere ver mil veces la misma maravillosa serie, que empezar un piloto en el que tengo depositada la misma esperanza que en que las vacas vuelen.
De hecho, no tiene ni que ser maravillosa al estilo “serion”. Solo tiene que llenarte, darte algo que las otras no te dan: la seguridad de que da igual cuantas veces lo veas SIEMPRE te va a gustar. No te la juegas, ¡ya te gusta! Y eso es algo que no se puede tener con un piloto de Netflix, la mayoría de las veces.
Solo porque quiero unir lazos bloguera serieadicta – lector serieadicto, os diré que la que más veces he visto entera es Sexo en Nueva York (no podría decir cuántas, pero más de 4), de la que más veces he tirado de capítulos sueltos es Bones (os prometo que al principio, molaba) y actualmente, estoy viendo de nuevo… (redoble de tambores) ¡¡Ally McBeal!! Esta última me ha llegado por inspiración divina, después de ver The Good Wife, Scandal y ahora The Good Fight… necesitaba recordar en qué serie nacieron todas ellas.
¡Y ya! Qué llevo mucho tiempo escribiendo…