© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
El Tiétar es uno de esos ríos de Castilla que pasan por aquí como de puntillas para hacer carrera –y méritos- más fuera que dentro. Sin embargo, el tiempo que está entre nosotros es tiempo aprovechado como ninguno. Con la ayuda de las mil torrenteras que se descuelgan de los paredones de Gredos, pero muy especialmente con los aportes del arroyo Chico y de la garganta del Pajarero, empieza a conformarse como tal en el rincón que llaman La venta del Cojo, muy cerca de la localidad de Santa María del Tiétar, la primera que lleva sus nombre y la primera por la que pasa. Desde ahí no tarda en llegar a La Adrada para darle un regate a su castillo y seguir después lamiendo de este a oeste los pies del gigatón imponente que es esta sierra cuya cabeza mayor es el picorón de El Almanzor -2.592 m.-. Con un desnivel que ronda los 2.000 metros desde su zona más alta hasta su fondo, el valle del Tiétar es uno de los más pronunciados de toda la Península, lo que a su vez deviene en una gran biodiversidad consecuencia de cómo la vida se adapta a las diferentes altitudes para salir adelante. El río Tiétar hace de larga frontera ente Ávila y Toledo para entrar después hacia la provincia de Cáceres por la comarca de La Vera. Al final entrega sus aguas al Tajo en los pagos de Monfragüe, muy cerca de Villarreal de San Carlos.
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Paseo de Los puentes de La Adrada
Mucho de esto se cuenta en el Centro de Interpretación ubicado en el interior del castillo de La Adrada, la fortaleza que don Beltrán de la Cueva se levantó en el siglo XV para regentar desde sus almenas un señorío generoso en tierras fértiles. Pero mejor que los paneles de su interior, lo que de verdad es el valle del Tiétar lo cuenta la larga paseata que lleva a conocer los puentes de Mosquea, Chico y puente Mocha. El arranque hay que buscarlo en la carretera de La Iglesuela, en la salida de La Adrada, a la altura de los campos de fútbol. Ahí arranca una pista de tierra que señaliza hacia la escombrera. Y aunque en principio esta sea la señal que nunca seguiría un amante de los rincones hermosos, en este caso el paseo, a más de saludable, permite la bendición de contemplar en toda su inmensidad el murallón granítico de la sierra como un telón de fondo formidable al que hubieran esparcido azúcar glasé en sus cúspides para alentar la tentación de comérselo a mordiscos.La pista enseguida bordea las anchas praderas de Navalasviñas, donde pacen caballos que parecen esperar las monturas del señor del castillo que se ve al fondo, y alcanza el primero de los cruces en los que hay que seguir siempre de frente. A 1,3 km del inicio se presenta una bifurcación inconfundible gracias a la presencia de un largo abrevadero. Toca ahí dejar el camino de la escombrera para otros y tomar nosotros el ramal de la derecha en busca de las vegas frescas del Tiétar.
Por una pista casi impracticable para los coches se alcanza en otros 1.200 metros el perfil alomado del puente Mosquea, cuyas primera piedras algunos atribuyen a los romanos y las reformas a la época de don Beltrán y la construcción del castillo. Cruzando el puente, trescientos metros más allá, el que aguarda, en un recuco rincón del bosque, es el puente Chico tendido sobre el arroyo de La Cerca mostrándose como un ejemplo en miniatura del anterior. Llegar al tercero de los puentes exige algo más de esfuerzo pero también permite saborear rincones más solitarios que estos. Del otro lado del puente continúa la pista forestal paralela al arroyo hasta alcanzar, 200 metros más adelante, una bifuración en la que se sigue de frente. Se mete entonces el camino entre vallados de piedra dejando frescas praderas a un lado y otro hasta que una añeja y gran encina en el interior de la pradera y unas líneas de luz indican el final de la valla que corre por el lado derecho. Al llegar a este toca doblar la esquina y buscar el camino que pasa bajo los cables para continuar durante los siguientes dos kilómetros paralelos a los vallados que se van sucediendo. Al final se enlaza con las instalaciones del área recreativa y de turismo rural de La Espuela para, un poco más allá, salir a la carretera de La Iglesuela. Si se toma esta hacia la derecha y se caminan 200 metros se ven los equilibrios airosos que el puente Mocha lleva haciendo sobre la torrentera del Tiétar, como sus otros dos hermanos, desde el siglo XV. Catalogado como romano, es probable que fuera acondicionado en el siglo XVI para permitir mejor los trajines que y la comunicación entre Carlos V, que se encontraba en el monasterio de Yuste, y su hijo Felipe II, que lo hací en El Escorial. En esa misma dirección y en tres kilómetros más se alcanza el punto inicial del paseo.
EN MARCHA. Hasta La Adrada puede llegarse desde Ávila por la N-403 hacia Toledo y después por la CL-501 hacia Arenas de San Pedro.
EL PASEO. Circuito de 11 km sin señalizar de dificultad media que puede recorrerse en unas 3 horas. Discurre por pistas y caminos bien pisados que también pueden hacerse en bicicleta. La abundancia de lluvias y los próximos deshielos pueden hacer que las praderas estén inundadas y los caminos embarrados. En esta época el calzado impermeable es imprescindible.
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EL CASTILLO. Merece la pena visitar la fortaleza de La Adrada y el Centro de Interpretación del Valle del Tiétar que alberga en su interior.
Source: Siempre de paso