Intensional no tiene un calendario de publicaciones temáticamente pautado, si ya viniste de visita antes te habrás dado cuenta que esta semana fue toda de "intensiones" o reflexiones intensas, como prefieras. Es que los últimos días fueron de esos días intensos. En todos los sentidos, tanto para las actividades en las cuales la intensidad suma como en los estados de ánimo en los cuales la intesidad resta. En una traducción literal, estoy en un momento en el cual soy capaz de "hacer cosas": caminar, escribir, pintar (de brocha, aclaro) pero también me siento irritable y supe explotar con un hijo que no se quedaba quieto y en el intento de ser el próximo Bruce Lee me rompió una lámpara del dormitorio. Justo en este momento, en el cual había decidido poner decente esa habitación de la casa, la más olvidada por cierto. Más allá de lo anecdótico, estos momentos expresan con elocuencia la presencia de uno de mis viejos amigos: el síndrome pre-menstrual. SPM para quienes tenemos una reconocida relación con los malestares y demás perturbaciones que provocan las hormonas en el carácter.
Síndrome pre-menstrual.
No voy a hacer una lista clínica de síntomas porque deduzco que si estás familiarizada con el tema, tendrás toda la información posible. Demasiada información quizás sea uno de los signos de esta época. En mi caso personal, el bendito síndrome se presenta de formas muy claras:
- Necesidad imperiosa de comer dulces. Y cuando digo imperiosa, lo digo en serio.
- Distensión abdominal (la cual me transforma en un "puchinball" con forma humana, ideal para prácticas de boxeo.)
- Ansiedad (vieja conocida del desasosiego existencial, de querer estar en todo y no estar en nada.)
- Irritabilidad ("comportamiento hostil" le llaman elegantemente en los manuales técnicos)
Una belleza de persona: hinchada como un sapo y de mal humor. Tengo plena conciencia que el único tratamiento posible para aligerar los síntomas es cultivar una vida sana. Y disminuir el consumo de sustancias irritantes como la cafeína presente en dos de mis infusiones básicas: el café con leche y la Coca Cola. También permanecer activa y comer en pequeñas porciones alimentos ricos en fibra. Y consumir menos sal. Ahora, veamos....la irritabilidad no es un síntoma compatible con la dieta equilibrada. Al menos no para mí. Así que esta semana hago mea culpa: las verduras y las frutas siguen firmes en la dieta. No te preocupes por eso. Pero ayer, le di rienda suelta al impulso y me comí tres barras de chocolate. Sí, tres. En mi defensa, no eran las Garoto-king-size sino unas tabletas Ricard (chocolate blanco: el que tiene más porcentaje de grasa) porque ante todo hay que defender la industria nacional. Y además porque estaban de oferta a un precio de risa y se confabuló el marketing empresarial con mi imperiosa necesidad de glucosa en sangre. Si te preguntás cómo es posible que un ser humano ingiera tanta cantidad de chocolate es porque no me conociste antes. Te imaginarás las consecuencias obvias: más distensión y el doble de irritabilidad porque ahora estaba tan irritable como antes y me sentía culpable por no mantener mi propósito.
Soy culpable su Señoría.
Me declaro intensionalmente culpable. Pude evitarlo, claro que pude. Tampoco es que había un grupo terrorista alentado por la moral que me coaccionó a comprar el chocolate en nombre de la guerra santa. Perfectamente podía llegar a casa y preparar una crema de chocolate sin azúcar agregado. Pero esa había que "prepararla" y ellas "estaban ahí", las muy impúdicas. Con su envoltorio rojo como para hacer imposible que no las veas. Me hago responsable: pude evitarlo pero no lo evité. De hecho, esperé a que el empleado me preguntara : "¿Algo más?" Y en ese momento, una voz que salió de las visceras en un tono profundo y nada poético pidió: "Dame tres barras de chocolate". Como al pasar...Como no queriendo la cosa. Después de repetir decenas de veces frase "solo un poco más" tenía en el sillón a las occisas y una sensación de fracaso que ya veremos cómo remonta. Lo bueno de esta acusada es que remonta relativamente rápido. Y decidida a no pensar en los errores cometidos sino en las posibilidades porvenir, se puso a pintar muebles. Ya los verás por La Desmesurada si te gusta visitarme por mi otra casa virtual. Que la pintura elegida sea color negro no está vinculado con mi estado de ánimo apesadumbrado por la culpa. Es que seguramente en alguna vida pasada fui nórdica. Una nórdica que convive con dos caribeños amantes del color pero de todos modos decidió que su habitación es blanca y negra, con algunos detalles power-color para que no me reprochen la insulsez los hombres de la casa.
Efectos terapéuticos.
Luego de la tarde de ayer comprobé una vez más que pintar y escribir tienen efectos terapéuticos. Tengo las manos como si me hubiera revolcado en la fosa de un taller mecánico (cero glamour) pero la culpa por el impulso que no pude refrenar se fue atenuando para dejar un leve malestar al hígado que ya solucionaré de alguna forma. Para terminar el día, me encontré con dos regalos que me mejoraron el humor: la frase que ilustra este texto y un enlace que me dejaron al libro "Las nenas buenas van al cielo, las malas a todas partes" (¡Gracias K!) Así que, cómo nunca sé qué ponerme, elegí ponerme feliz. Perdonarme las intensidades, las barras de chocolate, el malhumor y el reto desmesurado al hijo inquieto. Además, seguramente el fin de semana depara mejores momentos.
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