Crítica Mi Amigo el Gigante Crítica Mi Amigo el Gigante
Sucede a los treinta minutos, aproximadamente. Es entonces cuando uno se descubre totalmente hipnotizado y maravillado, deslumbrado ante una nueva demostración de talento único del mejor director vivo, o lo que es lo mismo, Steven Spielberg. Con los elementos mínimos, un orfanato, un libro, una manta y una niña, y con la aparición de un ser extraño, un gigante, el Rey Midas de Hollywood construye la atmósfera con la que sueñan los múltiples cuentos adaptados a la gran pantalla. Un primer tramo glorioso en el que el virtuosismo visual, elevado a arte en la fuga camuflada de nuestros protagonistas por las calles de Londres, se funde con el espíritu libre y oscuro del mejor Roald Dahl, responsable del texto en el que se basa ‘Mi amigo el gigante’. Toca encontrar acomodarse en la butaca y desear que ese nivel se mantenga a lo largo de los noventa minutos que quedan por delante, que Spielberg no baje el listón, que su capacidad para controlar el ritmo y los tonos no sufra alteración alguna. Lástima que, en esta ocasión, no todo se cumpla a rajatabla.
‘Mi amigo el gigante’ es la película más cuento de la carrera de su director. Y estamos hablando de un tipo que en multitud de ocasiones ha recurrido a las características de este género para dar forma a sus mejores trabajos. Sin embargo, nunca se había mostrado tan decididamente infantil, tan concentrado en manejar un lenguaje destinado a los más pequeños sin dejar que los adultos encuentren más resquicio para acceder a su propuesta que la de la maravilla técnica. Porque ese es el punto en el que los mayores podrán encontrarse, volver a disfrutar de una lección de dirección en el que el manejo de la cámara, la planificación de las escenas y las resoluciones visuales siempre son las mejores posibles. Spielberg subrayando su indiscutible estado de forma y madurez. ¿Es suficiente? Sí y no. Los que amamos su cine y le defendemos a capa y espada, vamos a tener serios problemas para cuestionar aquellos que critiquen su nueva película por exceso de azúcar. La hay, por supuesto, pero la pregunta que deberíamos hacernos es hasta que punto es algo premeditado y evitable.
Cine más infantil que familiar, clásico y tradicional en su presentación de personajes y desarrollo de la historia, capaz de maravillar en escenas puntuales marca de la casa, con el árbol de los sueños y el ataque al hogar del gigante por parte de sus hermanos a la cabeza, y de perder el tono en otras, ‘Mi amigo el gigante’ es un Spielberg menor, sí, pero muy por encima de la media de lo que nos llega a la cartelera a lo largo del año. Un trabajo que nos confirma el talento mayúsculo de Mark Rylance, maravilloso en su ternura, y nos permite un descanso bueno, bonito y caro en la trayectoria de su director. El narrador más grande contando un cuento pequeño y sencillo.
Redacción: Alberto Frutos
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